OPINIÓN

De Oslo a Estocolmo hay más que un paso

por Armando Martini Pietri Armando Martini Pietri

A diferencia de Noruega, reciben la primavera entre misteriosas ―y hasta ahora, que se conozca, infructuosas― conversaciones los enviados de Nicolás Maduro y Juan Guaidó, su vecina Suecia sí reconoce al diputado por Vargas como presidente interino.

Contraste significativo. La conversa en Oslo, independientemente de su condición actual y perspectivas, se hace entre representantes en conflicto con el gobierno noruego como facilitador. Las convocadas por Suecia se realizan sin venezolanos.

Con esto se hacen pasionales las noruegas, y más realistas las suecas. Los encuentros obligan idas y venidas para consultas; tanto en unos como en otros no serán sencillas las reuniones no solo por los objetivos fundamentales, sino por los diversos y no siempre coincidentes intereses. El interino y usurpador ni están ni actúan solos, ni siquiera son jefes a la cabeza de sus grupos, sino designados, decididos, amparados por ellos; no pueden actuar por su cuenta, digan lo que digan, se diga de ellos lo que se diga.

El encuentro en Estocolmo tiene consultas adicionales que hacer. Los delegados deben viajar a, o comunicarse con, Washington, Moscú, Pekín, La Habana, Nueva York y se incorpora Teherán. Y en esas capitales las prioridades no son ni Guaidó ni Maduro, sino miles de millones de dólares por cobrar, estrategias geopolíticas de ajedreces mundiales complejos, posibilidades económicas actuales, a corto, mediano y largo plazo, con éxodo masivo que, aunque afecta de manera inmediata a vecinos y países cercanos a Venezuela, también se hace presente en naciones más remotas.

Elementos de atención. Por ejemplo, para los europeos, ya Cuba no es simplemente la tiranía feroz de los Castro y beneficiados, sino una tierra en la cual tienen inversiones y expectativas notables. Es el caso que el producto de los negocios, en su mayor parte, fue trasladado al Viejo Continente tras robárselos a los cubanos y estadounidenses desde hace más de medio siglo. La decisión del presidente Donald Trump de permitir que dueños originales puedan hacer sus reclamos en tribunales estadounidenses ubica a los europeos en un conflicto incómodo y riesgoso, ese puede ser no solo un cambio importante, sino un instrumento de negociación con mucho dinero de por medio; casi todos tienen intereses en suelo norteamericano, y en el poderoso mercado estadounidense como jugoso y rentable cliente.

Pero es instrumento de presión de los chinos, que, aunque en la actualidad estén enfrentados al coloso estadounidense por cuestiones de mutuas conveniencias comerciales, tienen enormes inversiones en países europeos, mercados de primerísima categoría.

Irán parece lejos, pero los países europeos tienen capitales relacionados y millones de musulmanes en sus ciudades que son, cada día más, comunidades problemáticas. No se trata nada más de cuántos aviones de combate pueda adquirir, sino de los millones de dólares que envían a sus países y cuán potente pueda ser el calentamiento del fanatismo islámico en París, Londres y otras capitales.

Quien tiene que perder, pero más por ganar, es Cuba. Es la tiranía, que abrió puertas a los europeos y trató de abrirlas a Estados Unidos hasta que Donald Trump les puso duras trabas. La astucia castrista ha sido siempre presentar su autocracia como bandera sentimental y romántica, aprovechar complejos de plantearse como “antiyanquis” aunque sin Estados Unidos, Europa no se hubiese reconstruido a partir de las ruinas de la II Guerra Mundial, ni sería posible hoy en día.

Tanto si lo era de verdad como si no, Fidel se declaró marxista, aceptó ser parte de la estrategia geopolítica soviética para instalar una amenaza creíble a 100 millas de las costas de Estados Unidos, aunque cuando Kennedy demostró estar dispuesto a la guerra por no aceptar soviéticos a esa distancia,. Washington y Moscú tomaron sus propias decisiones sin siquiera una llamada de cortesía a La Habana. Los barcos dieron media vuelta en el Atlántico, los misiles fueron desmantelados y sacados de Cuba.

La Unión Soviética continuó financiando el sostenimiento del castrismo obediente. O sea, un alivio para sostener el principio que suavizó la derrota de Nikita Kruschev, y la prensa estadounidense presentó como victoria de John F. Kennedy.

Lo importante para Fidel siguió siendo mantener el despliegue de propaganda y ayuda a grupos violentos que lo llevó a la derrota militar y política en Venezuela; como consecuencia, la expulsión de la Organización de Estados Americanos, que impulsó el inventado martirologio castrista.

Sin embargo, perduró sentado sobre la miseria del pueblo, los presos, los torturados y la represión. El comunismo cubano comprobó que tenía fuentes de financiamiento. Rublos rusos, alquiler de seres humanos ―médicos, espías, entrenadores deportivos―, por los cuales cobraba alto y pagaba bajo; desde 1999 Hugo Chávez a quien, seducido, pasó a ocupar el puesto de financista, vacío tras el hundimiento de la Unión Soviética.

Todo eso lo tiene en juego La Habana, pero ahora en Suecia. Logra ubicarse como factor indispensable, solo que esta vez con una verdad: son ellos los que mandan en Venezuela.