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De Pulgarcito al Informe Hite

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«Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho» (WALTER LIPPMANN)

Sorprendía leer el titular de un periódico en el cual una eminente profesora de Filosofía criticaba con notable desdén el valor de las sesiones de clase impartidas por otros profesionales de la enseñanza. Al parecer, alguien cercano le había contado el caso del docente que leía relatos infantiles en aulas de Educación Secundaria. La mencionada profesora respondía a las preguntas de una entrevista en el diario. Ella opinaba que ese tipo de lectura parecía, cuando menos, inadecuada; sobre todo, si los textos se dirigían a chavales preadolescentes, es decir, a alumnos de entre 11 y 14 años de edad.

Habrá que asumir el hecho de que para algunos profesionales de la enseñanza los cuentos como Pulgarcito, El soldadito de plomo o Caperucita Roja son cosas de niños y que el aprendizaje de carácter tan simple y ñoño acaba a los 7 años o incluso antes. Vamos, que si a un profesor de Ética, Religión o Valores se le ocurre leerlos en voz alta está haciendo el ridículo.

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A finales de agosto de este año, durante la Fiesta Mayor de Granollers en Barcelona, un taller de la comisión de fiestas de la localidad catalana organizó entre otras cosas, una serie de actividades enfocadas a la difusión de «técnicas de guerrilla urbana». Los preadolescentes y los adolescentes simulaban lanzar cócteles molotov a un policía representado por un monigote. Los instructores también parecían pasar un buen rato («Críticas a un taller de la Fiesta Mayor de Granollers que simula tirar cócteles molotov a la Policía». Público; Madrid, 28 de agosto de 2024)

Hoy en día, los objetivos de la educación resultan borrosos y torcidos. A mí me enseñaron en casa y en la escuela. Me instruyeron bien para no hacer daño y que no me hicieran daño. Aprendí que un principio fundamental de la gente educada es aprender a aceptar un no por respuesta y aprender a decir no cuando uno tiene que decir no. También me hablaron de respeto y empatía, en fin, cosas en las que uno piensa y repiensa después de haber leído El patito feo o Pinocho, por citar un par de ejemplos.

Esta vez, los organizadores del taller de Granollers debieron de considerar a los adolescentes dotados de una conciencia suficientemente adulta como para aprender a luchar contra el enemigo en una posible “guerrilla urbana” y sabiendo discernir quién es el objetivo. Es justo, no obstante, destacar que los Blaus de Granollers publican una nota en redes sociales que comparte el periódico, por medio de la cual muestran -y cito literalmente- «su pesar por la interpretación del acto».

El Parlamento español refleja la situación actual de la sociedad española. Aquí se observan las actitudes, los gestos y las reformas de ley que se aplican. Los españoles estamos siendo testigos del desencuentro de las dos Españas mediante las sesiones de control al Gobierno que ofrecen los canales de televisión. Por un lado, el partido del Gobierno trata de guardar un argumentario único con la peculiaridad de que todos y cada uno de sus miembros, diputados, ministros, presidente y vicepresidentas repiten las mismas palabras y las mismas ideas idénticas en forma -y supuestamente, en fondo- dando la impresión de haber sido ensayadas previamente. Los socios del Gobierno unas veces le dan la razón al Gobierno y otras se la quitan. Este es el precio que paga quien negocia todo lo que le conviene con quien le conviene. El partido del Gobierno ha convertido el lenguaje y la manipulación del mismo en un arma. El lenguaje inclusivo deshace la idea clara de la lengua española y pretende satisfacer a todos siendo redundante, cansino y estúpido. La izquierda actual ha destrozado el concepto de igualdad y democracia, por ejemplo, al otorgar un trato de favor a una Comunidad Autónoma como Cataluña con el objetivo de contar con el apoyo de sus socios en el Parlamento. El Gobierno en boca del presidente se ha acostumbrado a la negación empleando términos como «no caso» al referirse al caso de la esposa del presidente citada a declarar ante el juez. No quiero recordar el momento en que el propio presidente también es llamado a declarar, negarse a hacerlo acogiéndose a su derecho a no declarar y no declarando. Dicho de otro modo, no colaborando con la justicia-contradiciendo su sentencia grandilocuente en el Parlamento en la que afirmaba contundente: ‘»En un día como hoy, y después de las noticias que he conocido, a pesar de todo, sigo creyendo en la justicia de mi país» (Pedro Sánchez.-Madrid, 24.abril.2024)- Resumiendo, el presidente hace gala de su «no colaboración» con la justicia. Días después de haber sido citado a declarar (30.julio.2024) el presidente presenta una querella contra ese juez.

El lenguaje es el sistema de comunicación más completo y complejo que existe. Para comunicarnos de forma adecuada tenemos que hablar con sinceridad, debemos ser honestos. No se entiende a un presidente que cambia compulsivamente de opinión y no dice la verdad. Como decía Mariano Rajoy, alguien dijo de él en una ocasión, «miente más que habla». Uno podría decir que su palabra es una «no palabra». El valor de la palabra pesa lo que pesa la verdad de esa palabra.

Por otro lado, los partidos de la oposición mantienen discursos variados y, presumiblemente, más enriquecedores que el discurso del pensamiento único con el que algún día soñó la auténtica izquierda española.

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Al otro lado del Atlántico, la profesora y líder política venezolana María Corina Machado era interpelada por un reportero a la salida de un acto público en el que ella se encontraba rodeada de una multitud de personas. En un momento dado, según recoge una grabación, el periodista reclamó que respondiese a su pregunta a lo que María Corina le responde que si le hace una pregunta debe darle tiempo a responderle y que, si tiene más preguntas, las contestará igualmente. Lo dice entre mucho ruido, haciéndose oír, y con mucha educación. El informador contraataca con esta réplica: «No hay ningún manual sobre eso, María Corina», a lo que ella satisface: «Sí. El Manual de Carreño».

La educación que la familia y la escuela ofrecen consiste muchas veces en nociones de urbanidad y buenos modales. Una persona que escucha a otra sin interrumpirla constantemente, el individuo que sabe contenerse y no gritar o empujar cuando esa reacción sería la más fácil, escribir bien, tener buena ortografía. El peatón que agradece al conductor que el cede el paso en un paso de cebra, la cortesía de dar las gracias, pedir permiso, saber disculparse y todos esos gestos educados que son imprescindibles para la convivencia.

En las escuelas deberían ocupar un espacio asignaturas diversas, entre otras, una asignatura dedicada a educación vial que enseñase a transitar como peatón, ciclista o conductor. Otra asignatura esencial podría poner en práctica la lectura en voz alta, la dicción y la entonación. Finalmente añadiría dos asignaturas más, aunque haya quienes crean que se enseñan ya en familia, no está de más tratarlas desde una perspectiva académica. Si los alumnos estuviesen educados en buenos modales, los profesores no tendríamos que corregir su comportamiento en el aula con tanta frecuencia. Por lo tanto, yo incluiría en el temario una asignatura de urbanidad. La otra materia sería educación sexual por muchas razones. Educar a los adolescentes en sexualidad es ayudarles a conocer el instinto, la libertad- la ajena y la propia-, el respeto y, además tratar de entender al sexo que nos atrae

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*»Where all think alike, no one thinks very much» (W. Lippmann)

 

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