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Del fascisocialismo y otros fascismos

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“En la exposición de motivos, el gobierno señala que esta ley es necesaria porque en los últimos 25 años ha habido, según ellos, sectores sociales que recurrentemente ‘acuden a la violencia como forma de acción política, contrariando abiertamente los postulados constitucionales que, entre otras cosas, protegen el ejercicio democrático de la voluntad popular”. Mauricio Torres, CNN, abril 2024

Realmente el ocio es un peligroso acompañante. No conformes con el sistemático desconocimiento de la Constitución y de la ley, el régimen que podemos denominar con exactitud de naturaleza fascisocialista ha decidido ante el mundo, en actitud provocativa, fiel a su ADN, cambiar los roles y preparar el garrote vil para la oposición, armando una trampa en la que sus propios rasgos definitorios y principales se podrán “encontrar” en el pálido y débil aparato disidente y achacarle, suturarle y punible por “fascista”.

Herederos de Chávez y mamelucos del castrismo, aprendieron y practican devotamente un ritual propio de los regímenes que les inspiran o son experiencias comparables. Me refiero a imputarle a los demás sus propias fechorías, felonías y delitos. Recuerdo cómo en los tiempos de las grandes marchas del pueblo crítico, manifestaciones sin armas y con bastante ingenuidad, agredían a placer amorochados los tales colectivos o como el 11 de abril de 2002 con los cuerpos represivos y luego, con desparpajo, señalaban a los que reclamaban, como si ellos hubieran sido los actores de la violencia. Todos, creo, podemos hacer memoria y cumplir con aquello de “prohibido olvidar”.

No hay un solo fascismo, pero sí una esencia fascista. Sin entrar a considerar lo que podría tomar mucho tiempo y letras sobre la circunstancialidad que así ha denominado la doctrina, me permitiré unos breves comentarios para evidenciar que el chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo es, irrefragablemente, fascista.

En efecto, el fascismo surgió desde las fascio o brigadas, piquetes de los trabajadores italianos, con un discurso, curiosamente, anticomunista, antiliberal, antidemocrático, antisemita, contra los intelectuales y homosexuales; pero negarlo todo construye muy poco y nunca fueron capaces de urdir un bloque histórico, aunque pensando en la hegemonía, como diría Gramsci, falta de coherencia cultural.

El esquema, común a los ensayos fascistas todos, se tornaba al poco tiempo conservador, autoritario y lineal. Derivaba inextricablemente en una forzosa disciplina dinámica de “Orden, jerarquía y obediencia”.

Así en Italia, Alemania, España y especialmente en el país de los soviets que, sin embargo, exhibió sus especificidades, pero sin dejar de mostrar su genealogía fascista.

En América Latina, Brasil, Argentina, México, conocieron y aún padecen dentro de su conciencia histórica de la tara fascista y por eso, tal vez, les ha costado mucho desembarazarse de ello y edificar una democracia estable y progresista.

¿Se distingue el fascismo de la dictadura? ¿Es el populismo una degeneración democrática o una secuencia fascistoide? Para responder es impajaritable un paseo doctrinario, pero sin ninguna pretensión ni acudida a la historia del arte.

De muchacho, leí temprano un texto muy apreciado en ese tiempo: Fascismo y dictadura del greco francés y marxista Nico Poulantzas. Puedo evocar que el talentoso Poulantzas encontraba más fascismo en la Alemania de Hitler que en la Italia de Mussolini y, todavía más, coincide con Lenin al denunciar el economicismo como el error central de la III Internacional empero, también su análisis apunta a la evolución del capitalismo y a la complejidad de la fase superior, el imperialismo.

Las dictaduras militares como la griega, que no es fácil equipararla a aquellas latinoamericanas, dado su entorno cultural y sus condiciones endógenas, no creo nos asistan en la procura de una respuesta a la primera de las interrogantes que nos formulamos, quizás por el enfoque siempre reincidente del original, pero marxista al fin de Poulantzas.

Las dictaduras se erigen como una propuesta de orden y obediencia, pero no forzosamente ideologizante. El fascismo lo intenta, aunque carece por lo general de la cohesión ideológica para lograrlo. Tal vez allí esté una diferencia substancial a no soslayar. El fascismo quiere, necesita totalizar; las dictaduras no, les basta la neutralidad, el silencio y la inacción.

¿Es el populismo una degeneración democrática o una secuencia fascistoide? Repito para repristinar la temática de reflexión en la interrogación. Hay una peligrosa carga genética del populismo de índole fascista.

El populismo como el fascismo son vocablos cuyo sentido es volátil. El componente demagógico ciertamente vaga en cada sublimación del discurso. Decirle a la gente lo que quiere oír se entremezcla con la velada amenaza de imponérselo y luego, genética al apoyo, se le presenta una dilemática despersonalizante, el pueblo es todo, pero para dárselo todo tienes que ser parte de él y allí se formaliza y legitima la distinción entre los del pueblo que lo es todo y los que no son del pueblo ni ciudadanos deberían tampoco ser.

Dos elementos finales y disculpen la extensión del artículo, me lucen de lo más importante. El primero es que el Estado se convierte en el hegemón practicando la defensa y promoción de los derechos del pueblo, por encima de los derechos individuales y en general de los derechos humanos porque son comunes a todos.

La segunda es también muy clave para desocultar la condición fascista de los populismos. Se conculca progresivamente la verdad en provecho de la adulteración de los hechos para mantener y acostumbrar a una versión sesgada pero conveniente. No en vano Calamandrei brillante dirá queel fascismo es el régimen de la mentira”.

Finalmente, y volviendo al punto que en el alba de nuestra letra de hoy mencionó la propuesta del chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo de legislar contra el fascismo, concluyo que será un acto del fascismo socialista, el fascisocialismo como le he llamado antes para perseguir y herir a los osados disidentes, camino como nos advierte Miguel Henrique Otero en el editorial de El Nacional de hace una semana, a la instauración del Estado terror.

¡Dios nos libre de este mal!

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