Cada vez más ardua es la tarea de indagar acerca del acontecer nacional o internacional sin ser víctima de la desinformación, el sesgo noticioso y la posverdad porque, al parecer, las emociones condicionan las opiniones, y éstas distorsionan o encubren los hechos —los partes de guerra originados en Kiev o en Moscú ejemplarizan cabalmente lo afirmado—. Ello es particularmente cierto en nuestra desventurada tierra de gracia. Según la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión (RELE) de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Venezuela se registran graves y sistemáticas transgresiones de los artículos 57 y 58 de la Constitución vigente, atinentes al derecho ciudadano de expresarse libremente y tener acceso a información oportuna, veraz, imparcial y sin censura. Asimismo, sostiene la RELE, se observa un ambiente hostil al ejercicio del periodismo, ahitado de hostigamientos, detenciones arbitrarias y estigmatización de quienes investigan y participan activamente en los asuntos de interés público y político. El citado organismo «también ha sido informado sobre medidas restrictivas del derecho a la libertad de expresión en el entorno digital, por ejemplo, apagones y cortes del servicio de Internet y bloqueos deliberados contra portales informativos y otras plataformas digitales». Debido a tan concluyentes constataciones, los gobiernos de Australia, Canadá, Francia, Irlanda y Luxemburgo deben estar al borde de un ataque de miedo ante las advertencias del supermonigote bigotón de tomar medidas políticas y diplomáticas dirigidas a impedir la continuidad del mandato de esas naciones en la misión de marras.
¡Ay Nico, Jesús contigo y tu padrino! Sigamos.
Hace exactamente una semana, la alianza de Hermanos de Italia (FdI), Liga y Forza Italia (FI) se hizo con 44,1% de los votos, y la ultraderechista y cuasifascista, sino fascista del todo, Giorgia Meloni, vociferando la consigna favorita de Il Duce, «Dios, patria y familia», se perfila como la próxima y segura huésped del palacio Chigi en calidad de premier de la bota itálica —¿aterrorizarán de nuevo los camicie nere al uomo qualunque?—; con anterioridad, el 11 de setiembre, 21° aniversario del atentado a las emblemáticas torres gemelas del World Trade Center neoyorquino, en Suecia, la oposición conservadora desplazó del poder a la socialdemocracia. Europa se inclina poco a poco a circular por el canal derecho.
Este domingo, el péndulo ideológico oscilará hacia el oeste y la sinistra. Se detendrá en Brasil, donde, además de la presidencia de la República, se disputan 27 gobernaciones, 27 senadurías, 513 diputaciones federales y 1.059 representaciones estatales; de modo unánime, los pronósticos vaticinan un holgado triunfo de Luiz Inácio «Lula» da Silva. Jair Bolsonaro, quien reduce maniqueamente la jornada a «una batalla entre el bien y el mal», apuesta al balotaje (30 de octubre), con la esperanza, quizá inútil, de captar los votos de los otros 9 aspirantes a instalarse en el Palácio da Alvorada, espléndido diseño de Oscar Niemeyer, y no descarta desconocer los escrutinios o, incluso, propiciar un putsch a fin de abortar un tercer mandato del líder del Partido de los Trabajadores (PT). Hoy, o a fin de mes, el gigante suramericano regresará al ruedo rojo, y ello significa otro punto de apoyo para apalancar la usurpación padrino-madurista. América Latina a full chola por el canal izquierdo.
Es 2 de octubre y en fecha análoga del año 1869, no domingo, sino sábado, nació en Porbandar, India, Mohandas Karamchand Gandhi, el dirigente más destacado de la lucha contra el colonialismo británico, bien conocido en virtud de su vindicación de la resistencia pacífica, bautizado Mahatma (Gran Alma, en sánscrito) por el poeta y premio Nobel de Literatura (1913) Rabindranath Tagore y en cuyo honor (de Gandhi, no de Tagore) instauró la Organización de las Naciones Unidas el Día Internacional de la No Violencia. En nuestra desinstitucionalizada República, sujeta al terrorismo de Estado, semejante conmemoración concita cherchas y risotadas en los responsables de garantizar el orden público, sobre todo ahora cuando informes de inteligencia de la Customs and Border Protection del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ponen de bulto la presencia, entre compatriotas migrantes, de exreclusos de las cárceles del país —algunos condenados por asesinato, estupro y extorsión—, liberados a cambio de infiltrarles con el doble propósito de deshonrar el peregrinaje de venezolanos en busca de mejor vida, lejos del infierno socialista del siglo XXI, y hacer de refugiados y desplazados parias indeseados, dificultándoles el ingreso adonde ambicionen sedentarizarse. Tan abominable estrategia de descrédito no es invento chavista; es calco del destierro compulsivo conocido como «puente marítimo del Mariel», considerado una de las mayores oleadas migratorias del siglo XX —más de 125.000 cubanos, entre ellos un contingente de truhanes y malhechores de la peor ralea, salieron de la isla de abril a octubre de 1980 con destino a Miami, una minucia si se les compara con los más de 6 millones de venezolanos escapados de este campo de concentración bautizado chavistamente República Bolivariana de Venezuela—.
El viernes, sin regreso a clases, dijo adiós el noveno mes de 2022. No se despidió la pandemia, cual insinuaba una nota optimista del New York Times, contradicha en entrevista a Tedros Adhanom Ghebreyesus, presidente de la Organización Mundial de la Salud, mas se celebró, eso sí, el Día Internacional del Derecho a la Blasfemia, efeméride creada a objeto de recordar la publicación, el 30 de setiembre de 2005, en el periódico danés Jyllands-Posten de caricaturas de Mahoma consideradas blasfemas por el fundamentalismo islámico. Ante esta fanática reacción, el Center for Inquiry, ONG norteamericana dedicada a «promover la ciencia, la razón y la libertad de investigación», escogió la fecha para protestar, a nivel planetario, contra la intolerancia religiosa. No es bien visto denostar de los muertos, pero, como el padrino-madurismo pretendió convertir el culto a la personalidad del mesías de Sabaneta en religión, fue anteayer oportunidad de levantar la voz e imprecar, maldecir y echar pestes al principal instigador de la tragedia nacional y agente transmisor de todas nuestras angustias y quebrantos —tal desahogo le hubiese sacado la piedra al odiado bellaco, versión masculina y revolucionaria de Chepa Candela, quien prohibió, sin estar facultado para ello, hablar mal del santón galáctico—.Quienes nos legaron la lengua castellana blasfeman a placer y es normal escucharles cagándose en Dios y su madre, en la hostia, las tres divinas personas, y las once mil vírgenes, si las hubo; en los escarpines del Niño Jesús, en todos los santos y paremos de contar: echemos pestes a grito tendido y regresemos al lugar y tiempo pertenecientes a quienes no claudican ante la ofensiva carnetizada de la pandilla del general Padrino y el sargento Maduro, y se resisten a la postración, explorando nuevos caminos en busca de la unidad perdida —ya el muñeco de ventrílocuo despotricó a placer de la precandidata opositora María Corina Machado, y de vaina no le dijo cómo moriría—. Similares descargas de su procaz fusilería verbal recibirán los candidatos del G-4. En atención a lo visto y oído, será dilatada, cruel y apabullante la cruzada electorera emprendida tempranamente por el régimen de facto.
Octubre siempre me fascinó, no tanto por los 10 días que conmovieron, estremecieron o sacudieron al mundo —los de la Revolución bolchevique, contados magistral y vertiginosamente por el periodista norteamericano John Reed (Ten Days that Shook the World, 1919)— sino por los borrados de la historia, al menos de la historia occidental, hace 440 años: en 1582, al 4 de octubre no sucedió el 5, sino el 15. 10 días se desvanecieron y no hay registro de ellos en la memoria histórica; el planeta, sin embargo, siguió girando sobre sí mismo y en torno al Sol, pero nada ocurrió en su superficie durante ese fantasmal interregno. El papa Gregorio XIII, con ánimo de corregir desbarajustes del almanaque juliano, detectados por sabios salmantinos, borró de su agenda 10 días que no conmovieron al mundo, al comenzar a regir el calendario vigente, llamado gregoriano con justicia o con jactancia. Y, si hablamos de jactancia, haré gala de ella y finiquitaré esta travesía, refiriéndome al alipori causado por Nicolás en Padrino al prometer zapatos a 9 bolívares el par y calzar a los docentes, devenidos, en razón de sus miserables ingresos, en patas en el suelo. Serán de plástico o de cartón, como los de Manacho, quien tenía tremendos zapatos y cuando llovía andaba descalzo. Y, para quienes no lo sepan, lípori o alipori, con o sin acento esdrújulo, quiere decir pena ajena. Adiós, los quiero mucho y ¡hasta la vista, baby!, tal exclamaría el animador de un show televisual, remedando a Arnold Schwarzenegger.