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Del elenco del fracaso y la desesperanza aprendida

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Foto Juan Barreto / AFP

Tenemos que superar esta nueva adversidad, sacudirnos el polvo y recomponernos con actitudes y acciones que despejen nuestra lucha de aquellos obstáculos que nos han impedido vencer a estos malandros que nos gobiernan por más de 21 años. Esa tarea no la podrán emprender aquellos “dirigentes” políticos que luego de embaucar a los incautos venezolanos, que fueron reclutados bajo el falso lema “unitario” para ocupar los espacios y desde allí reorganizar la oposición, se desentienden de esa responsabilidad y se preparan para nuevos desatinos y fracasos con un pueblo al que han dejado en peores condiciones, anestesiado por el desengaño.

Parte del título de este artículo lo tomamos prestado de un tweet del tocayo Víctor Maldonado, cuando refirió que: “El elenco del fracaso no tiene otro repertorio”. Su connotación va más allá de ser un simple calificativo para convertirse en una expresión que universaliza la creciente frustración del venezolano. Pudiera parecer por ello que nada útil queda ya en nuestra Caja de Pandora, pero no es así. Las dos decisiones más importantes, que en lo inmediato deben tomarse para recuperar y mantener viva la esperanza, son: deslastrarnos del elenco del fracaso y superar el estado de indefensión aprendida.

Seguramente el lector tiene conocimiento pleno de quiénes integran ese elenco. Son los mismos que ─de tiempo en tiempo─ se consagran en las derrotas que les propinan sus propios egos y no atinan en un desenlace que sea producto del desprendimiento de intereses subalternos. Son los franquiciadores que como amos colocaron en el mercado a sus organizaciones para obtener beneficios en negocios indebidos con el régimen chavomadurista y con el ahora régimen interino de la oposición. Esos, que han montado al pueblo venezolano en una “montaña rusa” de tácticas y estrategias, con sus decisiones y posiciones incoherentes y contradictorias.

En fin, son los que ya no deberían continuar representando a quienes han sorprendido en su buena fe y llevan entrampados a tener que decidir, de cuando en cuando, en el siniestro y angustiante dilema de votar o no votar, en el entendido de que no cambiarán las cosas con cualquiera de las dos opciones. Son los verdaderos responsables de una abstención que se produce por la desconfianza que generan.

En cuanto a la indefensión aprendida, se trata de una teoría del reconocido investigador Martin Seligman, director del Departamento de Psicología de la Universidad de Pensilvania, que hace referencia a “un estado de desmotivación donde el individuo se abstiene de emitir respuestas para evitar o escapar de un estímulo aversivo al cual ha sido previamente expuesto”. Es una especie de “síndrome” que en el ámbito socio-político venezolano se ha inoculado para neutralizar las naturales reacciones de un pueblo castigado con saña y perversión. Es precisamente de esa forma como logran convencer a los venezolanos para que aceptemos con resignación la pérdida de nuestros derechos sin resistir ni protestar, bajo la consigna de que hagamos lo que hagamos no va a servir de nada. Así ha funcionado con el castrismo en Cuba y lo han impuesto en Venezuela.

En el marco de estas vicisitudes, conviene tener claro que en vez de seguir sumidos en la desesperanza aprendida que nos lleve a la depresión, lo que debemos es transformar esa indignación que tenemos en una reacción que el régimen ensoberbecido no se espera. Después de deslastrarnos con este revocatorio moral de la dirigencia fracasada, debemos concebir nuevas tácticas y estrategias en una lucha que tendrá que reactivarse con una planificada organización ciudadana, que apuntale una conciencia colectiva en el rescate sostenido de principios, valores y derechos de todo un pueblo ganado para esos objetivos. La tarea será ardua, pero dará sus frutos.

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