OPINIÓN

Decapitan la libertad 

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

Las facultades del pensamiento y la comprensión nos definen como seres humanos y alcanzan sentido, relevancia y potencia cuando las convertimos en ejercicios indeclinables de libertad. Estamos llamados a discernir la realidad, compenetrarnos con la complejidad de la condición humana y salvaguardar el valor de la libertad. Observamos a una clase política corrupta y pusilánime, con bajo calado, con poca profundidad en el pensamiento, con serias limitaciones en la evaluación de las acciones y consecuencias generadas por el eco sistema criminal. Carecen de trascendencia, son almas rotas.

Políticos sin virtudes pretenden sumergirnos en una vida sin futuro y cargada de muchas angustias. Sabemos que después del totalitarismo sobreviene la nada, la ruina, la deshumanización, nos quedamos desnudos e inertes frente al derrumbe de las instituciones en medio de un país destruido por los usurpadores del poder.

Los zafios lograron, cual delincuentes que son, desconectar su bienestar personal a punta de robo, del bienestar colectivo ahogado en la inopia. Con ellos al mando desapareció primero la producción petrolera de una industria, otrora solida, que la hiperinflación salvaje y mortuoria permanente.

Los lustrabotas -seudoempresarios- de los opresores, se abren oportunidades de negocios y dejan de lado el valor de la libertad, lo que muestra su indigencia espiritual. Jamás -por más dificultades que nos abrumen en medio de la inmensa pela que significan estos terribles 22 años de ignominia- debe perderse el alto sentido de la vida y caer en el hondo vacío de propósitos. Es sabido que los fines y valores conforman la columna vertebral de toda acción política digna de llamarse así.

La falta de comida y el hambre es un peso enorme para cualquier existencia, pero jamás deberán obstruir nuestro sentido de libertad. Las dificultades no entrañan de ninguna manera imposibilidades. Proclamamos que sin libertad la vida no vale la pena de ser vivida. Se puede vivir con hambre pero jamás con miedo y sin libertad. No se entienda por venganza nuestra aspiración a la justicia, nuestras ganas porque se imparta justicia ante tanto cúmulo de crímenes impunes. Jamás cohabitaremos con la intolerancia. No sólo la comida nutre nuestro sentido de libertad, como si fuéramos seres básicos y autómatas. También la civilización, la educación y la cultura son alimentos esenciales para el discurrir de una sociedad democrática.

El mundo y sus instituciones girando alrededor de acuerdos suscritos en función del bien común, empleados en la salvaguarda de los derechos democráticos y el orden constitucional, deben atreverse a dar un salto cualitativo en la puesta en vigor de mecanismos más efectivos para contener y acabar con los tiranos que asolan las sociedades democráticas y subvierten el orden.

Ya basta de la eterna impunidad de los tiranos decretadas por jueces infames. En medio del caos social y político en Bolivia, generado por el fraude descarado de Evo Morales, se activó la sucesión presidencial con arreglo a la Constitución. Ahora la justicia dictatorial la emprende contra la expresidenta interina para lavarle la cara al malandro cocalero, acusado de repugnante pedofilia, y tapar la derrota de su partido en las recientes elecciones subnacionales.

Están imponiendo el modelo castro-chavista de criminalizar la disidencia.

La persecución y los presos políticos evidencian que Bolivia padece una dictadura en la que se violan derechos humanos y libertades fundamentales desde el poder, con leyes y jueces al servicio del régimen. No existe separación ni independencia de poderes. No se puede seguir permitiendo que la policía responda al mando de un partido. El exdictador Morales es rechazado por la población, pero su acomodada justicia, martillo represor, judicializa a la disidencia y descabeza a la oposición, al mismo tiempo que le concede a él total impunidad.

Esto forma parte de una operación criminal de dimensiones geopolíticas para desestabilizar las democracias del continente. Los militantes de la democracia deben articularse para frenar y acabar con esta abierta pretensión de dominación y subversión, fomentada por el grupete de Puebla y el Foro de Sao Paulo.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!