OPINIÓN

Debemos actuar ahora si queremos detener el reloj del deterioro del planeta

por Catarina de Albuquerque Catarina de Albuquerque

Invertir en agua y saneamiento es la clave para hacer frente a la crisis climática

Catarina de Albuquerque, directora del Sanitation and Water for All

La variabilidad del clima es una realidad desde hace mucho tiempo para diversas comunidades de todo el mundo, y hoy se ven azotadas por fenómenos meteorológicos más feroces e imprevisibles.  Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), nuestra crisis climática es principalmente inducida por el ser humano, empujando a la naturaleza y los sistemas creados por el ser humano más allá de su capacidad de adaptación.

Esta crisis hace más intensos los fenómenos climáticos, y dado que el problema es causado por humanos, también puede ser resuelto por nosotros mismos. Este es el momento, es nuestra oportunidad. Pero nuestra resiliencia y supervivencia dependen en gran medida de cómo gestionamos el agua y el saneamiento.

90% de los problemas climáticos están relacionados con el agua (inundaciones, sequías, deterioro de la calidad del agua. Y 40% de la población mundial es muy vulnerable a su impacto. Estas cifras aumentarán exponencialmente en las próximas décadas.

Muchos países vulnerables al clima tienen algunos de los niveles más bajos de acceso a agua y saneamiento del mundo, con más de 2.000 millones de personas que cuentan con el suministro de agua inadecuado; 3 de cada 10 personas en el mundo carecen de instalaciones para lavarse las manos, práctica identificada por la Organización Mundial de la Salud como primera línea de defensa contra enfermedades infecciosas como la covid-19. Se estima que al 2025, la mitad de la población mundial podría vivir en áreas con escasez de agua.

En 2020 según la OMS, 17 millones de personas en América Latina y el Caribe carecen de servicios básicos de agua potable. El último reporte de Unicef, el 80,7% tiene acceso a un servicio de agua potable gestionado de forma segura, 17,53% acceden a un servicio básico. En las zonas rurales, el 38,66% (72,5 millones de perso nas) acceden a un servicio básico de saneamiento y 3,84% (7,2 millones de personas) tienen un acceso limitado o no gestionado de forma segura.

La crisis climática también afecta los sistemas de saneamiento que dependen del agua, como los inodoros y las alcantarillas, e impulsa la defecación al aire libre que practican 673 millones de personas. Menos de la mitad de la población mundial cuenta con un inodoro conectado a un sistema seguro de desechos humanos. Aún se utilizan letrinas colgantes o pozos que desembocan en ríos o lagos contaminando las fuentes de agua que se utilizan para beber, cocinar y limpiar.

En las Américas, 72 millones de personas carecen de servicios básicos de saneamiento. Unicef señala que, a nivel urbano, el 58,19% tiene acceso a un servicio de saneamiento gestionado de forma segura, 37,17% acceden solo a un servicio básico. En el ámbito rural, el 81,67% solo acceden a un servicio básico de saneamiento, el 14,38% (26,9 millones de personas) acceden a un servicio limitado o no mejorado; y 3,95% (7,4% millones de personas) aún practica la defecación al aire libre. Estas cifras revelan que se deben implementar acciones que ayuden a cerrar las brechas y alcanzar los compromisos que asumió el país en el marco de la Agenda 2030.

Esto puede traer impactos en la salud humana, provocando enfermedades transmitidas por el agua y por vectores. 2.000 millones de personas en el mundo usan agua potable contaminada, pudiendo contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y polio, lo que impone costosas tensiones a los sistemas nacionales de salud.

Los desechos humanos que se dejan afuera y no se tratan, también producen metano y óxido nitroso, emisiones nocivas de GEI[i] que contribuyen al calentamiento global. La gestión estratégica del saneamiento proporciona una fuente de energía renovable, convirtiendo las instalaciones de tratamiento en usuarios netos de «Energía Cero«, que incluso pueden producir suficiente exceso de energía para dar servicio a las empresas u hogares cercanos. Así también, una adecuada gestión de las aguas residuales puede reducir la escasez de agua. Sin embargo, casi el 80% fluye hacia nuestros ecosistemas sin tratamiento.

Invertir en agua y saneamiento para reducir el impacto del cambio climático ocupará un lugar destacado en la agenda de la Reunión de ministros del sector, que los socios de Saneamiento y Agua para Todos (SWA) convocan junto con Unicef los días 18 y 19 de mayo organizado por el gobierno de Indonesia en Yakarta. Este evento reunirá a los ministros gubernamentales de los sectores agua, saneamiento, medio ambiente, salud y economía de los países socios.

El éxito de nuestros gobernantes dependerá de la rapidez con la que podamos poner en marcha estrategias de mitigación -dirigidas a reducir el calentamiento global- y planes de adaptación -que aumenten la resiliencia de las comunidades y garanticen que nuestras infraestructuras sean más adaptables al cambio climático, lo cual nos ayudará a aumentar la disponibilidad de agua en épocas de escasez, a reforzar los sistemas de saneamiento contra las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos, y a proteger nuestra salud, alimentación y seguridad de los medios de vida.

Sin embargo, en la actualidad, sólo el 5% del total de la financiación mundial para el clima se destina a la adaptación climática. La mayor parte de ese dinero se destina a grandes infraestructuras y en zonas mayoritariamente urbanas, a pesar de que 80% de los pobres extremos y 75% de los pobres moderados viven en zonas rurales. Los socios de SWA piden que los gobiernos y las empresas no sólo aumenten sus compromisos financieros con la acción climática, sino que destinen 50% de la financiación climática a la adaptación.

A medida que la respuesta a la covid-19 agota los presupuestos limitados, los formuladores de políticas pueden dudar en aumentar las inversiones en agua y saneamiento. Sin embargo, el retorno de inversión es 21 veces mayores que sus costos iniciales. Canalizar ese dinero hacia la adaptación climática generaría beneficios económicos y nos ayudaría a no dejar a nadie atrás en nuestra carrera para detener los efectos devastadores del cambio climático.

Tenemos las herramientas necesarias para salir de esta crisis. Una gestión inteligente del agua y el saneamiento puede aliviar la carga del cambio climático en las comunidades de todo el mundo, especialmente en las más vulnerables. Pero debemos actuar ahora si queremos detener el reloj del deterioro del planeta.

[i]Gases de Efecto Invernadero