Si usted me hiciera esa pregunta, mi respuesta sería no. ¿Por qué? Es muy sencillo: si a los adultos nos cuesta seguir las reglas que impone la pandemia, ¿cree usted que los niños lo harán?
Sigo sin entender cuál es el objetivo de abrir clases con presencia física en el aula. No solamente por los niños, sino también por los maestros y todos lo que tienen relación con su funcionamiento.
Aún estamos sufriendo las consecuencias de la apertura precipitada de nuestros estados. Específicamente, ciudades como Miami están padeciendo por una pandemia que, después de haber sido casi controlada, se ha desbordado con la apertura. Al punto de ser el epicentro por varias semanas de todo Estados Unidos en cuanto al COVID-19.
Entiendo la necesidad de abrir ciertos negocios. Si no, ¿de qué la gente va a comer y cubrir sus necesidades? Entiendo la urgencia de reavivar la economía de nuestros países, pero aún así creo que la vida de los seres humanos es más importante que el dinero y la permanencia de los negocios.
¿Qué pasaría si nuestros niños terminaran este año recibiendo la instrucción a través de Internet? ¿El mundo se acabaría? No. Como dijo una madre: «Yo prefiero tener a mis hijos vivos, aunque tengan que repetir el año escolar».
Quisiera que alguien me explicara, como si yo tuviera cinco años, ¿cómo diablos van a lograr los maestros que los niños mantengan la distancia social, no compartan sus alimentos, conserven sus manos limpias, no se toquen la cara ni los ojos y, lo más difícil, no corran, suden y después se abracen?
Hoy vi a un niño en Internet, cuya foto se hizo viral. Su madre lo mandó a comprar algo y él no quería ir solo. Decidió llevar a su perro, pero antes le puso una mascarilla. Hay que reconocer que nuestro mundo no está lleno de niños como estos, aunque existen.
Si no hemos logrado que adultos y adolescentes usen mascarillas, ¿qué nos asegura que los pequeños lo harán? Tampoco creo que la mayoría de las escuelas de Estados Unidos —ni qué decir de las de Latinoamérica— tengan el espacio suficiente para mantener la distancia social. La socialización, o sea, jugar con sus compañeros, aprender unos de otros, hacer la tarea juntos, es importante; pero aún más importante es mantener a nuestros hijos sanos y tratar de que sigan aprendiendo desde casa.
Sé que esto es sumamente difícil para los padres que trabajan y dependen de lo que ganan para mantener su casa. Quizás, en este tipo de situación, pueda ayudarse a esos niños poniéndolos en la escuela. Y, como supuestamente serían menos, se respetarían más fácilmente las normas para no seguir contagiando a la gente que nos rodea. Esa es la mejor lección que debemos darle a nuestros pequeños: ser responsables y considerados con los demás.