En estos días, unas declaraciones del secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols, nos hicieron recordar el período fallido y lleno de frustración que significó el interinato de Juan Guaidó.

El alto funcionario señaló, palabras más, palabras menos, que todas las sanciones estaban sobre la mesa si el gobierno de Maduro no habilitaba a María Corina Machado, incluso, aquellas que habían sido levantadas pocas horas después de la firma de los acuerdos de Barbados, que habrían de permitir al régimen la comercialización de petróleo, gas y oro.

Y es que cualquiera se pone a pensar: bueno, faltan unos pocos días para que se cumpla el plazo del 30 de noviembre, impuesto públicamente por el propio secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, para que Maduro proceda entonces conforme a lo que sería la interpretación fiel de los acuerdos de Barbados. En otras palabras, actuar en correspondencia con la aplicación de una hoja de ruta electoral justa y transparente.

Sin embargo, todo parecería indicar que nada de eso forma parte de la agenda del régimen, que más bien ha transmitido a través de sus principales voceros, Jorgito Rodríguez y el teniente CriCri, su negativa a aceptar lo que ellos consideran un chantaje de parte de la administración Biden.

Los viajes recientes a Rusia de la vicepresidente, Delcy Rodríguez, y del canciller, Yván Gil, pudieran estar enviando un mensaje del régimen que debe tal vez interpretarse como: no me importa en absoluto si las licencias recientemente concedidas son revocadas. Después de todo, hemos demostrado que nuestras alianzas internacionales (Rusia, China e Irán, principalmente) nos permiten burlar las sanciones y no tener que ceder a estúpidas condiciones que pongan en peligro nuestra permanencia en el poder.

Lo cierto es que la pelota está ahora en la cancha del gobierno de Estados Unidos que tendrá que decidir si honra la palabra de sus altos funcionarios. Las salas situacionales de Miraflores ya han aconsejado a Nicolás que debe seguir adelante con su nueva estrategia chauvinista del referéndum consultivo sobre el Esequibo.

Esta aberración de propuesta que pretende desviar la atención del venezolano, sobre todo después del indiscutible impacto político de las primarias de la oposición, ha logrado que el gobierno de facto vuelva a imponer su propia agenda. Y es que el régimen, con su aparato hegemónico comunicacional, quiere asegurarse de que nadie se acueste por las noches sin dejar de pensar en la “causa patriótica” chavo-madurista.

Sin dar cifras exactas, ya el régimen ha estado publicitando el supuesto éxito que tuvo el ensayo de votación previo al 3 de diciembre, y cuenta con que esta trampa político-electorera, disfrazada de nacionalismo y patriotismo, no le deje otra opción al venezolano que sumarse a la falsa causa.

Sobre el impacto real que esta nueva trampa del régimen tendrá en la opinión y sentimiento nacional, aun habrá que esperar un poco, debido a que mucho de lo que se diga y analice de aquí al día de la consulta entra inevitablemente en el ámbito de la especulación, aun cuando algunas encuestas muestran una proyección de participación moderada.

El factor María Corina

Un elemento para considerar como factor incidente en los resultados del referéndum del 3 de diciembre son las declaraciones ofrecidas por María Corina Machado, luego de los malintencionados e insistentes exhortos del régimen dirigidos a la oposición. Desde su condición incuestionable como líder de la causa democrática, MCM le habló al país dejando sentada su firme y categórica posición favorable a la suspensión de la convocatoria del gobierno de facto, y apelando a “la sensatez de todos los venezolanos, civiles y militares”, respecto al proceso de defensa del Esequibo.

Sus palabras, muy contrastantes con las mentiras del régimen, sirvieron para recordar al país que fueron el propio Chávez y Nicolás Maduro los que “actuaron con absoluta irresponsabilidad, poniendo así en riesgo el reclamo sobre el Esequibo”, un comportamiento calificado como entreguista que hizo que ahora el diferendo territorial pasara a la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia.

MCM hizo saber que un verdadero accionar patriótico debe descansar –lejos del error de la tramposa convocatoria del régimen desconociendo la jurisdicción de la CIJ- en la conformación de un equipo multisectorial con los mejores expertos, entre historiadores, juristas, diplomáticos, militares, independientemente de sus orientaciones políticas, que pueda elaborar una contramemoria impecable a ser presentada antes del 8 de abril de 2024, en La Haya, y que asegure la defensa efectiva de los derechos legítimos e históricos de Venezuela.

La importancia de las declaraciones de MCM radican en la necesidad de no abandonar el inestimable espacio político que la oposición se procuró legítimamente a raíz de los resultados de la consulta primaria del 22 de octubre, y que demanda un continuo y renovado esfuerzo por imponer una narrativa propia de contrapeso a la estrategia y política comunicacional del régimen.

Una vez haya pasado la bulla del referéndum del 3 de diciembre, la oposición venezolana, bajo el liderazgo de MCM, no debe descansar en la tarea imprescindible de imponer su agenda política propia, esa que, sin tregua, coloque al régimen en una posición defensiva y reactiva precaria. La construcción y crecimiento permanente de un frente nacional ciudadano con participación de todos los gremios y sectores nacionales descontentos que representan la mayoría indiscutible del país debe constituirse en el espíritu y motor de la ofensiva opositora.

El factor de apoyo externo siempre será importante para la causa democrática, pero debe tenerse siempre presente que, con o sin sanciones, la solución a la crisis política y existencial de Venezuela deberá descansar fundamentalmente en empeños y ejecutorias de orden endógeno.

Hoy día el país cuenta con la dirección y el liderazgo adecuado para alcanzar ese objetivo.


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