La reciente decisión de Estados Unidos, Alemania, Francia y otros Estados europeos de permitir que Ucrania use el armamento por ellos proporcionado para atacar territorio ruso (con ciertas limitaciones) es conveniente para el interés compartido por Ucrania y el Mundo libre de detener, por lo menos, el expansionismo putiniano y hacerle pagar costos crecientes por la invasión.
La decisión aludida debió ser adoptada hace tiempo, solo que la inconciencia y la irresponsabilidad, cuando no la complicidad con Putin de algunos sectores dirigentes europeos y estadounidenses: en especial las derechas en Europa y los republicanos en Estados Unidos ha retardado la cooperación y ayuda financiera y militar a Ucrania a niveles de suficiencia, puesto restricciones que limitan su capacidad defensiva y explican en parte la ausencia de éxito en la contraofensiva de finales del 2023.
A Putin le conviene la extensión sine die de la guerra mientras Rusia no pague ni sienta los efectos destructivos de la misma en su propio territorio ni atente seriamente contra la calidad de vida de la población. Le es funcional internamente porque le permite sostener y afianzar sin límites su poder y control argumentando la seguridad nacional.
El estatus actual de la guerra y su prolongación le beneficia porque dispone de más recursos humanos y materiales que Ucrania y no sufre daños materiales de consideración fronteras adentro que impacten negativamente en la maquinaria militar, la infraestructura productiva y de servicios. Putin demuestra haber aprendido la lección proporcionada por la etapa inicial del conflicto e introducido los cambios en el terreno bélico y en la economía acorde con sus objetivos.
Ante el fracaso de su particular guerra de movimientos en formato blitzkrieg debido a la resistencia de los invadidos y la ayuda de la OTAN, Putin decidió replegarse adoptando una estrategia defensiva aprovechando las debilidades y carencias en armamento, suministros de Ucrania para pasar a la ofensiva con posibilidades de éxito así como la limitación de usar armamento de la OTAN contra el territorio ruso para afianzar su control interno deshaciéndose de sectores críticos con la guerra o su conducción, enemigos reales o potenciales; estrechar lazos y alianzas con estados que puedan contribuir a aliviar los efectos de las sanciones y abastecerlo de material bélico sin limitaciones de cantidad y uso.
Durante el invierno y la primavera Rusia escaló su campaña de destrucción sin límites ni discriminación de la infraestructura de Ucrania y lo que es más grave, continúa cometiendo crímenes de guerra al bombardear ciudades y pueblos con el consiguiente daño a civiles inermes. El objetivo de estas acciones es convertir a Ucrania en estado fallido y minar a fondo la moral y el espíritu de resistencia de la población. Además, aprovecha la guerra en Gaza para desviar la atención de lo que ocurre en Ucrania e incrementar la impunidad con la que opera.
Existen indicios de que Rusia prepara, para el verano, una nueva ofensiva terrestre que le puede servir, al menos, para: recuperar el terreno perdido, mejorar su posición ante una eventual negociación o, en el mejor de los casos, expandir su presencia hacia el oeste y el sur de Ucrania.
El Mundo libre debe prestarle a Ucrania toda la ayuda necesaria de manera oportuna con el objetivo de preservar su existencia e integridad territorial y convertir su invasión para Rusia en lo mismo que la intervención en Afganistán de 1981 terminó resultando para la Unión Soviética. Evitando al máximo la extensión del conflicto a otras zonas geográficas. Una ganancia adicional de ese posicionamiento es el poderoso mensaje disuasivo que se le envía a China.
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