“Las cosas que han ocurrido no se pueden suprimir con el pensamiento”, escribió James Joyce en Ulises; y añadía: “El tiempo las ha marcado y residen, encadenadas, en el mismo espacio que las infinitas posibilidades que han desalojado”. La historia alternativa
Revisando el estado del arte de mi reflexión en curso, tropiezo con algunos constructos que no había antes advertido o se presentan imponentes para mí de súbito. Claro que no se trata de una certeza universal siendo que, en la civilización islámica, muy a regañadientes se acepta incluso el dictamen científico porque escogieron el anacronismo como filosofía de vida.
Lo que fue, seguirá siendo y acaso se puede leer que si fue es y lo será siempre y los estudiosos, hombres de espíritu, se permitirán más que elucidar, guiar eventualmente porque ni siquiera se admiten las traducciones de los textos sagrados como otra cosa distinta a lo que son, meras traslaciones que realiza el hombre.
Pero y valga la coincidencia, en Occidente y sus espacios irradiados culturalmente y en Asia, penetrada y seducida por el zoon elektronikón especialmente, la ficción resulta más atrayente y convincente que la realidad que otrora sirvió como el argumento de la vida. Sorprende apreciar el espacio impresionante de los juegos de video en el campo de los accesos de millones de gamers que cada día transitan en la fantasía seguros de sí, dominadores y desafiantes, al extremo que se separan e incluso se desarticulan del zoon politikon y especialmente del zoon politikon, zoon éjón lógon.
En efecto, peripatéticos como somos, constatamos que ese personaje que presenta Aristóteles y como admite la doctrina es un pensador analítico y capaz de ponderar más de lo que su sensorialidad le faculta y así, piensa, infiere, deduce, concluye. (Del Zoon Politikon al Zoon Elektronikón. Una reflexión sobre las condiciones de la socialidad a partir de Aristóteles. Vicente Huici Urmeneta).
El hombre de ahora se conecta a otra dimensión cultural y, ensaya una construcción de su mundología desde esa postura. Lo que fue no le concierne sino muy relativamente. Él transita el ahora en un ejercicio complejo de constante temeridad. Su mente solo mira al pasado como un reto intelectual que incluye preguntarse y eventualmente idear una secuencia distinta a aquella que fue. Cabe citar así: «El filósofo Charles Renouvier acuñó el término con el que también se conocen este tipo de supuestos contrafácticos: ‘Ucronías’. Describió además su desarrollo mediante un diagrama que mostraba el momento inicial en que la historia imaginaria se desviaba de la historia real –el llamado punto de divergencia–, lo que generaba la primera desviación, que debía ser siempre interesante y plausible. (La historia alternativa por José Pardina).
Otra cita ayuda más a mostrar el salto y contraste entre el zoon politikon y el zoon elektronikón y no la desaprovecharemos; “Si nos atenemos a los textos aristotélicos, se puede observar que la definición del ser humano como zoon politikon (más exactamente, como πολιτικὸν ζῷον) en la política viene a ser la culminación de la expresión del vínculo con una forma de convivencia superior. Francisco Samaranch comenta, al respecto, que la definición del hombre como animal político “implica la vinculación natural con una forma comunitaria específica, la Pólis” (Samaranch, 1982: 679), acentuando las anteriores definiciones de la Ética Eudemiana en las que se habla del hombre como animal comunitario (koinomikón) o animal doméstico (oikonomikón).
Pero el hombre real, “et verus homo”, es un mutante pensamos y se ha dislocado, haciéndolo, de la poli, de la sociedad que otrora fue su mundo y persigue otros destinos, otros caminos entre su individualismo exacerbado y su fantasía. Sócrates apura la cicuta porque no se concebía fuera del contexto social. Fue comprendido y admirado por ello. Hoy se habría marchado insolentemente ignorado. Admitirlo ayuda a comprender y más aún, a explicarnos cómo se produjeron esos eventos. Intentaremos y excúsenme la audacia, una explicación que no pretendo original pero que estimo útil, sin embargo. No en vano repiten los europeos y los franceses, especialmente, que “la novedad es vieja como el tiempo”.
El modelo de nuestra civilización cambió desde sus fundamentos económicos y en el camino agregó, como detonante motivador, el elemento cultural antes asido a la perspectiva del testigo y actor que antiguamente fue. Pensamos que se trató de un persistente proceso que, sin embargo, encontró en la compulsión del hombre su acelerador. La inteligencia del hombre se suma a su curiosidad y a su innato hedonoutilitarismo. Vale acotar su impulso congénito por destacarse, hacerse notar, sobresalir está en su naturaleza.
Otro trazo se advierte en el tortuoso caminar del espíritu humano que luego de opacarse ante el teocéntrico escenario del Medievo, inicia su renacer rompiendo parámetros y referentes que lo anulaban o ausentaban de sí mismo. Es en torno a ese tridente, economía y mercado empapado en la libertad y en la singularidad que lo catapulta hacia un ethos personalizado de un lado, y de los otros, las representaciones afirmativas de su pretendido y avasallante genio y su disposición a seguirse explorando y, el producto de su quehacer, de su hacer, de su constituir que, se fraguara ese “verus homo”, incurso en un nuevo giro secularizante que lo libera del todos, que lo amarraba e insertaba en el yo social que ahora él administra interesado y cínico a placer, y la divina tecnología que todo lo domina o si no, lo segrega y aparta displicente.
Después de la Segunda Guerra Mundial y como era de esperarse, el hombre se miró en el espejo y horrorizado decidió e instrumentó un golpe al timón de su propia navegación existencial, pero cuidando bien de mantenerse asido al argumento de la alteridad que, además, le proporcionaba una sensación agradable de humanismo. Esa perspectiva permeó la cultura con la bandera de la libertad y decantó entre los modelos civilizatorios al Occidente cristiano que, gustoso, cual prisma, irradió su quehacer de la concienciación definitoria del estado de bienestar y de la democracia como sistema político.
La economía introdujo modificaciones que incidieron en el perfil del individuo y su trato con la naturaleza. Trajo el progreso y el mejoramiento de las condiciones de vida, tecnificando, trajo a la ciudad millones de campesinos y los incorporó a la urbe, a la industria, a los servicios, reformando al hacerlo los términos de intercambio del factor trabajo y rediseñando el capítulo de valores a favor de igualar las oportunidades y reconocer la responsabilidad individual y colectiva como variables inmanentes al desempeño societario. El siglo XX culmina no multiplicando a los ricos, sino reduciendo la pobreza. El Estado se afianza y aún con la crisis surcoreana, el orden económico y financiero lució seguro.
Pero el siglo XXI coloca las cosas en un balancín de expectativas cuyo crecimiento infló por demás la burbuja financiera y la estiró hasta oírla crujir. Cabe una cita del muy respetado intelectual español Daniel Innerati como anticipo a su entrevista sobre la refundación del capitalismo y agregó, una vez más.
“Pocos días después de la quiebra de Lehman Brothers, el gigantesco banco de inversión norteamericano, en septiembre de 2008, un acobardado presidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, hizo unas declaraciones célebres que retumbaron en el mundo entero: “La autorregulación para resolver todos los problemas se acabó: le laissez-faire c’est fini. Hay que refundar el capitalismo (…) porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe”.
Keynes respondió a eso en el umbral de la crisis americana de los años veinte, inventó o extrajo lo que la convicción impedía ver pero, es este como antes dijimos, un período distinto y asquerosamente atípico además. Tal vez estemos sin asumirlo debidamente frente a la tormenta perfecta recordando aquella película norteamericana que nos muestra como la coyuntura puede llegar a ser convocatoria de todas las variables perniciosas y cuajar el completo desastre. Innerati insiste en que saltaron los tapones y valga el coloquio, dejándonos a obscuras o quizá, desnudos de todas las desconfianzas, descréditos y vergüenzas. El humano no se cobijó como pudo y tal vez debió hacer, lógica formal al apoyo, en la sociedad lato sensu sino que, corto esos lazos umbilicales y se recogió más bien en la recreación de sus insatisfacciones y amarguras, ceso su deambular utópico y levanto las lanzas de su pragmatismo. Decidió temerle a todo e incluso a sí mismo.
La sociedad, los hombres de pensamiento, los predictores, los futurólogos, los analistas, la institucionalidad, la organización internacional, los estadistas parecieran vivir un momento de confusión al menos. Asdrúbal Aguiar, que por cierto anda un paso adelante en esta reflexión, cita a Sartori que juega al clarividente así: “Un hombre que pierde la capacidad de abstracción es eo ipso incapaz de racionalidad y es, por tanto, un animal simbólico que ya no tiene capacidad para sostener y menos aún para alimentar el mundo construido por el homo sapiens… El hombre se ha reducido a ser pura relación, homo communicans, inmerso en el incesante flujo mediático» (De Matteis, 1995, pág. 37). Sí, homo communicans; pero ¿qué comunica? El vacío comunica vacío, y el video-niño o el hombre disuelto en los flujos mediáticos está solo disuelto”. Giovanni Sartori, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Buenos Aires, Taurus, 1998.
¿El intelectual orgánico gramsciano habríamos dicho, debe ser citado para que rinda unas posiciones juradas sobre este contencioso pero, quién lo representa hoy en día? ¿Quién explica, elabora, piensa, convence, demuestra o persuade hoy? ¿Qué ha sido de la verdad que gozó siempre de prestigio? ¿Dónde anda el poder y cual es hoy en día su naturaleza? Esas serán nuestras interrogantes a intentar responder en la próxima entrega, la semana próxima Dios mediante.
@nchittylaroche
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