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De los traidores

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De pequeño, hace ya mucho tiempo, cuando en casa de mis abuelos se hablaba de traición o de alguien que hubiese cometido un acto de deslealtad, mi abuelo enseguida le profería una especie de insulto, que a él le parecía el peor: “Vos sois un Judas”. Y es que Judas es el traidor por excelencia. El propio Dante, al señalar la traición como el peor pecado que se pueda cometer y que su castigo es el ser devorado por toda la eternidad por el mismo Demonio, coloca a Judas en ese particular círculo infernal donde es devorado por las tres bocas de Lucifer.

En Venezuela hemos conocido a muchos que han sido tildados de traidores; algunos sí lo han sido, por ejemplo, Pedro Carujo, y su confusión de creer que el mundo es de los más arrechos; otros acusados de serlo no lo son y si lo son, fueron traiciones que generaron hechos que bien pueden considerarse positivos, a pesar de la carga negativa que le han impregnado, por ejemplo, Páez y el papel que desempeñó en la separación de Venezuela de la Gran Colombia; y otros que lo han sido, han sido catalogados hasta como héroes, por ejemplo, Hugo Chávez, quien encabezó una insurrección militar e intentó un golpe de Estado conspirando contra un gobierno democráticamente elegido sublevándose contra la autoridad del Estado e intento de asesinato de la familia del presidente Carlos Andrés Pérez.

Ahora hemos sido sorprendidos por la acción de unos diputados de la oposición que parecen haber cometido un doloroso acto de traición.

“Traición” de esta manera lo he calificado y no de “acto de corrupción”, que lo es, pero prefiero el de traición, pues este remite al acto mediante el cual un determinado sujeto, en este caso unos cuantos diputados, quebrantan la lealtad, no a Juan Guaidó, cuya defenestración de la cabeza de la Asamblea Nacional y por ende de su condición de presidente encargado de la República ha sido el objetivo que estos diputados entregaron a cambio de algún dinero, eso es lo que se dice. Pero la traición y la deslealtad es con el proyecto de recuperación democrática y el sentimiento de las mayorías por restablecer la democracia.

Lo peor es que tales actos han creado una especie de doble desencanto: primero, con la oposición democrática y, en segundo lugar, con la política misma, alimentando lo que tanto daño ha hecho al país, como es la narrativa de la antipolítica y cuyo resultado hoy está a la vista de todos.

Yo, en lo personal, no conozco, por ejemplo, al diputado Luis Parra, quien está persuadido del final de los cuentos contados por nuestros abuelos: el “colorín colorado, este cuento se ha acabado”; tampoco conozco a Negal Morales ni a Conrado Pérez, ni a José Gregorio Noriega y mucho menos al más violento de todos: el diputado Brito, quien señaló, que tenía a 70 diputados de Primero Justicia bajo sus órdenes. Al final, no pasaron de 18, que aceptaron en promedio según testimonios de otros diputados algo así como 700.000 dólares.

Más allá de estos brincos y cabriolas de estos diputados, muy bien remunerados con 30 pétreos de plata, lo que estos diputados han tramado con el gobierno es una terrible cochinada, incluso me atrevo a decir que no tanto del gobierno, pues es natural que este haga sus triquiñuelas para mantenerse en el poder; la cochinada es la de estos diputados que han abusado de la confianza que la gente les regaló en 2015.

Tal vez Luis Parra cree de verdad que este cuento terminó aquí, pero es bueno que empiece a creer también que él y los que armaron esta patraña se han ganado el desprecio de todo el país, y no sé si la cantidad recibida amortigua los efectos del desprecio que se han ganado.

En el pasado hubo alguien que se ahorcó cuando hizo algo que, salvando las distancias, es más o menos lo mismo: una infame traición. Eso, viniendo de gente a la que uno le ha entregado su confianza, jode, jode mucho y duele.

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