La peor polarización no es la que divide a la sociedad en dos bandos enfrentados. La polarización más letal, la que tiene la capacidad de carcomer nuestro juicio y nuestra convivencia, es la que se instala en nuestros cerebros y nos obliga a resolver complejos debates morales de forma binaria. El falso dilema es una falacia perversa por cuanto supone atentar contra los matices sobre los que se asienta la realidad y es el chantaje con el que algunos intentan reclutar adeptos forzosos para su causa.
El conflicto entre Israel y Hamás es uno de esos escenarios donde la polarización cognitiva se extiende como una lacra. Las más de las veces no hay por qué elegir. Se puede condenar la violencia agravada de los atentados terroristas del 7 de octubre y censurar la respuesta indiscriminada del Ejército israelí. Se puede defender la excepcionalidad del Estado de Israel y someter esa defensa a los estándares del Derecho Internacional Humanitario. Es absolutamente escandaloso que ministras como Sira Rego se sirvan de eslóganes que implícitamente entrañan la desaparición de Israel y esa denuncia puede ejercerse al tiempo que se escruta la legitimidad histórica del sionismo. Del mismo modo, puede defenderse el reconocimiento de Israel y Palestina, pero tras asumir que hasta que no se precisen las condiciones de ese nuevo contexto político (fronteras, capitalidad, autoridades) la solución de los dos Estados estará resumiéndose en una mera solución verbal de dos palabras.
Ser sensibles a la complejidad no es un obstáculo para conceder que existen distintos niveles de crueldad. Israel está dilapidando gran parte de su legitimidad a través de un ejercicio desmesurado y salvaje de la violencia. Y este hecho no obsta que existan fenómenos preñados de fanatismo y agresividad en algunos colectivos propalestinos. Los derechos humanos se violan a cada instante en distintas partes del planeta, pero la polarización cognitiva nos obliga a fijar posición privilegiando más un dolor que otro. La derecha que coquetea con los excesos de Bukele exhibe un pedigrí democrático jeffersoniano cuando se trata de hablar de Cuba. La misma izquierda que invoca sólidos valores morales es capaz de ponerle matices a la dictadura venezolana.
Cuando Horacio acuñó el célebre lema de «atrévete a pensar» fue capaz de preludiar que el pensamiento libre entraña normalmente alguna forma de riesgo. Salirse del camino hollado, volver a revisar las viejas certezas y confrontar los desafíos de una realidad que en ocasiones llega a ser contradictoria debería convertirse casi en un imperativo. La reflexión sucumbe siempre ante las disyunciones falaces y en el caso del Ejército de Netanyahu o de Hamás y sus corifeos no tenemos por qué optar entre distintas formas de inhumanidad.
Artículo publicado en el diario ABC de España