Hay una marcada corriente que, en los últimos años, ha irrumpido de nuevo ante un inacabable discernimiento dilemático.
La Fundación Sanders acaba de proponer y divulgar la conformación de la Internacional Progresista (“Vino viejo en odre nueva”, diría Nietzsche); es decir, una especie de resucitación de la Internacional Socialista. Cuya filosofía en esencia insiste en dividir dos planos dicotómicos entre izquierda y derecha. Dos mundos, dos sociedades irreconciliables —por gusto y pensar de sus promotores—.
Cuando ya pensábamos que, en la actualidad, tales discusiones reduccionistas habían quedado clausuradas; porque en estos tiempos es posible sintetizar ambas líneas de pensamientos en un instrumento teórico-práctico superador.
Diremos mucho más al respecto: éramos conscientes de que ubicarse o etiquetar a alguien de izquierda o de derecha era cosa preterida; porque esas odiosas nomenclaturas habían sido sepultadas por las propias realidades históricas.
La audacia de los proponentes de la Internacional Progresista no hacen otra cosa que retrotraer al pensamiento diverso/plural a una cartografía de disyunción sociopolítica sin justificación aparente.
Desde el año 2018 ya se venía asomando la mencionada entidad de disimulado corte político; aunque no lo termina de asumir plenamente.
Este mes, en un acto que pasó con más penas que gloria, se formalizó el lanzamiento de la Internacional Progresista, el cual contó con personalidades del mundo académico y político e incluso estrellas de Hollywood, que discutieron acerca de los “posibles caminos para fortalecerse como expresión mundial alternativa”.
Lo que pudimos rescatar de un encendido discurso del economista Voroufakis (referente de la rancia izquierda griega), abrumado por el resentimiento, expuso: “Nuestra generación será recordada por la marcha triunfal de una Internacional que emergió de las cloacas del capitalismo financiero. Luchemos para que sea nacionalista; además, recordada por haber dado luz a una movilización que desafió a esta amenaza: depende de la voluntad de los progresistas en Estados Unidos, en la Unión Europea, en Reino Unido y en países como México, India y Suráfrica, forjar una Internacional Progresista”.
Acaso hay dudas de que el contenido fundamental de la tesis doctrinal de la naciente Internacional Progresista es un refrito de opciones similares, de no muy grata recordación.
Fíjense en este “remozado planteamiento”, donde según los divulgadores de la Internacional Progresista: “Es necesario establecer una plataforma política global ante el avance de la derecha política más extremista y conservadora, que ha venido exacerbando la explotación de los más pobres y aumentando considerablemente la riqueza de los más ricos, haciéndolos todavía más ricos”.
Llama la atención que esta Internacional Progresista vendría a surgir de la devaluación política de la otrora muy beligerante Internacional Socialista, la cual, históricamente, acuñó la patente de la filosofía y de los valores de integración social que pregonaba la socialdemocracia clásica.
Estamos seguros de que quienes se agrupan en la Internacional Progresista no han reparado en lo más mínimo que el mundo en la actualidad se asienta en una vanguardia multifacética, que no se contiene ni se contenta con una específica mirada. El pensador francés Maffesoli lo llama “el descentramiento del sujeto”.
Da lo mismo narrar desde el centro o aproximar ciertos criterios desde la periferia. Son tantos los sujetos individuales o colectivos que analizan y proponen las situaciones objetivas, que explican con aciertos las posibles vías de liberación.
Exponer que solo la izquierda asume los designios liberadores de la humanidad es hablar de modo obtuso; como también será una torpeza mayúscula arrogarse por parte de la derecha la exclusividad de redención.
Hoy han aflorado grupos espontáneos por todas partes que no llevan una particular impronta ideológica, y han tenido el atrevimiento de proponer y hacer cosas: Ecologistas, defensores de los derechos humanos, feministas, impulsores de la ciudadanización, preservadores de la vida de los animales, indigenistas, etnicistas, tecnologicistas; proponentes del decrecimiento sustentable (Latouche y Georgescu-Roegen dixit), como opción de futuro; en fin un gentío incorporado socialmente a aligerar la vida sin que prioricen ellos una Razón ideológica que les apadrine. Ahí no valen, porque no caben etiquetas de izquierda o de derecha.
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