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Del ciudadano y otros dilemas más

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Maestro, hemos visto a un hombre, que no es de los nuestros, expulsar demonios en tu nombre, y se lo hemos impedido. No se lo impidan, dice Jesús, porque nadie puede hacer milagros en mi nombre y luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros está con nosotros’ (Mc 9, 38-40)”.

No es fácil entender a la membresía del cuerpo político venezolano, no sin antes ensayar de comprender a la ciudadanía de que disponemos. Y no es un juego de palabras o de espejos o de ardides lingüísticos. La opacidad de la política de esta hora confunde a unos y a otros y no solo en el concepto, sino en la acción que es realmente la política.

Dicho en otros términos, la ciudadanía desciudadanizada actual trasluce un fenómeno que compromete también seriamente a los fundamentos mismos de nuestra ingeniería pública. ¿Somos aún una república? Es otra legítima interrogante que se plantea, de necesaria o más bien impretermitible abordaje.

¿Y la democracia? La vemos perdiendo su propiedad de sistema de gobierno e incluso, poco va quedando de aquello que Burdeau le atribuía, la de ser también una forma de vida. Ese es realmente uno de los legados del difunto y su influencia en la Venezuela que agoniza luego de 22 años de su llegada al poder; ni república ni democracia podría afirmarse con sobradas razones.

El asunto se pone en evidencia al examinar la significación del 6D y del 7D como convocatorias ciudadanas que lucen contradictorias, pero no por ello menos pertinentes. Venimos por un camino lleno de desencuentros y desequilibrios y nos topamos con una bifurcación que define, en el momento, lo que somos como sociedad política. Me explicaré de seguidas.

El 6D se llevará a cabo un evento que ha sido presentado como una elección de nuestros representantes como pueblo soberano. Basta leer, entre otros varios, el artículo 187 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para que nos percatemos de la importancia y significación que tiene la Asamblea Nacional en el escenario institucional. Debe legislar y además debe controlar al ejercicio del gobierno y así mantener al poder en parámetros constitucionales y legales.

Rousseau, Locke, Montesquieu insistieron en que el parlamento constituía el primero de los poderes y la ley, el instrumento que reunía la legitimidad y la legalidad como valores fundamentales de la estructuración institucional. Sin ellos, inevitablemente llegaría el abuso, el exceso y la desviación del poder y, desde luego, se comprometería la libertad.

Paralelamente; la Constitución emergió como el elemento estabilizador que al tiempo que cuidaba las libertades y derechos ciudadanos, limitaba y controlaba al poder, cuya genética lo presenta cargado de intensidad y afanes. No me cansaré de recordar a Ferrajoli, «El poder —todos los poderes, sean estos públicos o privados— tiende en efecto, ineludiblemente, a acumularse en forma absoluta y a liberarse del derecho«(El garantismo y la filosofía del derecho, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000, p. 121).

En rápido resumen, se han dispuesto las cosas en cuanto al arquetipo propio del Estado constitucional, fruto evolutivo de la modernidad para la salvaguarda de los elementos centrales que permitan la coexistencia de la libertad y el control de quién puede amenazarla y ello incluye al mismísimo poder estatal.

Por las dudas y en claro ejercicio de menosprecio y desconocimiento se montó el oficialismo el exabrupto de la llamada ley antibloqueo, que acelera la desconstitucionalización en curso, proceso que ha conocido varios hitos; el de 1999, 2001, 2005, 2007, 2009, 2013, 2018 y 2019/2020 correspondiente a giros que vulneraron de distintas maneras la república constitucional, además.

Pero 2020 desnuda el intento final contra la representación nacional. El 6D realizarán un simulacro con sabor a despojo y para conculcar la soberanía que, por momentos, encarnaron las mujeres y hombres electos en diciembre de 2015 y que hoy en día tiene al muchacho de La Guaira, Juan Guaidó, al frente. La barbarie viene por la AN para así mantener el poder sin control, sin deber, sin responsabilidad y el país sin rumbo ni certeza.

Rodilla en tierra… me parece escuchar a Maduro gritando en sus adentros, ¡el fraude va! Ya lo había hecho antes en ocasión de la seudoelección de mayo de 2017, cuando maniobró para reelegirse sin competencia real.

La fragua que adultera la democracia y los comicios del 6D hasta hacerlos visiblemente írritos y nulos, “ipso juris”, se ha triangulado desde los poderes públicos tales como Contraloría General de la República, inhabilitando a los adversarios del régimen; la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, usurpando competencias de la Asamblea Nacional para integrar indebidamente el cuerpo rector electoral y facultarlo para normar, sin poder hacerlo en derecho, además de, en el colmo de los abusos, proscribir directivas partidistas y sustituirlas por arácnidos que se han prestado para desplazar a la genuina dirección de las organizaciones políticas; y el fistulado Consejo Nacional Electoral, cómplice necesario y militante, llamado a impedir un proceso limpio, transparente, libre, secreto, universal como debió ser.

Votar el 6D es simplemente contribuir a la comparsa de un inicuo ejercicio de falaz democracia, torcido por la maniobra y vaciado entonces de legitimidad y legalidad. Hacerlo es, como ha sido dicho, votar para no elegir porque el previsible resultado ya se adelantó a lo largo de la parodia electoral que el régimen realizó. ¡Yo no votaré en consecuencia!

Empero lo escrito, trasciende otro llamado a la participación, en la convocatoria y consulta del 7D, en la que libremente y solo los que lo quieran y puedan hacerlo, manifestarán su parecer sobre el 6D y, sobre la perniciosa –cómo llamarla de otra forma, visto el país que se muere de mengua y desesperanza cada día–  permanencia en el poder de Maduro y sus asociados.

Al respecto debo decir que se trata de un acto político pero no insignificante como dijeron algunos. A pesar de lo dispuesto en el artículo 70 de la CRBV sobre el carácter vinculante de los actos de participación ciudadana, no esperan los organizadores ni los ciudadanos que los usurpadores y sus cerberos y cancerberos de uniforme, socios dijimos, en el latrocinio que hundió al país lo respeten pero, es un gesto soberano y democrático que dejaría un testimonio probatorio de resiliencia y será además, un reinicio de la gesta pendiente para la liberación de la Venezuela que clama por un cambio que no puede esperar más.

Por esas razones, modestamente, los que tengamos oportunidad de reflejarlo en los medios virtuales y luego presenciales, manifestaremos desde el 7D y hasta el 12D lo que pensamos y decimos a diario. Es una conducta definitiva en demanda de justicia y de respeto a la dignidad de la persona humana de cada venezolano.

No será fácil, el país adolece de servicios y batalla contra los esbirros además. No hay servicio eléctrico regular sabemos, ni Internet, pero hay voluntad y convicción sobre la necesidad de esta acción que haremos efectiva en nombre de todos, los que podamos completarla.

El usurpador se prepara para la eternidad porque camina sobre un terreno que cree conquistado por la represión, las armas, el miedo, el odio, el ateísmo materialistas de la piara mediocre que lo acompaña pero, aun queda clase en nuestro pueblo que, no por sufrido se ha rendido.

Nuevamente y para concluir recurro al poeta, heraldo yacente en un discurso que me tocó en suerte pronunciar pero cuya reminiscencia, digo la del poeta, es flor que no se marchitará jamás porque, en su palabra obra el alma sin tapujos ni cortapisas. Es cruda, grave, total la voz de Gabriel Aresti  y su canto, asume su patria, como la casa de su padre, como su lar de siempre. El vasco desde Euskadi clama, grita, aúlla:

“Defenderé la casa de mi padre; contra los lobos, contra la sequía, contra la usura, contra la justicia,

Defenderé la casa de mi padre; perderé los ganados, los huertos, los pinares,

Perderé los intereses, las rentas, los dividendos pero defenderé la casa de mi padre,

Me quitarán las armas y con las manos, defenderé la casa de mi padre,

Me quitarán las manos y con los brazos, defenderé la casa de mi padre,

Me dejarán sin brazos, sin hombros y sin pechos y con el alma, defenderé la casa de mi padre,

Me moriré, se perderá mi alma, se perderá mi prole pero la casa de mi padre, seguirá en pie”.

Ciertamente Venezuela se tambalea pero, compatriotas, de ustedes y de nosotros depende que pueda seguir en pie. Con Dios por delante.

[email protected]

@nchittylaroche

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