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Del Holoceno al Antropoceno: un pequeño paseo por el clima

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El tiempo del ser humano sobre la Tierra no es nada si se compara con la edad del planeta, 4.543 millones de años. Actualmente la media de  esperanza de vida del hombre es de 79 años, con lo que me atrevo a confirmarles que como especie… ¡no somos nada! aunque tengamos unos egos grandiosos y algunos crean que el mundo se acabaría si ellos faltasen.

En esos miles de millones de años, el planeta ha pasado numerosos procesos geológicos y térmicos. Les aconsejo encarecidamente que lean sobre el clima en la Tierra a lo largo de su inmensa historia, porque es un tema realmente apasionante que permite reflexionar sobre nuestra propia historia y, sobre todo, permite comprender lo que somos y adónde hemos llegado, influenciados por los cambios de temperatura de nuestra casa común.

El hombre fue nómada por obra y gracia del clima, ya que se veía obligado a mover sus rebaños en busca de alimento para el ganado. El clima también ha sido responsable de derrotas bélicas por no tener en cuenta cambios imprevistos en el mismo; incluso uno de estos cambios inesperados favoreció a Colón para llegar a descubrir un nuevo continente.

Hace 6.000 años, el desierto cálido más grande del mundo, el Sahara, con más de 9.400.000 km² de superficie, que abarca la mayor parte de África del Norte, ocupando una extensión casi tan grande como la de China o Estados Unidos, todavía era verde. Estaba habitado, cubierto de árboles y de vegetación, constituyendo una gran sabana con grandes lagos. Pero hace 2.700 años, tras una lenta evolución, se convirtió en el desierto que es hoy.

Por otro lado, el casquete de hielo del Ártico no llegó a ocupar su extensión actual hasta hace unos 2,6 millones de años, ya que antes el clima era mucho más cálido. Varios estudios apoyan las actuales predicciones que apuntan a la desaparición del hielo en el océano Ártico a lo largo de este siglo.

Diversas fuentes históricas, entre las que se encuentran los registros de las rogativas que se hacían a los santos en las iglesias para pedirles que lloviese o, por el contrario, que dejase de hacerlo, testifican que en el siglo XVI y XVII tuvo lugar en España lo que se llamó la “Pequeña Edad de Hielo”, cuando se produjeron unas temperaturas extremas.  Los grandes ríos se congelaban; sin ir más lejos, el Ebro llegó a tener una capa de hielo de 3 metros y se podía cruzar sobre él incluso con animales.

Durante el siglo XVI, al tiempo que había inundaciones y riadas se produjeron grandes periodos de sequía. En las efemérides históricas de España se habla de desbordamientos de ríos durante setenta años, heladas y nevadas copiosas en las primaveras que arruinaban las cosechas, seguidas de veranos sofocantes como el del año 1611, cuando los canónigos de la Catedral de Tarragona tuvieron que pedir permiso por escrito para poder usar abanicos en el coro. Resulta curioso que en el genial Don Quijote de la Mancha solamente lloviera un día, como resaltó Borges.

El clima ha sido cambiante y extremo de forma sistémica, siendo el siglo XX, en el que la mayoría hemos nacido, uno de los periodos más estables y bondadosos. Claramente, no se puede achacar el cambio climático solamente a la influencia del hombre. Ciertamente los procesos de desarrollo industrial y de fabricación de elementos absurdos para el consumo voraz hacen que este cambio climático se acelere y sea más obvio y más “sucio”, además de evidenciar que los humanos somos unos verdaderos depredadores de nuestro ecosistema. De hecho, estamos en una nueva Era geológica, que precisamente por la influencia de la acción del hombre sobre el clima se le ha denominado Antropoceno, término que acuñó por primera vez el científico atmosférico y Premio Nobel Paul Crutzen en el año 2000.

Tras años de estudios científicos sobre las capas de sedimentos del lago Crawford, en Canadá, el pasado día 11 de julio se ha concluido que el impacto humano ha provocado, con su influencia de los últimos siglos, el cambio a esta nueva época geológica.

Mucho hay que trabajar en las políticas medioambientales, y también en la geopolítica, pero lo poco o lo mucho que podamos hacer empieza, como casi todo, por la mentalización y la acción individual.

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