Percibí una línea editorial, medio oficialista, en el último Festival de Mar de Plata (2020), con películas y documentales del gusto del partido gobernante en Argentina.
Por el contrario, mi lectura del Bafici 2021 se concentrará en tres filmes disonantes y de abierta respuesta ante el relato K: The Nose or the Conspiracy of Mavericks, Dopamina y Comunists.
Así le respondo a la distancia a las viudas del marxismo cultural, entre Buenos Aires y Caracas.
Descubro un filón crítico refrendado por la aguda curaduría del equipo comandado por Javier Porta Fouz en el Bafici.
No resulta casual el premio de largometraje a The Nose or the Conspiracy of Mavericks en la barra de cine internacional. El galardón reconoce la obra de un disidente, sin concesiones, como Andrei Khrzhanovsky, quien adapta el relato surrealista de Gogol, La nariz, bajo la inspiración de la ópera de Dmitri Shostakóvich, basada en la misma fuente literaria, para luego ser tildada de decadente y reaccionaria por parte de las autoridades de la revolución bolchevique. Todo ello se traslada al campo animado según el enfoque vanguardista del autor, cuyo trabajo comparte las visiones de montaje de Eisenstein, Vertov y Kuleshov, en el sentido de armar un rompecabezas de citas, personajes, texturas, espacios y tiempos narrativos, desde el pasado hasta el presente, incluyendo anacronismos varios como la participación de Putin, capitaneando una absurda reunión de comisarios culturales. La cinta expone el dispositivo de creación de los dibujos y las mesas donde se articulan los movimientos de las figuras, mediante la técnica artesanal del stop motion, proponiendo un modelo de experimentación en las antípodas de Pixar, Soul y Disney Plus. La película aporta una revisión de El Arca Rusa de un Sukorov a través del lenguaje de una animación adulta y satírica.
Los pasajeros de un avión disfrutan de la función en sus minipantallas, mientras cada uno observa un archivo diferente.
La perspectiva coral de los espectadores se ordena alrededor de la historia principal, sobre el ascenso disparatado y algo napoleónico de la nariz, al calor de las internas y los conflictos medulares del siglo XX.
Específicamente el filme alcanzará su punto de máxima depuración al describir el proceso kafkiano de opresión para las artes, durante el régimen de Stalin.
El Koba y sus títeres asisten a la ópera para implantarle una política de censura, cacería de brujas y negación de cualquier tono divergente. Surge así la camisa de fuerza del realismo social con sus imágenes infantiles “del pueblo llano y auténtico”.
La empobrecida ecuación de los soviets causará estragos y supondrá un antecedente para la actual purga chavista de títulos como Infección y de nombres como Ignacio Castillo Cottin, Flavio Pedota, Carlos Oteyza y un largo etcétera.
Por igual, como documentalista, soy víctima de exclusión y de listas negras en mi país. Por tanto, agradezco el gesto de visibilizar la denuncia The Nose or the Conspiracy of Mavericks, la cual termina con una extensa y vasta galería de fotos de los asesinados en la URSS por pensar distinto.
Espero que Venezuela no termine así, aunque miles de coterráneos exiliados pueden tranquilamente afirmar y probar el ser los equivalentes contemporáneos de los destierros de Stalin, a consecuencia de la desastrosa gestión de la dictadura madurista. A pesar de la represión, los vientos de The Nose or the Conspiracy of Mavericks siguen volando por el continente y el mundo, reportando buenas noticias para la resistencia global.
Dopamina emplea el recurso del documental en primera persona, tan socorrido en la ronda festivelera, para ajustar otra cuenta con el progresismo de Suramérica, un problema íntimo devenido en una verdadera plaga colectiva.
Una joven crece en el seno de una típica familia izquierdista de clase media. Pero el papá se muestra conservador con su hija, cuando ella le declara su afecto por las chicas. Por tanto, la mujer evoluciona con resentimiento, dada la no aceptación de su lesbianismo.
Claramente, el documental le permitirá elaborar su trauma, su “daddy issue”, confrontando directamente a los responsables de su castración. El papá sufre de Parkinson y hace ejercicios para buscar una cierta estabilidad corporal.
La realizadora lo interpela con empatía, pero con firmeza. Al final la cámara nos ofrece la epifanía del proyecto, cuando padre e hija logran resolver sus dilemas, superar el escollo y ejercitarse juntos, liberando la dopamina del título.
Un crítico canchero puede ponerse perdonavidas con la forma y el fondo. Como colega, prefiero admirar y aplaudir a la creadora por tener el valor de dejar el testimonio de su trastorno, para aprender un ejemplo digno de resiliencia.
De Comunists les digo que es como muchos festivales pequeños, que conocemos. Capaz un guiño del equipo de Porta Fouz al propio Bafici. No lo sé.
De cualquier modo, lo disfruté como una sutil disección de una cultura hípster que parece tenerla muy clara con sus referencias a Gramsci, Godard y Brecht, pero que resuma una notable inmadurez emocional e intelectual. La protagonista es testigo de un abuso y quiere instrumentarlo. Los progres también vampirizan la miseria y el dolor de los demás.
Después de todo, la idea naufragará y la protagonista se quedará con el recuerdo de su película experimental proyectada como un trámite familiar en el pequeño festival.
Una mirada existencial y harto melancólica de la incomunicación que entrañan los certámenes de cine, como fallidos conciertos utópicos del consenso a la disonancia.
Los sueños de integrar a los colectivos que acaban en dramas y pesadillas individuales. He ahí la paradoja.