Sí, solo un poco, porque el todo es inabarcable por ser inmensamente extenso, razón por la cual debemos moderar las aspiraciones y conformarnos con algunos poquitos.
Primero: Hagámonos esta ingenua interrogante, ¿hay o no hay sabios? Respondemos, claro que sí, los hay pero solo en algunas ciencias, en ciertas tecnologías y artes, pero en todo es imposible. ¿Por qué? Por la imposibilidad de que en un cerebro humano tengan cabida todos los conocimientos que integra la cultura. Isaac Newton lo afirmó: «Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano». Sí, señores, así es la cosa, no obstante el afán y apetito de saber del hombre, los conocimientos y los aprendizaje adquiridos nunca son definitivos, sino cuidadosamente revisables, de no ser así la ciencia y las tecnologías no avanzarían, es la razón por la cual la tarea educativa humana es interminable e insaciable. Y, a manera de justificar esa imposibilidad, debemos agregar que tanto la ciencia como la tecnología y los conocimientos humanísticos siempre son revisables; pues a través del tiempo son sometidos a necesarias revisiones. Ello nos conduce a admitir que las verdades tienen sus vencimientos, no son eternas. Aunque la vida activa es inacabable, sin ella y sin sucederse los seres humanos, la ciencia y la tecnología se mantendrían estáticas, esto es otro importante aprendizaje que adquirimos.
Segundo: Los ciudadanos, los seres humanos contamos con sagrados derechos: a la vida, a la salud, a la libertad, a la alimentación, a la educación y a la seguridad personal. Tan humanos y naturales derechos los vivimos y los disfrutamos porque nos protegen y nos amparan, razón por la cual los ejercemos. Son garantías esenciales para la sobrevivencia de los ciudadanos, están consagrados en la Constitución Nacional y son de obligatorio acatamiento. Y corresponde al Estado respetarlos, hacerlos respetar y proveer los recursos para su cabal satisfacción. El no cumplimiento de esta obligación otorga el derecho constitucional al reclamo, a la justa protesta pacífica, civilizada y sin armas por parte de los ciudadanos. Y al Estado le toca el control sin el uso de armas de fuego ni de sustancias tóxicas, o sea, es una obligación proteger a los manifestantes. (Artículos: 43, 55, 68, 83 y 305 de la Constitución).
Tercero: Mientras representantes de ambos bandos políticos concurren a ciertas reuniones, dentro y fuera del país, cuya verdadera agenda no es bien conocida –acuerdos, diálogos o negociaciones– nos preguntamos: ¿estarán ventilando responsablemente y con firme seriedad las adecuadas soluciones a la profunda crisis que afecta a la población venezolana? No queremos pensar que solo se estén buscando acomodos personales o de grupo, o retardos en beneficio de una de las partes y en perjuicio del país, olvidándose del sufrimiento de la inmensa mayoría de venezolanos que están pasando hambre, pues suponemos que, como seres humanos, tienen una suficiente dosis de sensibilidad y, en consecuencia, prive la conciencia humana, la moral y el sentido de justicia. Reflexionarán sobre la humilde madre que al levantarse, tal vez lágrimas correrán por su rostro, al no contar con ningún alimento para sus hijos. Así lo están muchos millones de venezolanos que les es imposible proveerse de alimentos porque no los hay o, de haberlos, no disponen de la capacidad económica para adquirirlos.