“¡No te rajes la garganta, están muy lejos y no te oyen!”
Mario Vargas Llosa
(Historia de Mayta, Seix Barral, 1984: 262)
La vieja y necia discusión nos lleva a concluir que la díada es un comodín de aproximación y nada más. E, incluso, a la izquierda y derecha de nuestros tormentos se suman los extremistas del centro, en constante profesión de fe, aunque -deseándolo políticamente rentable- destacan más por una insólita habilidad terrenal.
Aceptemos que hay expresiones, planteamientos ideológicos y procederes políticos que, hoy, reclaman un nuevo lenguaje para darle timbre, además, a sus inevitables matices. Sin embargo, transados con el esquema convencional, devueltos a la premodernidad en el presente siglo, brevemente nos ocupamos de la izquierda leninista de una insufrible liturgia marxista.
Inexorablemente fracturada con la ya lejana derrota insurreccional, juró reencontrarse a finales del siglo anterior con la apuesta militarista a la que se atrevieron aún sus más calificados voceros, luego aventajados por los de una decidida voluntad trepadora que hallaron un cómodo cauce en el presupuesto público nacional, como antes lo lograron con el universitario. Y es que, muy contadas las excepciones, hicieron suyo el amasijo contradictorio de las consignas que dieron al traste con una reflexión también inevitable que, faltando poco, se derrumbó junto al muro de Berlín, a pesar de la distancia contada en miles de kilómetros.
El ejercicio impúdico del poder, le permitió al chavismo absorber a toda esa izquierda que encontró cupo en la medida de sus afanes revanchistas, e hizo de El oráculo del guerrero y del árbol de las tres raíces, el misal. Y, por supuesto, se entendió mejor con los derivados del antiguo MIR que del PCV, revalidando las relaciones sostenidas de unos con La Habana, en detrimento del otro, nostálgico de los tiempos de la agencia Novosti y de la editorial Progreso.
Versamos sobre una izquierda confiscada por Chávez Frías y, ahora, desintegrada por Maduro Moros, quien la purga constante y pacíficamente, concediéndole prestancia a sus sobrevivientes según la alineación astral que diga de su propia supervivencia. No tiene, esa izquierda, otra alternativa para recuperar su identidad que la de romper frontalmente con el régimen que la rebanó con la paciente astucia de un exorcista que ni siquiera lidió con las estridencias del demonio. Así, hizo del PSUV toda una curiosidad sociológica: partido de gobierno con organizaciones subsidiarias liquidadas o en vías de liquidación, como el PCV, Tupamaros, PPT, lumpen armado, MEP, Podemos, UPV, y otras entidades marxianas, faltándoles el debido responso.
@Luisbarraganj
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