OPINIÓN

¿De vuelta al punto de partida?

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Pekín no tardó en responder a lo que consideró una osadía, incluso un inaceptable acto de hegemonía norteamericana. El Congreso estadounidense había aprobado en forma casi unánime una ley que posteriormente fue promulgada por Donald Trump, en la que la primera potencia planetaria se colocó del lado de quienes protestan en Hongkong por la falta de libertades. Ante los ojos chinos, el instrumento legal -la Ley de Derechos Humanos y Democracia para Hong Kong- ha sido más que un gesto de simpatía con los manifestantes hongkoneses que mantienen en jaque a su gobierno.

El compromiso asumido por Norteamérica tiene un claro propósito intervencionista en el conflicto actual, pero va más lejos que ello. Así piensa Carrie Lam, la gobernadora, quien no vaciló en asegurar que la ley «crea un ambiente inestable e incierto» en esa región china. En la normativa adoptada se dota a la administración en Washington de una responsabilidad que se extiende en el tiempo porque asume la tarea de revisar cada año la situación de las libertades y derechos de los individuos en la antigua colonia británica para imponer sanciones si se comprueba, de manera unilateral, su violación sistemática.

La letra de la ley expresa que las sanciones pueden llegar tan lejos como eliminar la situación de excepcionalidad que hace que Hongkong, en el momento actual, se pueda sustraer de las restricciones comerciales que son impuestas a China por Estados Unidos. No hay que resaltar que una decisión de esta índole pudiera ser un muy duro golpe a las finanzas de ese territorio, sin contar con que los responsables de los desaguisados también podrían ser reos de sanciones de carácter personal.

La adopción de esta ley por parte del Congreso ya fue una novedad para Pekín toda vez que no esperaban una solidaridad tan expresa del bloque demócrata con las propuestas de la Casa Blanca: solo un representante votó en su contra. En el entorno de Xi Jinping se contaba con que el presidente americano, a quien correspondía la decisión de su promulgación, no arriesgaría los avances de las negociaciones que están teniendo lugar entre ambas potencias dentro del propósito compartido de ir desmontando, de manera paulatina, las restricciones comerciales que cada lado ha impuesto al otro y que tanto han contribuido a agriar las relaciones entre ellos.

Lejos de eso, los asesores de Donald Trump hicieron esperar al mandatario hasta que se dieron a conocer los resultados de las elecciones municipales en el territorio autónomo, en las que arrasaron los opositores a la administración local, para estampar la rúbrica que, al final, le dio vida al texto legal y desató la furia del gigante de Asia.

Tal respaldo del gobierno americano a los rebeldes hongkoneses fue de inmediato calificado de “injerencia” y de “intención maliciosa” por los jerarcas del Partido Comunista. Lo demás es conocido. A partir de ayer, los buques norteamericanos que tradicionalmente han fondeado en aguas territoriales de Hongkong ya no pueden hacerlo y ello es solo la primera de las retaliaciones. Esta la asume el gobierno de Carrie Lam. Las siguientes vendrán de Pekín.

Lo que los analistas temen es que este episodio sea determinante para el futuro de las relaciones bilaterales y para la paz comercial mundial. Muchos piensan que, más temprano que tarde, la equivocada nueva ofensiva de Washington pondrá en jaque el acuerdo para el desmontaje gradual de los aranceles que se han impuesto ambas potencias dentro del contexto de su temida guerra comercial. La consecuencia sería la afectación de todos los intercambios globales. Pareciera que este último y osado movimiento de Donald Trump hará retornar las cosas a su punto de partida…“Back to square one”, en su propio idioma.