Tres noticias de los últimos días producen preocupaciones serias sobre lo que viene en materia migratoria en México y en la relación con Estados Unidos. Un cable de Reuters hace 48 horas citaba al director de migración, el salvaje Francisco Garduño, en el sentido de que el Inami ya no contaba con los recursos necesarios para seguir practicando vuelos de deportación o de desplazamiento de migrantes en situación irregular en el norte del país hacia el sur o hacia sus países. En otras palabras, terminan las deportaciones a los infiernos de Cuba y Venezuela, entre otros, pero también a Villahermosa y Tapachula. No me parece mal, pero huelga decir que esto va a agravar la situación en muchas ciudades fronterizas del norte.
Segunda noticia: el miércoles Custom and Border Protection (CBP) anunció que había realizado 12.500 “encuentros” con migrantes sin papeles, es decir, había detenido o se habían entregado 12 500 personas en territorio norteamericano, en la mayoría de los casos a pocos metros de la frontera con México. Es la cifra más elevada que se ha registrado desde que existe registro: equivale a casi 400.000 al mes o 5 millones al año. Obviamente este ritmo no se va a mantener, pero lo que revela es que todas las medidas puestas en práctica hasta ahora por la administración Biden y por López Obrador haciéndole el juego sucio a su colega, no han funcionado. Se suponía que el otorgamiento de 30.000 visas al mes a nicaragüenses, cubanos, venezolanos y haitianos, así como la aplicación CBP One, y otras medidas, irían coadyuvando a disminuir el flujo cotidiano mensual y anual. A juzgar por las cifras de ayer, no es el caso.
Tercera noticia: el Senado norteamericano, y desde luego la Cámara de Representantes, le negaron a Biden la aprobación de un presupuesto adicional de ayuda militar a Ucrania y a Israel que incluía una partida de seguridad en la frontera, pero que no abarcaba nuevas medidas restrictivas para el asilo y la entrada legal a Estados Unidos. Biden se encuentra hoy en una situación complicada: o acepta el chantaje de los republicanos y aprieta las tuercas en la frontera, o Israel y Ucrania pueden quedarse sin la asistencia militar que según ellos necesitan. Es evidente que no todo el mundo comparte las cifras y la prisa de Biden para entregar esas sumas astronómicas a Zelenski y Netanyahu, pero la urgencia es real. Por lo tanto, la tentación para Biden de ceder ante los Republicanos y aceptar nuevas limitaciones a la política de asilo, de facilitar las deportaciones y de volver a aplicar el infame programa “Quédate en México” (Remain in Mexico) va a ser cada día mayor.
Estas tres noticias se divulgan en un momento en que obviamente la capacidad estatal del gobierno de López Obrador va menguando. Ya no es el otoño del Peje, sino empieza ya el invierno. Le quedan apenas poco más de nueve meses en el poder, y cada día se nota más desvinculado de la realidad. Lidiar con estos tres nuevos frentes en plena campaña electoral se antoja difícil. Pero, finalmente, en este gobierno lo último que importa son las dificultades que arroja la realidad. Esta no importa, sólo las fantasías propias de la retórica mañanera. Pero, al igual que todo, el sexenio se acabará. Y entonces vendrán desafíos para mandatarias que no podrán recurrir tan fácilmente a la mentira y al engaño.