Continuamos nuestra serie para analizar el hemisferio, poniendo el foco esta semana en la República de Surinam comparte con la República Cooperativa de Guyana una condición similar: aunque son, en lo territorial, parte de Sudamérica, tienen un vínculo mayor con algunas islas del Caribe o con naciones europeas, y apenas con los países de su vecindad, como Brasil y Venezuela. Puede decirse: están ubicados en la esquina noroeste del continente que mira hacia el Atlántico, pero sus realidades transcurren, en buena medida, ajenas a las realidades de sus vecinos.
Hay razones históricas y lingüísticas que explican este fenómeno de proximidad y lejanía. En el caso de Surinam son notorias: es el único estado del continente cuyo idioma oficial es el neerlandés (lengua oficial de los Países Bajos). De hecho, durante mucho tiempo se le llamó la “Guayana Neerlandesa”. Desde comienzos del siglo XVI, británicos y neerlandeses tuvieron presencia en la región. Es famoso el intercambio que ambos imperios protagonizaron en 1667: los neerlandeses entregaron a los británicos el territorio entonces conocido como Nueva Ámsterdam (donde hoy se levanta New York), a cambio del control amplio de la región que ocupa Surinam. Recién en 1975, Surinam logró su independencia formal de los Países Bajos. Una vez establecido el nuevo estatuto, la nueva república estuvo recibiendo ayuda del Fondo Neerlandés de Desarrollo hasta el 2012.
Un dato adicional que debo añadir en esta relación inicial: a partir de la independencia -hace apenas 45 años-, aproximadamente un tercio de la población emigró -más de 200.000 personas-, principalmente hacia los Países Bajos, la nación de la que se habían independizado. Entonces Surinam perdió alrededor de 50% de su fuerza laboral, que incluía a capas enteras de técnicos y profesionales. Entre quienes migraron se encuentran niños y jóvenes que se convertirían en famosos futbolistas, que hoy son estrellas de equipos europeos, y hasta miembros de la selección nacional del país europeo.
En su historia reciente, esta pérdida de talento se ha constituido en una dificultad real para la economía y la gestión del país. Su territorio, de casi 164.000 kilómetros cuadrados, lo ubica como el más pequeño de Suramérica, por debajo de Uruguay, que tiene alrededor de 176.000 kilómetros. En ese espacio viven alrededor de 578.000 personas, que es la población estimada en la actualidad. De ese total, unos 250.000 viven en Paramaribo, la capital. Si se suman los habitantes de la zona metropolitana, entonces el número aumenta a 400.000, aproximadamente.
Casi la totalidad de Surinam -lo que puede llamarse su territorio interior- se encuentra sobre el llamado Escudo Guayanés, que es una de las formaciones geológicas más antiguas de la tierra. Se trata de un inmenso territorio de maravillas que comparten Colombia, Brasil, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa (territorio francés de ultramar ubicado al este de Surinam). En la región predominan bosques de gran densidad, de donde obtienen la madera que exportan.
Surinam tiene como su principal fundamento económico, la exportación de productos de origen mineral. Entre los años 2015 y 2016, una poderosa crisis económica impactó sobre las vidas de los surinameses. Al proceso de cierre de Suralco, la planta de aluminio primario, propiedad de Alcoa, en 2015, se sumaron los efectos de la caída global de los precios de las materias primas como el petróleo y el oro. Los efectos fueron considerables: la moneda se devaluó alrededor de 55%; la inflación sobrepasó la tasa interanual de 60% (fue la tercera más alta del mundo, después de Venezuela y Sudán del Sur); los hospitales se quedaron sin insumos; la escasez de bienes básicos se extendió por toda la geografía. La situación produjo tales niveles de zozobra, que en las calles comenzó a repetirse que Surinam estaba tras los pasos de Venezuela.
En su informe correspondiente a 2019, la Cepal reportaba una leve mejoría a partir de 2017: se produjo ese año un crecimiento de 1,7%. En 2018 la cifra logró un mínimo incremento: 1,9%. De acuerdo con las previsiones de mismo organismo, 2019 debe haber cerrado con una tasa de 2,1%. Las fuentes de crecimiento no son otras que las exportaciones de oro, petróleo y algunos rubros agrícolas como el banano. Según las previsiones del Banco Mundial para los años 2020 y 2021, se mantendrá la modesta tasa de crecimiento de 2,1% como el promedio en ambos años. Durante el período mencionado, la inflación ha ido disminuyendo de forma paulatina.
En el portal Datos Macro, del diario Expansión de España, que mantiene un actualizado seguimiento de las principales cifras económicas de todos los países, Surinam aparece como la economía número 163. En 2018, el PIB per cápita era de 5.038 euros, alrededor 5.600 dólares. El Banco Mundial, por su parte, estima una cifra menor para el mismo 2018: 5.210 dólares. Conviene agregar aquí que, en un informe de 2016, el Banco Interamericano de Desarrollo estimaba que las remesas representan alrededor de 3% del PIB.
Dependiendo del método que se utilice, hay una variación considerable en el nivel de pobreza que se atribuye a Surinam: entre 50% y 70% de la población. En 2015, el Banco Mundial reportaba una tasa de desempleo de 9%, que se duplicaba (18%) en la población entre 15 y 24 años. En el mismo informe del BID mencionado en el párrafo anterior, puede leerse: “Aunque se invierte casi un 5% del PIB en educación, cerca de 12.000 niños en edad escolar en Suriname no asisten a la escuela. Si bien en la última década se han producido avances, muchos jóvenes todavía no tienen acceso a la educación secundaria. En 2013, apenas 56% de los alumnos que completaron la educación primaria se incorporó a la escuela secundaria. Las tasas de repetición son altas: 16% de los alumnos en el nivel primario y 14% en el nivel secundario repitieron de grado en 2011. Suriname no participa en las pruebas internacionales de desempeño escolar, por lo que no existen evaluaciones de los resultados del aprendizaje. Durante los últimos 40 años no se han efectuado reformas importantes del sistema. Los indicadores de acceso y eficacia generales encubren profundas disparidades regionales y de género. Los datos desglosados demuestran que hay grupos específicos de la población que están subatendidos por el sistema. La brecha entre distritos es importante y el interior está muy rezagado respecto de las zonas urbanas en la mayoría de los indicadores”.
Las dificultades del sistema de estadísticas del país, también anotadas por el BID, dificultan obtener tendencias y datos que permitan una comprensión suficiente del estado de los indicadores sociales. La página web del instituto oficial de estadísticas, no ofrece facilidades a quien la visite.
Mientras el sector público es amplio, el privado es pequeño y está concentrado en dos actividades: un sector dedicado a la minería y la exportación de minerales y subproductos, y otro sector, el comercial, dedicado a la distribución y venta de productos, en su mayoría básicos, que es necesario importar para uso de las familias. Esto da cuenta de uno de los más importantes asuntos pendientes en la agenda pública del país: una economía apenas diversificada, en extremo dependiente de las materias primas, es decir, atada a bienes que están, de forma permanente, sometidos a variaciones de precios. Unas palabras de 2016, de Gillmore Hoefdraad, ministro de Hacienda, son reveladoras del criterio que impera en la política económica de Surinam. Dijo entonces que la crisis tenía un carácter temporal porque “pronto se recuperarían los precios del oro y del petróleo”. En ese momento, el gobierno esperaba incrementar su presupuesto, una vez que una compañía minera de Estados Unidos iniciara operaciones en su territorio.
Analistas conocedores de la historia y la cultura surinamesa han insistido en señalar la diversidad étnico-cultural, como una dificultad estructural para consolidar un proyecto básico de país. El mosaico ha sido un factor que no ha facilitado la articulación de una sociedad civil con capacidad de presionar al gobierno y a las instituciones. El tapiz étnico y humano es realmente variado: hay personas provenientes de África, China, la India, de islas de Indonesia, europeos y aborígenes. Además, hay que añadir los que son el resultado de mezclas de estos grupos primarios, como los criollos y los cimarrones.
En medio de esta barrera estructural, propia de los países mineros -me refiero a la mentalidad de los gobernantes y a la ausencia de políticas públicas que sean la plataforma para diversificar la economía y proveer a la sociedad de un sistema educativo con vocación de futuro- Surinam atraviesa ahora mismo, una situación que podría presagiar una crisis política de mayor calado.
El pasado 30 de noviembre de 2019, mientras se encontraba de viaje en China, un tribunal militar condenó a Desiré Delano Bouterse, presidente de Surinam, a 20 años de cárcel. La sentencia deriva del juicio por el asesinato de 15 ciudadanos opositores, en diciembre de 1982. Bouterse lideró un golpe de Estado conocido como la “Revolución de los Sargentos”, lo que le convirtió en el hombre fuerte del país hasta 1991.
Basta con señalar que el juicio en cuestión comenzó en 2007, para sugerir el poderío del gobernante en su pequeño país, y la envergadura de la decisión tomada por el tribunal. En el texto no se ordena su detención inmediata. La reacción de países como Francia, Alemania, Reino Unido, Países Bajos y Estados Unidos, ha sido la de reclamar el arresto inmediato del enjuiciado. Bouterse regresó a Surinam y dijo que la acusación es una retaliación política. Mientras sus abogados han anunciado que apelarán, el condenado ha declarado que tiene su agenda concentrada en las elecciones del próximo mes de mayo.
La anterior no es la única complicación legal de Bouterse. En 1999 fue condenado a 11 años de cárcel en los Países Bajos por tráfico de drogas. No pudo ser extraditado porque ese procedimiento no está contemplado en las leyes del país. Más recientemente, Bouterse volvió a aparecer en una investigación por tráfico de drogas, pero esta vez en un video donde Jesús Santrich y otras dos personas, además de hablar de dinero y drogas, mencionan a Bouterse reiteradamente y de la ayuda que les suministraría. El hijo del presidente, Dino Bouterse, ha estado dos veces preso en Estados Unidos, enjuiciado por tráfico de cocaína, vehículos robados y armas, que lo vinculan al grupo terrorista Hezbollah.
Luego de reiteradas y logradas maniobras para retrasar, entorpecer y desactivar el juicio en su contra, tras trece años de vaivenes, se produjo la sentencia. Pero esta condena, así lo ha manifestado Bouterse, no le impedirá participar en las elecciones presidenciales que tendrán lugar en mayo. Hay dirigentes opositores que han manifestado preocupación por la transparencia y el control que el presidente candidato pudiera ejercer sobre los comicios, en su propio beneficio. La percepción de unas elecciones fraudulentas podría generar hechos de violencia.
Quizás no sea exagerado afirmar que tanto el proceso electoral como sus resultados serán determinantes en el futuro de la República de Surinam. La sociedad surinamesa tiene por delante la posibilidad de dar inicio a una nueva etapa en su historia, donde la visión rentista que ha predominado hasta ahora, sea superada por un proyecto de país inclusivo, que inserte a Surinam en los grandes desafíos del momento, entre otros, los derivados de la revolución digital.
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