A Esperanza y Oswaldo, compañeros de la pista
Desde muy antes de la pandemia, los venezolanos aprendimos en buena medida a sobrevivir bajo el reinado de la escasez y, por supuesto, el encarecimiento de los servicios, equipos e insumos médicos; los fármacos, suplementos alimenticios y la migración forzada social y económicamente de los profesionales y especialistas de una sólida y larga formación académica y experiencia adquirida. Los distintos gremios de la salud ofrecieron y ofrecen una importante resistencia que la explica una profunda vocación humanista y que también sirve de ejemplo al sector y oficio contrastante y literalmente activo de la política, frecuentemente confundido por sus éxitos que solamente renueva luego de los consabidos fracasos; acotemos la doble y aparente obviedad: decir política equivale a política democrática y ésta, a la oposición que brega día a día por autenticarla.
Otra evidencia, la población ha envejecido en muy poco tiempo gracias a la diáspora que no, necesariamente, significa una elevación de las expectativas de vida. Y no menos evidente es el fracaso del sector público de la salud, ameritando el privado de un específico señalamiento, perdido el viejo esplendor de la industria de los seguros que se siente y mucho entre los empleados del Estado: solemos apreciar la publicidad digital de las más variadas ofertas de las clínicas y consultorios que incluyen sendas intervenciones quirúrgicas de acuerdo a la demanda, añadida la realización de los más disímiles exámenes que requieren de una alta, buena o aceptable tecnología, quedando los pacientes de las clases medias y populares en los centros hospitalarios del Estado bajo una elemental atención médica y a la espera de aquellos resultados que no pueden proveer por daño o carencia de equipos y quirófanos confiables.
Hagamos mención especial de la industria y el comercio farmacéuticos que compiten con la importación de otros productos que no gozan de la confianza generalizada de los médicos tratantes, ni de los consabidos visitadores que recuperan la rutina de una profesión útil. Y es que el superviviente de esta era tan prolongada de la crisis, cumple estirando lo más que pueda el récipe, tomando la menor cantidad de medicamentos o remedios que les sea posible para que rindan en la semana, cual pastilla que se agiganta en nuestro pesado o ligero tránsito por la vida, aunque la tentación es tomar el atajo de los brujos y curanderos que tienden a envilecer y desprestigiar el consumo de la llamada medicina natural. Sin embargo, la previsión que cuenta ya con una creciente popularidad, es el de la ejercitación física selectiva y masiva.
En efecto, más allá de los gimnasios que se ajustan a una moda irrefrenable y banalizadora, empleamos cada vez más la riesgosa vialidad y el vecindario, los parques, las instalaciones deportivas u otras áreas despejadas de las instituciones educativas para la caminata y el trote de diferentes velocidades, el cumplimiento de los ejercicios básicos o complicados que reportan ya múltiples aplicaciones digitales, el intercambio y la ayuda mutua entre los noveles y experimentados, reportando una diferente vivencia de ciudadanía desde las horas de la madrugada de cualquier día de la semana. Nos congregamos con cierta regularidad los más adultos entre los adultos, sin la aspiración de los más jóvenes entre los jóvenes a ganar algún día el cotizado maratón de la CAF, o la de especializarse definitivamente en disciplinas que les llegará la oasión de abanderar al país con sus triunfos.
Sale más barato prever una diabetes, por señalar un caso, con un esfuerzo físico sistemático y que pronto ha perdido su inocencia y espontaneidad, con el sacrificio cotidiano y perfectible que se convierte en un hábito indispensable que refuerza cada participante, remitiéndonos a una extraordinaria metáfora para el desempeño político en tiempos de sojuzgamiento. Porque los problemas del país no constituyen materia de yerbateros, y hay que parir las oportunidades donde no las hay para que perdure la experiencia política en Venezuela, en lugar del colapso totalitario, debemos aprender de los que entrenan regularmente para mejorar la calidad de vida, nuestra calidad de vida, salvándola.
@luisbarraganj