OPINIÓN

De Renny Ottolina al chavismo: un país que no pudo realizarse

por Grant Torres Grant Torres

Mucho antes de que apareciera en la escena nacional Hugo Chávez diciendo su tristemente célebre frase “Por ahora”, hubo un hombre que estuvo a punto de ser el primero en romper con el bipartidismo, una figura colosal surgida del seno de la antipolítica, con ideas claras y propuestas realistas, un líder que si hubiese llegado al poder probablemente el chavismo jamás habría logrado nada.  Aquel hombre que aún hoy es frecuentemente recordado y que simbolizaba el cambio y el desarrollo fue Renny Ottolina, a quien la fatalidad le sorprendió a escasos meses de que se realizaran las elecciones presidenciales de 1978 en las que tenía previsto presentarse como candidato con su propio partido llamado Movimiento de Integridad Nacional.

Ya en 1977 Renny se refería al socialismo como una idea obsoleta que había quedado 20 años atrás y que no se ajustaba a ese presente. En aquel momento nadie podía imaginar que 21 años después de esas declaraciones el presidente electo de Venezuela sería un sujeto que copiaría e instauraría el fracasado modelo cubano de Fidel Castro en Venezuela, con el que lejos de progresar retrocedimos prácticamente un siglo. Ese fue el coste de llevar a Chávez al poder.

El gran Renny Ottolina creía en la meritocracia por encima de lo que él llamaba “partidocracia”. Su visión era la de una Venezuela abierta a la inmigración y la mano de obra calificada. Él tenía la certeza de que para salir de abajo era importante el trabajo y la preparación por encima de un Estado paternalista. Quiso poner en marcha un plan agrícola basado en modelos de países como Estados Unidos y Canadá para que no existiera el desabastecimiento y pudiéramos evitar endeudamientos internacionales derivados de la compra de comida.

El discurso de Ottolina no estaba cargado de odio, era pragmático y visionario y a pesar de lo que a simple vista parecía rico de cuna, sus orígenes fueron humildes; su madre falleció, su padre lo abandonó, lo crió una vecina y le tocó dormir en carros. El suyo no fue un camino fácil, trabajó desde que era apenas un niño y pudo enfrentar la pobreza sin perder de vista su meta de ser exitoso. Su nieta directa, Reinie, declaró que cuando Renny era aún menor de edad llegó a vender sus propias fotografías asegurándole a la gente que algún día sería famoso.

Al contrario de Chávez, la vida de Renny  fue el ejemplo de una persona que asumió la responsabilidad de su destino y buscó unificar a la nación. Él no albergaba el resentimiento social que arrastraba el golpista Chávez, ese que lo llevó a destruir a nuestro país.

Tras la muerte de Renny Ottolina mucho ha llovido en Venezuela y la patria no ha dejado de desmoronarse: aquel fatídico año de 1978 resultó electo Luis Herrera Campins y durante su mandato ocurrió el Viernes Negro. El siguiente periodo presidencial estuvo a cargo de Jaime Lusinchi, luego Carlos Andrés Pérez gobernó por segunda vez, en esta etapa sucedió el Caracazo y un par de intentos fallidos de golpes de Estado. Finalmente Pérez fue destituido y sustituido por Octavio Lepage, quien a su vez fue remplazado por Ramón José Velásquez. En 1994 regresó Caldera, quien volvió al poder de la mano  de su “chiripero”, y finalmente uno de los golpistas, Hugo Chávez, inició el apocalipsis venezolano desde que ganó las elecciones de 1998.

Aunque algunas encuestas de la época sólo le vaticinaban una intención de voto del 10 por ciento del electorado a Renny Ottolina, la popularidad que aún goza su figura más de 40 años después de su fallecimiento, hace poner duda la veracidad  de aquellos datos que otorgaban tan escasas ventajas a quien era tan querido y admirado por el pueblo. Al día de hoy su muerte en un accidente aéreo permanece envuelta en polémica y misterio, no falta quien asegure que se trató de un asesinato.

Renny sigue siendo en el corazón de los venezolanos el número 1, llegó a convertirse en el mejor narrador, locutor, presentador y publicista, y sin lugar a dudas hubiese sido el mejor presidente de nuestra historia reciente. Si la muerte no hubiese cegado su destino, probablemente personajes tan absurdos como Nicolás Maduro no estarían al frente de nuestras instituciones, sobre todas las cosas porque Renny quería educar al país y prepararlo para un objetivo común:  el progreso.

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