Abunda la evidencia que la falsa oposición atrincherada en el llamado gobierno interno de Juan Guaidó trabaja activamente en una nueva estafa política. El objeto de este nuevo fraude es justificar ante los venezolanos la necesidad de levantar las sanciones al régimen con el pretexto de permitir la entrada de la ayuda humanitaria y participar en las elecciones regionales de noviembre para supuestamente lograr o mantener “espacios de lucha democrática”.
En realidad para millones de venezolanos resulta evidente que lo que quiere la falsa oposición es regresar a la talanquera del estado chavista para compensar la inevitable pérdida de apoyos del llamado gobierno interino. Los Estados Unidos y la Unión Europea han ido ajustando progresivamente sus posiciones hasta llegar a un punto donde la reiteración del respaldo a las negociaciones entre el Interinato y el régimen chavista se entienden más como una fecha de vencimiento precisa de una caricatura de gobierno diseñada para operar en forma indefinida. Pero todo indica que estos países necesitan retractarse de un apoyo diplomático que no lleva a ninguna parte y solo ha servido para justificar la burocracia y la corrupción del interinato que preside Juan Guaidó.
Sin embargo, aunque todo esto puede resultar claro para muchos no deja de ser curioso examinar el tipo de negociación en la cual nuevamente se han embarcado la falsa oposición y el régimen chavista. Se trata de un asunto de interés porque pone en evidencia, una vez más, los mecanismos internos de una estafa política continuada que comenzó en 1999.
Lo primero que llama la atención de esta supuesta negociación entre la falsa oposición y el chavismo es el contraste entre el afán de la primera con el desinterés del segundo en llevarlas adelante. Es evidente que la falsa oposición está buscando unas negociaciones en las cuales el chavismo no tiene el menor interés. Algunos operadores mediáticos al servicio de la falsa oposición y el interinato han creado teorías para vender la idea de que el régimen chavista está acorralado por las sanciones y desesperado por buscar una negociación que las suspenda. De esta forma se intenta argumentar que es el chavismo el que está urgido por negociar para mejorar su posición.
Desde el ámbito de la política real esto ha resultado una completa falacia. No hay tal interés del chavismo en negociar porque además tampoco es cierto que el régimen chavista haya sido sustancialmente afectado por las sanciones. Mientras países como China, Rusia, Irán y Turquía sigan traficando diversidad de bienes y servicios con el estado chavista, frente a las costas de Estados Unidos, no habrá forma que el régimen pueda sentir el peso de unas sanciones que ya por diseño eran débiles.
El régimen chavista podría seguir operando varios años más con el esquema actual de las sanciones, pero sin que estas hayan logrado un efecto mínimo ya se está pidiendo que se levanten. Y aquí se presenta otra curiosidad en estas negociaciones. Es precisamente la falsa oposición quien pública y privadamente ha emprendido un lobby agresivo para justificar el cese de las sanciones al régimen chavista. Lo extraño es que lo pidan incluso antes de hacer la parodia de sentarse a dialogar con su contraparte.
La excusa pública para semejante maroma no podría ser otra que permitir el ingreso de las vacunas contra el COVID y la ayuda humanitaria a Venezuela. De esta forma miserable y audaz la falsa oposición y el interinato esperan que los venezolanos los miren con ojos de piedad mientras ellos se benefician de las negociaciones con el régimen. Esta es la misma política que busca hacerse perdonar por el saqueo de los activos en el exterior ofreciendo un bono de 100 dólares a todos los trabajadores de la salud, oferta engañosa sobre la cual más nunca se volvió a hablar. Estos son los mismos operadores que han articulado una costosa campaña publicitaria llamada “Acuerdo para la Salvación Nacional” cuya perversión busca hacer a los venezolanos cómplices de la traición justificándola como un sacrificio necesario por el bien de la nación.
La política de la falsa oposición y el llamado interinato de Juan Guaidó ha fracasado en su supuesto propósito de sacar al chavismo del poder. En su alegado intento ocurrieron otras cosas. Unos operadores se hicieron más ricos que otros manejando a discreción los activos de Venezuela en el exterior. La inminencia de un real cese de los apoyos internacionales a un gobierno que opera como lobby más que como estado ha llevado a un cambio abrupto y apurado de dirección. El llamado “cese de la usurpación” ha sido sustituido por un militante cese a las sanciones contra el régimen como tributo público que le permita a la falsa oposición entenderse con el chavismo en la etapa de la nueva normalidad.