A Álvaro Uribe Vélez no le perdonan haberse convertido en uno de los líderes más destacados de Latinoamérica. Se ganó ese sitial cumpliendo una obra en Colombia, de inevitable reconocimiento por propios y extraños. Hizo carrera desde abajo. Acumuló experiencia y fue tallando éxitos en cada una de esas estaciones de servicio público donde se detenía a cumplir con sus obligaciones.
Sus creencias se inspiran en la libertad del ser humano. Por eso centró siempre sus esfuerzos en garantizar la plena libertad de los colombianos. Para Álvaro Uribe ser liberal trasciende los limitados espacios economicistas. La economía es clave para avanzar hacia el progreso, pero no lo es todo, cuenta también, y mucho, la libertad en todos los ámbitos. Nadie puede dudar de los grandes logros que se cuantificaron en los gobiernos de Álvaro Uribe. Como también es meritorio destacar las bases que dejó establecidas el presidente Andrés Pastrana, con el Plan Colombia articulado con Estados Unidos. Esa fue una de las operaciones políticas más extraordinarias concebidas inteligentemente desde el poder, sin pensar en el éxito personal, porque lo que animaba al presidente Pastrana era la idea de consolidar una estrategia que diera al traste con ese salvajismo que se estaba engullendo la democracia colombiana.
Álvaro Uribe sufrió en carne propia “las mordidas de los perros rabiosos” que desataron la violencia en su país natal. Su padre fue secuestrado, al igual que lo han sido miles de mujeres y hombres que padecen las andanzas de esos grupos delincuenciales que operan a sus anchas en territorio colombo-venezolano.
A Uribe no le perdonan que en su gestión se redujo el secuestro de 2.282 a solo 213 delitos de ese orden anualmente. Los asesinatos cayeron de 29.000 a 16.000. No le perdonan que supo contener y bajar los índices inflacionarios de 7% a un apreciable y valorado, por los consumidores, 2%. No le perdonan al presidente Uribe que haya creado empleos con calidad para los colombianos, por eso la tasa de desempleo pasó de 16% a 11%. No le perdonan que supo atraer inversiones extranjeras por el orden de los 7.000 millones de dólares, dejando bien lejos la cifra de los 2.000 millones de dólares que marcaban la era de la inestabilidad e inseguridad que fueron superando. No le perdonan al presidente Uribe haber puesto a crecer de forma ejemplarizante la economía colombiana, de allí que el producto interno bruto saltó a 4,47% al año, convirtiendo a Colombia en una excepción en la comunidad internacional, ya que fue uno de los 3 países que hizo posible la hazaña de crecer en medio de la crisis mundial del año 2008.
Al presidente Uribe no le perdonan haber dejado claras evidencias de su talante pacifista, como también lo hizo con impronta de estadista Andrés Pastrana, concretando diligencias para realizar aproximaciones que hicieran posible cuajar la ansiada paz de Colombia. Allí quedaron para el juicio equilibrado de la historia, los hechos ciertos que no se podrán negar porque, tarde o temprano, se impondrán como la verdad que no se puede ocultar, como el necio que pretende tapar el sol con el pulgar de una de sus manos. No le perdonan a Uribe haber hecho esfuerzos pacifistas acercándose a las facciones de las FARC, del ELN y a las AUC. De esas sesiones de trabajo se desprendieron las consecuencias de haber desmovilizado a grupos paramilitares y a miles de integrantes de células guerrilleras y paramilitares.
Desde luego, el presidente Uribe no antepuso su agenda personal a la hora de entablar esas deliberaciones con los jefes de los grupos irregulares. Siempre privó en su ánimo la idea de trabajar para liberar a Colombia de esos forajidos, sin calibrar ni tramar qué títulos honoríficos ganaba en lo particular.
Le pido a los colombianos mirarse en el espejo de Venezuela. Así fue el linchamiento de Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993. Una Rebelión de Náufragos de distintas procedencias se agruparon para enjuiciarlo sin reparar en el daño que a posteriori le infligirían a la nación, tal cual, como visionariamente lo advirtió el líder defenestrado.
A Carlos Andrés Pérez lo lincharon quienes cegados por la envidia, encolerizados por el rencor y animados por una alquimia venenosa de frustraciones y ambiciones de mala factura, no repararon en ver a quién, de verdad, estaban liquidando.
No le perdonaban que fuese el promotor de los grandes virajes en la política venezolana. El pivote de la descentralización, el armador de la conversión del Estado intervencionista al Estado facilitador de las grandes inversiones de ciudadanos propietarios. No le perdonaron haber puesto a crecer la economía en 10% para finales de 1991 y enseñar las pruebas de cómo sí era posible contener la inflación. No le perdonaron haber incrementado la producción petrolera en más de 1 millón de barriles diarios. No le perdonaron haber propuesto las reformas comerciales, fiscales, monetarias y su énfasis en los programas sociales para sacar de la pobreza a millones de venezolanos. A Carlos Andrés no le perdonaron haberse rodeado de los mejores talentos del país, lo hizo sin falsos pruritos, no era una confesión de sus limitaciones, como perversamente comenta uno que otro intrigante, sino la inteligencia de un gran hombre que sabía que solo apoyando sus ideas en los mejores, se podría lograr ejecutar un plan de esas dimensiones.
Colombianos: saquen ustedes sus propias conclusiones. No dejen de colocar el análisis en el fondo de esta maniobra que busca atrapar a la democracia colombiana. No es Uribe, es la libertad y el progreso de Colombia lo que está en el patíbulo. Uribe es simplemente el pretexto de una patraña que tiene el tufo del Foro de Sao Paulo. Es la alianza transnacional del narcotráfico y el terrorismo internacional, es la comparsa de narcosocialismo, camuflados como abanderados del «progresismo».
Son los náufragos de la guerrilla que Uribe derrotó, que habiendo comprobado que en esas montañas solo se puede secuestrar y traficar, pero no conquistar el poder. Por eso de la guerrilla y el narcotráfico solo quedan y sirven los recursos financieros acumulados para costear esta nueva modalidad: la de la conspiración horizontal, la de las protestas callejeras urdidas en laboratorios, la de los pelotones de ajusticiamiento en los tribunales que infiltraron para demoler las instituciones del Estado. Colombianos: ustedes tienen una prueba irrefutable e inconfundible post mortem de los estragos que se desprenden de estas confabulaciones de Fidel Castro. No la tienen al lado, la tienen dentro del territorio colombiano, en forma de diáspora. Más de 2 millones de ciudadanos venezolanos que se han visto forzados a huir del esperpento que llegó al poder después de hacerle un juicio infame a Carlos Andrés Pérez. Esta artera maniobra no es solo contra Álvaro Uribe Vélez, él es el pretexto. La presa que buscan realmente es la democracia colombiana.
Presidente Iván Duque, no lo permita. Convoque a todos los colombianos dolientes de la libertad e impida que la canallada avance.
@alcaldeledezma