OPINIÓN

De la política y su necesaria escolaridad

por Luis Barragán Luis Barragán

La propia constituyente de finales de siglo dio inicio al proceso desbarajustador del país que tuvo por ensayos generales el nada inocente Caracazo de 1989 y las asonadas de 1992. La sola conformación de aquella asamblea no reflejó la por entonces auténtica correlación de fuerzas políticas y sociales de la Venezuela de varias décadas de experiencia democrática, después, retrotraída a etapas de barbarie hasta llegar a las actuales circunstancias de un desencuentro con la centuria misma.

Desinstitucionalizada al extremo, la política se antoja como un algo supersticioso que debe desatender al otro y a los otros, alcanzando la jerarquía de un modelo de negocios en la era socialista.  Todavía resuenan los dicterios y apotegmas del insoportable grupo de los llamados Notables de elevada moralina que le dio soporte a quienes aún gobiernan desconociéndolos con el franco desprecio, acaso, concebido y sellado como un eficaz, voluntario e involuntario,  partido satelital.

La intensa y perversa pedagogía ha penetrado en todos los ámbitos que, ahora, luego de soportar los millones de toneladas de propaganda y publicidad, tienden a reivindicar la política y la complejidad de sus relaciones, ideas y emociones, debiendo necesariamente traducirse en hechos concretos y, agregaría, históricamente concretos dada la coyuntura.  En la medida que descubren, identifican y comprenden el pensar y el obrar políticos, en esos ámbitos perciben la fragilidad y susceptibilidad de una picada de alacrán; se saben impotentes para generar vastos y novísimos  movimientos sociales, faltándoles el sentido y el aliento estratégico que ameritan; ya conocen y padecen las consecuencias de la apuesta irresponsable e incansable de un destino que es común, como se vislumbraba desde la inauguración del siglo (vid. Economía Hoy:  https://apuntaje.blogspot.com/2024/02/y-los-dados-cargados.html).

Más vale tarde que nunca, el pensar y el obrar que paradójicamente reclaman a la dirigencia partidista opositora que, en no pocos casos, los ha olvidado: quizá, porque es hechura de la descomposición generalizada y resumida en el fenómeno chavista, a falta de un mejor término; quizá, porque hay una pérdida de universalidad, todo circunscrito a un asunto única y exclusivamente autobiográfico. Y es que, con las excepciones de rigor, el dramático rompimiento se hizo con los hábitos, aptitudes, conductas, satisfacciones e insatisfacciones de una izquierda y de una derecha que se modelaban y comprometían en el centro, añadidas sus tensiones y contradicciones: se dio un salto al vacío, improvisada hasta la manera de andar; irremediable, debemos volver a las aulas vivientes de la escolaridad política. Por ejemplo, asumiendo que no hay articulación sin arraigo (vid. El Nacionalhttps://apuntaje.blogspot.com/2022/06/ilusion-quebradiza.html), importa y demasiado hacerse de la más elemental noción de liderazgo político y de la facilitación social.

Poderosa metáfora, de un lado, por descollantes que fueren las individualidades, el director sabe qué hacer y hace con los cellistas, los fagotistas, o los percusionistas, a modo de ilustración, dándoles precisamente conducción en la dura tarea de conquistar y domar la melodía, el timbre, el ritmo, la armonía; mal haría en sustituirlos por el mismísimo él, o que los ejecutantes pretendan derribar y reemplazar inmediatamente al director, ya que – otro buen símil – zapatero debe ocuparse de los zapatos, a menos que descubra la otra vocación, con la dedicación, el estudio y el entrenamiento correspondiente. Tenemos la impresión personal que el país asumía también el rol del liderazgo político, porque – aunque no gustara de la música académica – celebraba la existencia de Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos o Antonio Estévez, tan espontáneamente frecuentes en la prensa escrita de los cincuenta y sesenta del veinte.

Del otro lado, el director ha de relacionarse con músicos, productores y orquestas distintas a las que afronta con u batuta, a través de proyectos comunes de promoción, o, en todo caso, generando los incentivos necesarios para ayudarse mutuamente lidiando con los mercados dominados por Bad Bunny y sus equivalentes. De modo que el líder igualmente es un facilitador para ámbitos sociales que supone ajenos y de una tremenda limitación estratégica, más aún bajo este régimen; por ello, las veces en las que hemos incursionado en los problemas universitarios, laborales o fronterizos, intentamos y diligenciamos una diferente mediación y relacionamiento de sus más legítimos sectores, o lo solicitamos a quienes tanto se afanan por dirigir la orquesta.

Desde el pódium, la vista no es hacia un público atento, elegante y ordenado, sino la de una cruda realidad social que tiene una acostumbrada versión metropolitana, acaso, demasiado emblemática y gentil. Por detrás, en la herida profunda de la Venezuela de tiempos demasiados inmerecidos, seguramente nos espera una tragedia absolutamente insospechada que requiere de un inédito liderazgo político.

@luisbarraganj