A medida que nos acercamos al final de la COP28, decenas de miles de delegados de todo el mundo continúan explorando la intersección del clima con otros objetivos globales. Temas tan diversos como la salud, el género, la juventud, la educación y una transición justa se están discutiendo en los numerosos pabellones y centros que conforman Expo City Dubai. Esto no es una coincidencia. La omnipresencia del cambio climático y la interconexión de los desafíos que enfrenta el mundo demandan una respuesta holística y coordinada por parte del gobierno, las empresas y la sociedad civil.
Uno de los ejemplos más pertinentes de esto es el incontrovertible nexo entre los esfuerzos para descarbonizar la atmósfera global mediante reducciones masivas de emisiones, preservar y mejorar los sumideros de carbono naturales y la biodiversidad, y generar oportunidades de crecimiento equitativas para miles de millones de personas que aún no las tienen. Estas tres grandes misiones están tan estrechamente entrelazadas que deben perseguirse de manera coordinada. De lo contrario, existe un riesgo importante de que el progreso bien intencionado en cualquiera de estos ámbitos obstaculice el progreso en otros.
Esta dinámica es especialmente pertinente en el Sur Global, que alberga a 75% de la población mundial y que ya está soportando las peores consecuencias del cambio climático con problemas como el calor extremo, la escasez de agua y la mala calidad del aire que crean desafíos sistémicos. Esto a pesar de que el 10% más rico del mundo tiene una huella de carbono per cápita 11 veces mayor que el 50% más pobre de la población mundial. Por eso la presidencia de la COP28 ha puesto tanto énfasis en facilitar la auténtica inclusión y participación de naciones y empresas en mercados emergentes y economías en desarrollo, donde con demasiada frecuencia se pide a los tomadores de decisiones que elijan entre la acción climática y el desarrollo humano.
En este contexto, está claro que ya no podemos permitirnos separar la agenda de desarrollo humano, que abarca 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, de la agenda climática y de la naturaleza. Son dos caras de la misma moneda, y el filo de esa moneda es una política climática inclusiva que abrace una evolución más verde de todos nuestros sistemas, asegurando al mismo tiempo que todas las vidas y medios de vida se vean impactados de manera positiva. Esto no es solo una ambición elevada, es nuestra única opción realista si queremos abordar el cambio climático y la pérdida de la naturaleza de manera que no deje a nadie atrás.
¿Qué significa esto en la práctica?
Sobre todo, es esencial que las estrategias de descarbonización y protección de la biodiversidad se diseñen e implementen de manera que promuevan, en lugar de socavar, los objetivos centrales de la ONU de erradicar la pobreza y mejorar la calidad de vida de los 8.000 millones de nuestros conciudadanos en todo el mundo hoy y las generaciones futuras. Esto debe ser la base de una transición justa. Después de todo, el extraordinario aumento en el acceso a energía asequible y confiable, estrechamente vinculado a suministros de alimentos asequibles, ha sido la base para la transformación de las vidas de miles de millones de personas, el acceso a la atención médica y la esperanza de vida durante décadas. Es absurdamente inmoral esperar que miles de millones de personas en todo el mundo, incluidos los 800 millones sin acceso a electricidad hoy y los 2.300 millones sin acceso a combustibles limpios para cocinar, no busquen mejorar la calidad y la longevidad de sus propias vidas de la misma manera. Inhibir el desarrollo económico y humano, que está innegablemente respaldado por energía asequible y accesible y que ha visto caer las tasas de pobreza global en más de 75% desde la década de 1990, simplemente no es una opción.
Por último, ya no podemos ver la naturaleza como ornamental, sino que debemos abrazar la realidad de que es fundamental en nuestra búsqueda colectiva de una existencia cero neto y próspera. Por eso necesitamos ver una expansión masiva de las inversiones globales en naturaleza y biodiversidad, reconociendo que son integrales para la búsqueda de nuestros objetivos climáticos y de desarrollo humano. Esta es una oportunidad especialmente vital, con el potencial de que las soluciones basadas en la naturaleza generen un tercio de la ruta de reducción de emisiones requerida para limitar el calentamiento global a 1,5 °C.
Tal vez lo único en lo que todos, en todas partes, pueden estar de acuerdo es que el enfoque hasta ahora no ha funcionado. Las emisiones globales son 50% más altas hoy que en la primera reunión de la COP en 1995. Las tasas globales de reducción de la pobreza se están desacelerando. La biodiversidad está bajo una amenaza mayor hoy que en cualquier momento de la historia registrada. A medida que comienza la segunda semana de la conferencia ya transformadora de la COP28, es responsabilidad de todos nosotros, en todos los sectores, seguir cerrando la brecha de confianza. Podemos hacer esto proporcionando la confianza tan necesaria a todas las comunidades del mundo de que el cambio climático y la pérdida de la naturaleza se están abordando de manera que promueva, en lugar de amenazar, la salida continua de la pobreza para miles de millones de personas.
Badr Jafar es el representante especial de Negocios y Filantropía de la COP28.
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