Las vacunas son las grandes responsables de que la pandemia haya ido desapareciendo de los titulares después de dos años. Actualmente hay diez vacunas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra la covid-19, una enfermedad que era desconocida en diciembre de 2019. Y hay más de 60 candidatos en pruebas clínicas avanzadas o pendientes de revisión regulatoria.
Este triunfo de la innovación ha sido replicado también del lado de la producción: a diciembre de 2021 se habían elaborado 12.000 millones de dosis, suficientes para inocular a la población mundial. Actualmente la oferta de vacunas excede por mucho la capacidad de distribución global. Desde junio de 2021, el número de acuerdos de producción entre empresas ha aumentado de 93 a 357. Esto ha sido posible gracias a la certeza legal que brindan los derechos de propiedad intelectual, que han permitido que incluso rivales comerciales cooperen compartiendo compuestos propios, plataformas y tecnologías para desarrollar nuevas medicinas e inundar el mercado en tiempo récord.
Aún así, algunos gobiernos y ONG sostienen que los países en desarrollo tendrían un acceso más expedito a las vacunas si se suspenden los derechos de propiedad intelectual. Ese es el argumento detrás de una propuesta planteada en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y que se encuentra ahora en las últimas etapas de negociación. De igual forma se está gestando en la OMS un nuevo tratado sobre Preparación Pandémica que debilitaría la protección de la propiedad intelectual.
Eliminar o debilitar los derechos de propiedad intelectual sobre vacunas y medicamentos en tiempos de pandemia sería contraproducente, puesto que minaría los incentivos para invertir en nuevas tecnologías y tratamientos. Por ejemplo, en el caso de las vacunas mRNA, el esfuerzo altamente especulativo detrás de esta tecnología solo dio resultado luego de décadas de intentos y ahora ofrece el potencial de soluciones rápidas a pandemias futuras y a otras enfermedades, incluyendo malaria y cáncer.
Si se socavan los derechos de propiedad intelectual, pocas empresas estarían dispuestas a comprometer recursos para desarrollar vacunas y medicamentos en una pandemia, o a entrar en acuerdos internacionales de colaboración y transferencia tecnológica. Esto dejaría al planeta dependiente de modelos de código abierto o libre de propiedad intelectual.
Los precedentes no son promisorios. Una vacuna libre de propiedad intelectual de la Universidad de Helsinki no pudo asegurar financiamiento para las pruebas clínicas, mientras que Corbevax, una vacuna sin patente desarrollada por el Hospital de Niños de Texas, ha sido autorizada para su uso en la India, pero aún no hay información pública sobre su eficacia o pruebas clínicas.
Si tuvieran éxito, las vacunas sin patentes podrían resultar útiles en el arsenal de preparación para futuras pandemias. Pero estos modelos libres de propiedad intelectual enfrentan dificultades al conseguir el capital y el conocimiento para acelerar la producción global. Por otro lado, hemos visto en tiempo real cómo las vacunas protegidas por la propiedad intelectual fueron desarrolladas, pasaron por pruebas clínicas, recibieron autorización regulatoria y fueron producidas y distribuidas en masa en cuestión de un año.
En lugar de limitar la propiedad intelectual en situaciones de pandemia, los gobiernos deberían enfocarse en medidas concretas para acelerar genuinamente el acceso a vacunas y medicamentos. Una manera sería impulsar una mayor armonización regulatoria a nivel global. Según Richard Hatchett, director general de la Coalición para Innovaciones en Preparación para Pandemias, si cada país condujera su propio proceso de revisión de vacunas, eso obligaría a un fabricante a someterse a 190 procesos regulatorios distintos.
Además, múltiples barreras comerciales han trastornado la disponibilidad global de las vacunas. Las restricciones a las exportaciones impuestas por India en abril de 2021 significaron que Covax se atrasara por 190 millones de dosis para junio de 2021, lo cual atrasó significativamente la respuesta a la pandemia en los países de menor ingreso. Los gobiernos deberían comprometerse en el marco de la OMC a que eso no pueda volver a ocurrir.
La covid ha demostrado lo que funciona y lo que no en tiempos de pandemia. La propiedad intelectual es a todas luces fundamental. Sería un craso error debilitarla para esta o futuras pandemias.
Philip Stevens es director ejecutivo de la Geneva Network en Londres, una organización que se enfoca en política internacional sobre innovación.
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