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El monólogo del pueblo

El pueblo venezolano está hablando a la luna desde hace mucho tiempo. No tiene interlocutores. Está hablando solo. Al otro lado de la línea de comunicación se siente una ausencia en el destinatario del mensaje. No hay eco en la respuesta. Pero el pueblo sigue hablando en solitario buscando un diálogo, una conversación válida en ese monólogo en que ha convertido su principal aspiración, desde el mismo momento en que se equivocó el 6 de diciembre de 1998. La del cambio político.

¡Qué difícil se ha hecho entablar una verdadera conversación honesta con el pueblo! Y mucho más lo ha sido interpretar sus verdaderas aspiraciones. La llegada de la revolución bolivariana al poder secuestró la representación del pueblo y en su nombre se ha exigido a modo de rescate, la recompensa de la democracia,  de la libertad, de la independencia, de la soberanía, de la paz, de la unidad de la nación y de la vigencia del estado de derecho. Revolucionarios y su contra en la acera opuesta, se arrogan la representación del pueblo y en su nombre hacen y deshacen de lado y lado a horcajadas del verdadero sentido de la palabra del pueblo y de sus peticiones.

Han convertido en un imposible el hablar o simplemente oírlo. Un sencillo diálogo con el pueblo. Por simple interés o por un complejo e inaccesible sistema de complicidades que limitan el cumplir y transformar en bienestar para todos, los mandatos soberanos. Los pueblos se equivocan y se corrigen en el tiempo. Y quienes tienen la responsabilidad de ser sus exégetas e intermediarios – los políticos – pasan en la mayoría de los casos a ser monosabios interesados que no ven, no oyen y no hablan frente a la plática de las mayorías. Y mientras tanto, la carreta de los errores hace de cortejo interesado y lentamente se arrastra en el tiempo. Desde arriba el sátrapa de turno se lava las manos viendo la ruta de la crucifixión del pueblo directo al Gólgota para ser claveteado en carne viva flanqueado por dos ladrones, uno rojo y otro azul, como si en ellos se ilustrara el poder y el contrapoder de la coyuntura política. La venezolana pues.

El pueblo necesita ser oído en toda su amplitud. En el corto plazo su principal aspiración es el cambio político. Y para esto no hay una guía de verificación montada en una tabla de apoyo desde la que este establece si está bueno o está mal la manera de la llegada del nuevo tiempo político, los ropajes que lo cubren y los equipajes que trae en mano. Al pueblo solo le interesan los nuevos aires políticos, el nuevo panorama económico, la nueva atmósfera social y el nuevo contrato de convivencia que pueda prolongar la nacionalidad en el renacimiento de la nueva república asentada en el estado de derecho para mantener la unidad de la nación en su prolongación hacia un futuro de bienestar. El pueblo espera por interlocución. El pueblo anda de su cuenta y eso es peligroso.

Otro pueblo que habló

En 1940, en la antesala de la invasión a Francia por las fuerzas del III Reich, la política en Inglaterra había fracturado gravemente a todos los factores del poder. El primer ministro Neville Chamberlain y su par en la cámara el vizconde de Halifax, ambos apaciguadores y partidarios de la negociación con Adolfo Hitler a través de Benito Mussolini estaban enfrentados a su compañero del partido conservador Winston Churchill. Un discurso muy oportuno del jefe de la bancada opositora en los laboristas, Clement Attlee obliga a la renuncia al primer ministro Chamberlain por comeflor y hippie. Se genera una grave crisis de gobierno frente a la avanzada de la Wertmacht y sus Panzers de la Blitzkrieg a través de la línea Maginot. La caída de Francia era la representación de la invasión de la isla en el Reino Unido. Las negociaciones con los tiranos en desventaja no ofrecen ninguna garantía en términos de libertad y soberanía. Era la alternativa de negociar con la cabeza en el gañote del tigre y rendirse o, la radical: resistir, combatir e ir a la guerra. Se necesitaba al frente del gobierno en el número 10 de Downing Street una figura con un perfil definido para esa coyuntura. Y allí surge el nombre de Winston Churchill quien debía superar la resistencia del monarca Jorge VI quien no le perdonaba aún el asunto ese de la abdicación de su hermano por el matrimonio con la divorciada Wallis Simpson, la experiencia desastrosa de Gallipoli, el famoso debate de Noruega y la impulsividad que lo caracterizaba. Mención adicional era que el propio partido le esperaba en algún error en la bajadita inmediata para forzarle su renuncia. En ese ambiente cenagoso, el gordito del eterno Romeo y Julieta entre sus dedos y el carnal Johnnie Walker Etiqueta Negra campaneado desde las primeras horas del desayuno y a lo largo de toda su jornada de trabajo, se paseaba en el futuro político del primer ministro después de que el rey lo interpeló con ¿Acepta usted formar un nuevo gobierno?

Esa encrucijada de negociar con la incertidumbre de las demandas de Adolfo Hitler o resistir, que es lo mismo que confrontar, combatir, pelear, ir a la guerra por tierra, mar y aire para poder garantizar la recuperación de la nación y del imperio, del pueblo Británico y del Reino Unido lo mantuvo en una nube de incertidumbre en esos días de la primavera de 1940. Todas esas inseguridades las aclaró cuando tomó una línea del metro londinense (Churchill jamás había tomado el transporte público) hasta su oficina y se dedicó a conversar con el pueblo llano que se desplazaba a su trabajo, con dos preguntas muy incisivas que le abrieron el panorama de decisiones ¿Creen ustedes que se debe negociar con Adolfo Hitler? ¿Qué debemos hacer para evitar que los nazis se apoderen de nuestra isla? La respuesta a la primera pregunta fue unánime ¡Jamás! Y a la segunda fue también unísona y contundente ¡Resistir! De allí salió a redactar el famoso discurso donde les ofrecía a los ingleses para evitar que Alemania tomara la isla: sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas. El pueblo habló y fue oído. Dejò de andar de su cuenta.

Del histórico discurso de Winston Churchill en 1940 de cuatro palabras que quedaron para los registros solo tres se han extendido en el tiempo: sangre, sudor y lágrimas. Y en efecto eran las más duras en el contexto y a los fines del objetivo de la alocución y la audiencia de ese momento en la cámara de los comunes después de reemplazar a Chamberlain. La literalidad de la expresión remite a “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.” el tiempo y las conveniencias han ido borrando el esfuerzo en el desarrollo discurso para adecuarlo según las formulaciones del mismo Churchill o de los oradores de ocasión que la apartan favorablemente y toman las otras en sus disertaciones para imprimir más fuerza discursiva y más energía al calor de la palabra en las tribunas políticas y en las arengas militares.

En ese momento de la alocución de Churchill, los tanques de la Wehrmacht y los aviones de la Lutfwaffe de la Alemania nazi ya habían entrado en Polonia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. La caída de Francia era inminente después que los ingleses replegaron a sus tropas y a galos de Dunkerque y El Havre, respectivamente, después de las precisas y afinadas operaciones de evacuación Dinamo y Cycle. Era el momento de un liderazgo para la guerra. Tiempos de sangre, de sudor y de lágrimas que se minimizaron en sus consecuencias y en sus efectos en la medida que se opusieron esfuerzos en sintonía con la necesidad, con la proporcionalidad, con la oportunidad y con la pertinencia. Esas eran las voces que oía el pueblo ingles en ese momento. Cinco años después los ingleses, aliados con los franceses libres y los norteamericanos, y con la yunta circunstancial de los soviéticos derrotaron a la amenaza nazi y a la tiranía del III Reich.

Una alternativa de conversación a la venezolana

En este momento se ha trazado un camino democrático, en paz, electoral que pone en trayectoria inmediata la posibilidad de alcanzar un cambio político de corto plazo en Venezuela, sujeto a muchas condiciones. No hay garantía de jornalear esa ruta sin que los vendavales del ventajismo oficial lleve siempre la delantera en términos de los resultados. Salvando distancias, lugares, etapas históricas, personajes y coyunturas se puede establecer un patrón de comparación político, económico, social y militar entre el Reino Unido de 1940 con la Alemania nazi tocándole la puerta para una invasión a la isla, con la Venezuela de 2023 frente a las elecciones presidenciales de 2024 con otra invasión desde otra isla, que soporta desde el año 1998.

El agregado que hizo la diferencia y que proyecta en términos de la victoria, el esfuerzo del pueblo británico reduciendo los márgenes de sangre, de sudor y de lágrimas lo fue el liderazgo montado sobre ese gordo a la manera de un bebe grandote con un genio de los mil demonios, con unos impulsos que arropaban a su gabinete de guerra y con un carácter que ponía a retroceder al mismo rey Jorge VI mientras encendía un puro y se lanzaba un matracazo de escocés para tomar una decisión de naturaleza operativa militar.

La ruta venezolana va a requerir de esfuerzos. Ya se ha derramado suficiente sangre, se han escurrido por los cachetes muchas lágrimas y se ha empapado la calle con suficiente sudor. Hay que parir y empujar la gente hacia la calle y el liderazgo debe ponerse en la vanguardia de este nuevo itinerario que se está trajinando. Y eso se inicia con un viaje del liderazgo en el desvencijado metro de Caracas desde la estación de Pro-Patria hasta Palo Verde, y luego desde Las Adjuntas hasta Capitolio y por último desde La Rinconada hasta la Plaza Venezuela con dos preguntas para hacerle al pueblo de a pie que va a ganarse la arepa diariamente con su trabajo: una ¿están ustedes de acuerdo con que mi candidatura se salte a la torera esa etapa de las elecciones primarias y me vaya directo a las elecciones presidenciales? y la número dos ¿ustedes me acompañan en la calle masivamente en caso de que el régimen de la revolución bolivariana invalide, neutralice, niegue, impida, frene, paralice, imposibilite, reprima  con todo su poder esta posibilidad de cambio político en Venezuela antes, durante o después de las elecciones presidenciales de 2024?

Con las respuestas en la mano ese liderazgo debe irse a la BBC, perdón a las redes sociales y hacer los anuncios correspondientes.

En fin, habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas mientras más esfuerzo se oponga para sacar la revolución bolivariana del poder.

Habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas mientras más vigor se desarrolle para que cada quien haga la tarea del colibrí para apagar el incendio revolucionario que se devora a Venezuela.

Habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas mientras se agregue más coraje para enfrentar a la revolución y sus aliados, y sacarlos del poder.

Habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas cuando se asuma con valor las tareas de identificar las fortalezas del régimen sin subestimarlo.

Habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas cuando se saque el ánimo necesario para asumir la realidad del enemigo político al frente y dejar de lado el eterno triunfalismo sin base.

Habrá menos sangre, menos sudor y menos lágrimas cuando el arrojo histórico del venezolano se imponga al desgano y la impasibilidad en transferirle las responsabilidades cívicas y ciudadanas a líderes irresponsables, y a políticos y militares aventureros y oportunistas.

A la sangre, al sudor y a las lágrimas no es necesario buscarle sinónimos. Su expresividad es categórica y su asociación mental es rotunda en la emocionalidad. Se evitan con mucho esfuerzo y asumiendo los riesgos. En cambio esfuerzo si podemos torearlo desde las gradas de la sinonimia. Y allí es donde surge ánimo, valor coraje, vigor, arrojo para conciliar la expresión e impedir la sangre, el sudor y las lágrimas.

No hay que dejar al pueblo hablando solo, de su cuenta.

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