OPINIÓN

De transiciones, asambleas, amenazas y otras minucias

por William Anseume William Anseume

El año inicia con la población en vilo, expectante, por los aconteceres políticos tan próximos; con posible trascendencia inmediata en el devenir de todos, en las generalidades de la República y en las particularidades personales y familiares de cada quien. No son banalidades. Sin embargo, una vez más nos encontramos en la duda de si existe capacidad real de convertir los díceres en hechos fácticos, prácticos, realizables, verificables, o si se quedarán en puras, simples, bravuconadas dirigidas a captar la atención de la galería.

Los estatutos de la transición pasaron de uno que pretendía el fin de la usurpación hasta llegar a las elecciones libres, a otro que se pasea con la suavidad que incluye la negociación sumadora sin empacho de quienes nos tiranizan obsecadamente. Razones tiene la Fracción 16 de Julio para oponerse abiertamente a esas modificaciones del estatuto, con el valor que la ha caracterizado, desmarcándose de los borregos opositores que han alargado la solución con diálogos, negociaciones y creaciones permanentes de falsas ilusiones.

Por cierto, la asamblea legítima hizo bien finalmente en la prolongación del mandato. ¿Cuál alternativa quedaba? ¿Aceptar la forzada por el régimen, la rechazada por los abstencionistas y el mundo democrático entero? ¿Propiciar un vacío en el Poder Legislativo? Ambas resultaban inviables. Tendremos, casi igual, dos asambleas, la prolongada (con indudable carencia de legitimidad que se ahondará cada día) y la impuesta por las elecciones fraudulentas (suplente de la también espuria y desconocida asamblea nacional constituyente de tan innoble «accionar» en su maléfica existencia).

Las amenazas y vociferaciones se amplían desde el ya fallecido año pasado. El régimen pretende imponer su poderío represivo a la Asamblea Nacional prolongada. Mientras Guaidó los increpa por criminales cuando finalmente hace suyo el discurso de María Corina de que solo la fuerza es viable para acabar con el despotismo. ¿Y el sentido fáctico? ¿Y la congregación de fuerzas internas y externas reales para lograrlo? ¿Ya es firme el propósito de echarlos o seguimos considerando como valedera la palabra de secuestradores, de criminales?

El acuerdo generalizado debe ir por forzar la barra. El tiempo y la necesidad hacen crecer la urgencia humana de cada hora. El reloj transcurre no por minutos y horas sino por vidas, por huidos desesperados. Quienes temen la violencia no perciben lo violento que se hace respirar aquí, así. La solución es la misma. El regalo temporal y económico al régimen cruento, debe finalizar este año. Además, al parecer, por las amenazas, él mismo lo va a provocar no sólo con su accionar, también con su reducción de poder y de seguidores dentro y fuera. ¿Será feliz, de veras, en Venezuela este 2021? Lo deseo, sinceramente, para todos.