En la historia de la humanidad los regímenes despóticos se imponen a la población, con el uso desmedido de la represión y sus formatos violentos, con pocas variaciones en el transcurso del tiempo.
Muy diferentes son las culturas y las épocas, aunque siempre encontraremos un hilo conductor que les asemeja en sus actuaciones. Siria y Venezuela, realidades absolutamente equidistantes, la maldad les une y la perversidad es la insignia de ambos regímenes, uno caído, el otro, sin freno, rodando por el precipicio en su carroza de ignominia.
Las dos cárceles emblemáticas de los dos tiranos, Saydnaya, el calabozo medieval en Siria y el Helicoide, la insignia del crimen en Venezuela, definen la naturaleza de ambas tiranías: salas de tortura, descargas eléctricas, convierten a los detenidos en seres anónimos de apariencia cadavérica, robándoles la vida, como el personaje Dantés, en el conde de Montecristo.
Los campos de exterminio nazis no tienen ninguna diferencia. En Siria la libertad abrió las puertas y los testimonios son aterradores, los mismos métodos se repiten con exactitud, perfeccionados por la perversidad chavista.
A las torturas macabras se agrega una situación que ha sido detectada, desde las entrañas del monstruo, y es la conformación de un laboratorio para personalizar las torturas, dirigido por un miembro de la cúpula, que curiosamente también dirige la fachada de parlamento nacional que han usurpado.
Basado en la psiquiatría, como profesión para ejercer el mal, distorsionando los postulados éticos de la disciplina, ha estructurado un laboratorio, donde estudian las características personales de cada prisionero político, para aplicarle la tortura y lograr un exterminio moral total. De allí que los detenidos en su mayoría pertenecen a los organismos internos organizadores del gran triunfo electoral. De allí salió el método de tortura contra el comando asediado en la embajada de Argentina.
Es insólito: el presidente del organismo que debe ser garante del sistema constitucional y legal del país, es el director de este laboratorio criminal, de carácter interdisciplinario, que sustituye el Estado de Derecho por el terror personalizado.
Allí estudian la hoja de vida de la víctima, su familia y seres cercanos, su responsabilidad política, para diseñar la fórmula del tipo de trato cruel que se aplicará, desde la tortura física, psicológica y asedio al núcleo cercano. Realizan valoraciones psicológicas, utilizando técnicas medulares del repertorio clínico personal y construyen el entramado que desarrollarán los ejecutantes en las prisiones. De allí salen los tratamientos farmacológicos para aplicar a la víctima: sedantes, barbitúricos y otros agentes psicofarmacológicos, a emplear en las sesiones, luego de la privación del sueño, el aislamiento y la oscuridad total. El propósito incluye generar impactos negativos en la dirigencia, crear reacciones transferenciales en ella. La violación de la inmunidad diplomática es parte de ese plan: construir relatos negativos falsos, para desmoralizar a la población.
El Helicoide es el eje central de la estructura de esta actuación criminal. El laboratorio de la tortura que dirige el psiquiatra del mal cuenta con profesionales diversos que deben ser investigados por sus crímenes, utilizando técnicas profesionales, destruyendo a miles de venezolanos, cuyo único delito es luchar por la libertad.