Vengo del agua. Llegué hace un tiempo. Puedo escuchar el humo, las cenizas, el paso del sol y la noche estrellada mientras la veo, aunque con su odioso resplandor las luces artificiales intenten velar la luna. Avanzo. El cuerpo entra en un tonel de melaza. Sin empalagar, el sabor va entre fuerte y dulce. Ahora soy un fauno. El sentido mayor acusa el tono y se deshace en volatilidad de nube. Asciendo. Planeando, llego en forma de esencia hasta el lugar más cálido. Vine a comer. Para ello, toca cocinar. Llego convertido en sueño, vengo de un sueño, de un deseo lejano, de tres desiertos. Ahora, soy aromas cruzando el espacio. El olor llama, despierta y acerca. Te acercas a la mesa servida. Hay casa. Hay pan y casa y néctares y ambrosía. Te sientas cerca, cada vez más cerca. Cerquita, me miras con tus ojos de agua. Tu voz agradece en cantos de ternura. La mesa es espléndida y el vino calienta las manos, el resto del cuerpo. Transpiramos y sonreímos. Pasa el tiempo de forma dilatada. Reímos con detalles, nos alientan cosas menudas, elementales. Entre miradas y silencios también transcurrimos. Cae la manga y se descubre un hombro. Te recoges el cabello y aparece tu cuello oculto, esbelto y más blanco. Crece el embeleso. La belleza me deja mudo, maravillado. Tiembla hasta el cabello. Subimos y bajamos, bajamos. Llueve. Colinas que suben. Colinas que bajan. Bajamos hasta el suelo, al pie de la mesa y sobre el piso de madera nos echamos. No es una idea la belleza, ni la poesía sólo se escribe. La puedo acariciar, te puedo tocar. La mano en el rostro da constancia de la poesía tangible. Eres todas y eres una. Eres única. Eres y es lo que cuenta. Eres y es la que cuenta. Entre suavidades y ondulaciones se va la otra mano. Se oyen arrullos, flameos. Puedo escuchar el humo y puedo ver la noche estrellada que hay en tu mirada. El fragor se va condensando, mientras la melaza perfuma todo. Ya no queda ropa. Asciendo. Planeando, llegamos en forma de esencia hasta el lugar más cálido. Estamos en la humedad, navegamos y todo es fluido, la luna florece en el agua. Fauno andando por su superficie, se va sumergiendo. Se abre la concha. Venus aparece y encajo por entre las ondas coralinas, bajo, vago, vagamos. Estiramientos y contracciones. Tersuras, blanduras, tiesuras, honduras. Nos perdemos, nos sumergimos más, juntos, asomamos las cabezas y volvemos al fondo. Refugio e intemperie se alternan. Márgenes y vuelta al centro. Voluptuosidades. El viento nos lleva. Aromas cruzando el espacio. Siguen más besos. Convertidos de uno en nosotros, vinimos de un deseo lejano a besar los corazones sabiendo que nos encontraremos en los próximos sueños.
www.arteascopio.com