Somos varios a los que se nos duermen las manos de escribir para alertar sobre los desbarres nacionales. Es inútil e ingrato, creo que más bien debiéramos hacer propuestas y lanzar loas sobre los discursos disparatorios –de lado y lado, así que los émulos y corifeos de Julio Borges, Ramos y resto de la comparsa quiten esa cara de «yo-lo-tengo-dicho-de-esos-burros-chavistas»– con que tratan de anestesiar al país. Y a veces lo logran.
Es hora de prender un fogón al que arrojar latas de mirra, perolas de estoraque y calderos de trementina, acompañados de las respectivas brazadas de cedro libanés, para sahumar a los egregios miembros de la muy honorable asamblea nacional constituyente, constituida por obra y gracia de nuestro nunca bien ponderado líder Nicolás Maduro, ínclito conductor de las proletarias masas que no comen ni duermen, esperando sus clarificadoras palabras.
No es posible que un jurisconsulto de la talla planetaria del muy insigne Maikel Moreno, del que algunos andrajosos han osado burlarse diciendo que es una representación del Moreno Michael, no sea todavía llamado a presidir la Corte Interplanetaria de Justicia Popular. Sus sentencias ya quisiera el Libro de los Jueces poder narrarlas, Otoniel y Débora fueron dos necios imberbes al lado de la sapiencia que derrama cada línea de cada sentencia redactada por tan excelsa pluma, gnosis que ya hubiera querido tener el propio Servio Tulio al comentar el edicto del pretor en la Roma del siglo VII antes de Cristo.
Es insólito que al excelso estratega de nuestros tiempos, el Catón de Monagas, algunos insolentes le llamen Tapón de Tanque o que se burlen de un arrebato de amor paternal como el que tuvo a bien mostrar el muy sepulto comandante intergaláctico al llamarlo Ojitos Lindos. Ya hubieran querido semejante inspiración en 1929 los cubanos Adolfo Utrera y Nilo Menéndez cuando compusieron «Aquellos ojos verdes»; hoy la historia de la música popular latinoamericana sería otra. Honor y gloria a los vastos campos del llano monaguense que entregaron al orbe el mejor de sus frutos.
Resulta altamente irritante que no sea reconocido el cacumen del sabio Jorge Rodríguez. ¡Qué Fernández Morán, ni qué Jacinto Convit ni qué niño muerto! Es que Jung y Freud eran unos soberanos zoquetes al lado suyo. Y de sus habilidades literarias ni hablar, Herrera Luque y Jaime Ballestas son dos ignaros de tomo y lomo al compararlos con él, no en balde el no menos honroso Rafael Poleo nos iluminó haciendo saber que era el ser más culto que jamás haya hollado el suelo patrio.
Como bien se han de imaginar la mezquindad no puede llegar al punto de negar a los no menos valiosos representantes de los gloriosos partidos políticos, que tanto se han sacrificado en el altar de la patria por nuestro bienestar y gozo de la vida, sus aportes inmarcesibles. ¿Acaso hay algo que denote mayor preocupación por todos nosotros que las frondosas cejas del ilustre padre de los tripochos Borges? ¿Ustedes han visto la ciencia que de ellas emana cuando las frunce y por poquitico así se juntan hasta casi hacerse la envidia de Frida Kahlo si lo hubiese conocido? Pero es que hemos perdido toda dimensión del respeto que debemos a nuestros honorables dirigentes.
Es inaudito, insólito por demás, que un orador con la facundia del doctor Ramos, sea objeto de befa y comentarios preñados de aviesas intenciones para tratar de ser apartado de su rol de ilustre conductor de las masas harapientas y campesinas. Ya hubieran querido Demóstenes, Churchill y Lincoln tener el gracejo de su hablar y la hondura de sus ideas. Por supuesto que casi lo mismo vale para ese otro prócer surgido de las tórridas tierras marabinas, Manuel Antonio Rosales; porque al César lo que es del César: al señor de las flores le falta el toque del Medio Oriente que su ex compañero de partido tiene.
Irrita sobre manera que la inocencia del ex gobernador de Miranda trate de ser vapuleada por aquellos insensatos que de él denigran con fruición. ¡Así no se puede! ¿Dónde se ha visto que un excelso dirigente como él, demócrata a carta cabal, rinda cuentas de sus acciones? Hombre de esmerada educación, al punto de no armar un escándalo ante los rumores infundados de fraude, lo cual no son más que vainas de Bernardo Márquez quien siempre quiere encontrar la quinta pata del gato.
Imposible dejar de mencionar al «encargado», a quien ya empiezan a tildar de pusilánime, de estar llegando al mismo puerto donde han atracado los otros capitanes sus navíos luego de navegar por las procelosas aguas de la voluntad popular.
Ya basta, vade retro satanases, es hora de que vayan a joder a otro lado con su letanía de transparencia, honestidad y justicia. ¿Hasta cuándo piensan seguir con sus cantaletas del país que merecemos ser? ¡Insensatos, reata de burros mal amañados! Ya es hora de que comencemos a reconocer el sudoroso esfuerzo de estos grandes hombres con que Dios premió nuestro país. Ha llegado el momento de exigir: Déjenlos «dirigenciar» en paz. ¿Es que no se han dado cuenta que como nos legó el inigualable Manolito Peñalver, no somos suizos?
© Alfredo Cedeño
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