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De la indignidad laboral

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Aquella añeja expresión de que «el trabajo dignifica» no será en la Venezuela actual. Está muy lejos de ser digno el trabajo en Venezuela.
Muy por el contrario, trabajar se ha convertido en una manera extensa de explotación de los seres humanos, que no se duda en llamar esclavitud moderna. Esto con la solo intención de intentar someter a los trabajadores a los designios de quienes manejan el poder perversamente y perversamente se aferran a él.
Resulta muy indigno que el salario mínimo en nuestro país apenas esté mínimamente por encima de dos dólares. Insignificancia que afecta las tablas de sueldo de toda la administración pública, por ejemplo. Pero la indignidad laboral cubre también a una muy significativa parte de la empresa privada.
Indignos son los bonos de miseria que riega el régimen como si de ayuda humanitaria se tratara. Unificadores del arrastramiento de buena parte de la población. Incluidos profesores y maestros, bomberos, personal de salud, trabajadores administrativos y obreros. Complementos de esa ayuda son las bolsas de comida cada vez más disminuidas, sin las cuales no podría hablarse siquiera de preservar algo de la alimentación de los subyugados.
Y uno se pregunta por la intención abyecta que soterrada navega por esas acciones contra los trabajadores que doblega también a jubilados y pensionados. Millones de venezolanos. No puede ser otra que la aceptación de quien detenta el poder. La demostración del poder mismo que aplasta. Limitaciones a la independencia y la libertad del pensamiento y de la acción. Acciones propias del «haces y dices lo que yo quiero», o no existes. Aumentar la preocupación por la subsistencia diaria.
Es también una forma de agresión y dominación psicológica. Hacer sentir ñinga a quien labora. Frente a quienes integran las más altas cúpulas, como ocurre, también de manera ejemplar, en la siempre lamentable Fuerza Armada. ¿Qué siente un trabajador hundido en la miseria, al ver el despliegue de conciertos o de pinturerías y limpiezas en las calles, o los aviones y carros o seguridad de las cúpulas poderosas? Humillación, por supuesto. Es una manera de atacar el ego. De hacer sufrir al yo interior y exterior de quien trabaja. Limitado, maniatado, preso para proceder a cualquier cosa.
Hoy en Venezuela, queriendo o no, no me canso de decirlo, quien trabaja subsidia, financia y muchas veces no le queda salida. Perturbadora situación este sometimiento abusivo, contrario a la Constitución, a las leyes, a los derechos humanos. El individuo fulminado por la anemia que se transforma también en anemia del pensamiento, de la movilización y de la rebeldía. Nadie aquí siente eso de la dignidad del trabajo. Viceversa, más bien. Solo existe una forma de liberar al trabajador y al trabajo.

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