OPINIÓN

Del humor, de mayo y de los marcianos

por Jesús Peñalver Jesús Peñalver

Nuestra historia, costumbres y tradiciones son inseparables de nuestro humor, en cuyo seno se produce, y es reflejo de cuanto nos sucede a cada persona en lo individual y al pueblo en su conjunto. Bien lo dijo el poeta Luis Pastori: “El humorismo ha sido un elemento clave en la formación de la personalidad del pueblo venezolano, el cual en circunstancias difíciles suele reaccionar con expresiones festivas que le permiten sobreponerse”.

Por su parte, el grande Aquiles Nazoa, el poeta de las cosas más sencillas, nos dejó la magnífica afirmación que sigue, al referirse al humor de los ingleses y compararlo con el humor venezolano: “Si su sistema de vida les ha permitido a los humoristas anglosajones actuar como espectadores risueños del drama social, el de los nuestros los ha forzado a ser sus protagonistas y con frecuencia sus víctimas”.  

Quizá por estar viviendo expectantes la pandemia del covid-19, y en el caso nuestro, con la crisis política y económica que nos atosiga cada día más, muchos se preguntarán por qué no escribo sobre eso, en lugar de hacerlo sobre el humor. Pues bien, prometí escribir algún artículo de primera necesidad y compartirlo con vosotros y aquí está.

Además, yo creo que no puedo darme el lujo de olvidar que el humor, insisto con el poeta Nazoa: “es una forma de hacer pensar sin que el que piense se dé cuenta de que está pensando”. 

Si el país entero vive desde hace tiempo un clima de intolerancia, signado por la persecución y el acoso, del cual no han podido escaparse  los humoristas (véase los casos de Laureano Márquez, Eduardo Sanabria, Emilio Lovera), al coronavirus no voy a añadir otro tema enojoso, sino más bien, me propongo compartir con ustedes algunas frases definitorias del humor, algunos episodios o anécdotas, y de paso decirles que estuve en un foro en línea con Laureano, aprendiendo sobre esa materia que tanto interés ha despertado en mí desde siempre, que es el humor, y sobre la cual él sabe mucho. Allí nos dijo, recordó, entre tantas cosas interesantes, que para José Ignacio Cabrujas “el humor es fundamentalmente un acto de amor”.

Sí, Cabrujas. El mismo de: “Quiero un país con humor, donde se pueda hablar mal del gobernante y de quien lo eligió, que tengamos el derecho de detestar y de querer al presidente”. “Un país donde pueda jugar con todo, desde Simón Bolívar para abajo; donde la idea más sublime y la más rutinaria y mediocre contenga un sentido de humor y de juego”.

La intolerancia política y el acoso a quienes piensan distinto a la tesis oficial impiden precisamente ejercer la política, y en el caso de los humoristas, que hagan su trabajo, sus rutinas.

Los intolerantes no saben ni entienden de arte ni de cultura. Su absurda conducta constituye un acoso, una amenaza, que debe ser respondida por los humoristas y por el país libre y democrático con el arma que portan, que no es otra que su fino humor, talento creativo e inteligencia para hacernos pensar y creer en un mejor país.

El humor es cultura, y esta y el arte alejan al hombre del delito y lo hacen menos proclive a ser víctima de injusticias. Los seguidores de cualquier gobierno, y los mismos opositores no deben, en actitud antidemocrática, perseguir ni acosar a los humoristas ni a ningún venezolano por criticar la gestión pública, por alertar sobre el ejercicio desmedido del poder, o por señalar la ineficiencia, la incapacidad o la corrupción.

Cuando asistimos  con beneplácito al Foro Social de Humoristas con Zapata, celebrado en el Ateneo de Caracas con ocasión de los 40 años de los “Zapatazos”, allí, y luego de las distintas intervenciones de los concurrentes, no se llegó a nada en cuanto a una  sola definición, inequívoca e irrefutable de lo que es o debe considerarse  humor.

En lo que sí se estuvo de acuerdo, ponentes y concurrencia, fue que el humor entraña inteligencia, libertad, dignidad humana; el humor se aleja y rechaza la vulgaridad, el chiste fácil, la burla, el chantaje, la ofensa, la represión y todo aquello que tienda a acallar la voluntad, la libertad de expresión, de opinión o de pensamiento, y en fin, que intente conculcar los derechos humanos.

A la pregunta: ¿cómo hacer humor en tiempos de intolerancia? Un célebre humorista respondió: “Se trata de buscar el equilibrio, con libertad, inteligencia y profunda convicción de la dignidad humana de las personas, para seguir haciendo humor sin miedo, pero sin odio”.

Por otra parte, debo destacar la intervención allí de la escritora Carolina Espada –todas estuvieron excelentes–, cargada de cierta nostalgia, muy sublime y amorosamente dedicada al celebrado Zapata. Allí nos dijo que conservaba un buen número de las manchetas del maestro, que en algún momento de su infancia había prometido comprar para regalarle una caja de creyones para colorear sus caricaturas.

El ciudadano, humorista o no, que tiene miedo no es libre, no puede expresarse, está maniatado de espíritu. Si siente odio está enfermo del alma, podrá expresarse, y así solo trasmitirá ese malsano sentimiento.

Dijo el general Carlos Soublette a un escritor que se atrevió a escribir una sátira en contra de su gobierno: “Vaya joven y monte su obra, que la República no se perderá porque el pueblo se ría de sus gobernantes, la República podrá perderse cuando los gobernantes se rían de su pueblo».

¿Se dan cuenta? Tenía razón Adriano González León: “El humor no puede existir del lado de los poderosos, los carceleros o los ejecutores cotidianos de la estupidez”.

Por su parte, Claudio Nazoa afirma: «El verdadero humor es crítico, agudo, ácido, transgresor, filosófico. Lo que nunca debe ser es soez; puede ser grosero sin ser procaz, debe cuestionar al injusto y al poderoso y nunca bajo ninguna circunstancia debe ser irrespetuoso, ni una burla al indefenso».

Y el maestro Pedro León Zapata dejó su impronta así: “El humor es una manera de ver el mundo, casi un defecto con el que vienen algunas personas que dicen cosas absolutamente serias que causan gracia a los demás”.

Ante la mandonería, es preciso usar como armas de convicción y defensa las que el régimen no tiene: asomos de cultura y de sensibilidad. Y el humor es cultura, qué duda cabe.

Hace poco el Instituto Cervantes recibió el legado de Les Luthiers, el grupo argentino musical-humorístico, muy popular en su país y en otros hispanohablantes. En esa ocasión, Luis García Montero, director de dicho instituto señaló: “Hay muchos motivos para reírse, hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato y hay muchos motivos para celebrar la inteligencia, la sonrisa, la imaginación y la sutileza de nuestra palabras”.

Y en octubre de 2017, al momento de recibir Les Luthiers el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, el grupo en la voz de Marcos Mundstock, lamentablemente fallecido hace algunas semanas, señaló en emotivo discurso: “El ejercicio del humorismo, profesional o doméstico, más refinado o más burdo, oral, escrito o mímico, dibujado… mejora la vida, permite contemplar las cosas de una manera distinta…, lúdica, pero sobre todo lúcida…, a la cual no llegan otros mecanismos de la razón”.

Al momento de pergeñar esta nota, plena de hojas sueltas, aún es 30 de abril. Es decir, se va abril en un cerrar de ojos, ocasión propicia para compartir con ustedes la anécdota que sigue del poeta y humorista Andrés Eloy Blanco, entonces en labores políticas en favor de la República, nada y nada menos que presidiendo la Asamblea Nacional Constituyente:

Corría el mes de abril de 1947 y Andrés Eloy Blanco era presidente de la Cámara, dejó encargado por un momento al diputado Augusto Malavé Villalba, quien sufría de lambdacismo y por eso cambió una ere por una ele. Se va a “abril”–dijo.

Otro diputado que estaba muy pendiente, le reprochó el error de dicción. Andrés Eloy subía los escalones del estrado y oyó el reproche. Al sentarse en la presidencia, habló emocionado: “El compañero Malavé se levantó esta mañana contento. ¡Y se sintió poeta! Y se hizo la resolución de comunicárselo a sus compañeros de cámara. Y es así como al comenzar la sesión les ha dicho: “Se va abril”… y viene mayo, con sus lluvias y sus flores…yo le agradezco al compañero el apunte”.

Y entonces agitando la campañilla, dijo con gran solemnidad: “Se va abril”. Y hubo un silencio magnífico en la cámara.

¿Se dan cuenta? El humor nunca bajo ninguna circunstancia debe ser irrespetuoso, ni una burla al indefenso; hay muchos motivos para temer la zafiedad de un humor barato; que este no puede existir del lado de los ejecutores cotidianos de la estupidez.

Y como se acercan los extraterrestres, dicen, no puedo dejar de compartiros esta magnífica anécdota contada por Rodolfo Izaguirre:

“Nunca me cansaré de referir lo que considero el ejemplo más glorioso de la palabra echonería: cuando le dijimos a nuestro amigo el pintor Ramiro Najul que los marcianos iban a invadirnos; que era un hecho fatal e inexorable y que no había marcha atrás, se nos quedó mirando.

Finalmente, aceptó y dijo: “Que vengan, pues; pero eso sí, ¡sin echonerías!”.

En la historia universal y en la local, los humoristas han sido perseguidos en muchas oportunidades y sus voces han tratado de ser acalladas, pero el humorista no puede callar y habla cuando los demás guardan silencio, como habló Chaplin en El gran dictador.

Si la cultura es lo único capaz de salvarnos de la violencia, la corrupción y de casi todos los males de parecida naturaleza, pues carguémonos de risa, demos la bienvenida a los marcianos… y chao abril.