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De cadáveres exquisitos

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carta de venezolanos apoyo Ucrania

La guerra entre la Federación Rusa y Ucrania está haciendo su trabajo habitual. El de lidiar con la muerte. Esta labor bélica en la campiña ucraniana, además de los combatientes oficiales de ambos bandos que se califican como bajas (muertos, heridos, y los no combate) incluye como daños colaterales en los registros del oficial de personal para los cementerios del área de retaguardia de este teatro de la guerra los despojos aún tibios de la verdad, de la guerra hibrida y todas sus ascendencias retóricas (cuarta generación, asimétrica, multidominio, líquida, heterárquica, difusa, etc.), de la OTAN y el multilateralismo militar de la posguerra, de Estados Unidos y su dominio monopolar, de la ONU y su ancestral nulidad política en las decisiones y funciones del consejo de seguridad para estos asuntos de la guerra, el del 46 presidente de Estados Unidos de Joseph Robinette Biden, Jr, coloquialmente conocido como Joe Biden; y el del presidente interino de Venezuela, Juan Guaido. Así funciona la guerra. Y esta, que tiene alcances globales, está afectando directa e indirectamente a líderes, a conceptos, a organizaciones, a temas y, por supuesto, a los dos países directamente confrontados, Rusia y Ucrania con sus secuelas hacia los vecinos.

La verdad siempre es la primera víctima del campo de batalla. El tiro preciso del francotirador que hala del disparador del fusil tiene representación formal en ambos bandos de la contienda para que las mentiras y las medias verdades vayan sepultando con cada detonación, a la víctima que representa la claridad y la honestidad de la información. En estos últimos tiempos eso se ha acentuado con la invasiva presencia de las redes sociales. A través de Twitter, Facebook, You Tube, WhatsApp y las otras se construyen las verdades convenientes, montadas de lado y lado, y las matrices que van a inundar a la opinión pública.

Cuando la realidad de la invasión de las tropas de la federación rusa cruzó el equivalente a la línea de partida en la frontera común con Ucrania, los restos sangrantes del concepto de la guerra híbrida y sus otros embozos retóricos estaban siendo embarcados – sin disparar un solo tiro – en el vehículo logístico que los llevaban a la retaguardia a la inhumación en el camposanto militar. La guerra actual en Europa oriental es una de forma tradicional o convencional como la califican los manuales doctrinarios del ejército estadounidense y por extensión los de la OTAN, esta guerra solo se encargó de ejercer de capellán castrense para aplicar los santos óleos. La guerra es un tema de exclusividad de los Estados y a partir de allí todo lo que se atribuya, es competencia exclusiva de las fuerzas armadas de línea. Hablamos de organización, estructura, estrategia, entrenamiento y operaciones. Eso se condensa en manuales doctrinarios aprobados en el más alto nivel. La guerra híbrida y sus otros velos nunca lograron hacerse un hueco en la doctrina de guerra occidental. No dejó de ser una opinión. Y ya ustedes han leído en las publicaciones oficiales ese cartel de bienvenida que te saluda al abrir la primera página con algo parecido a: “En todas sus publicaciones y productos, Army University Press presenta información profesional. Sin embargo, las opiniones aquí expresadas son las de los autores y no necesariamente las de la Universidad del Ejército, el Departamento del Ejército de los Estados Unidos o cualquier otra agencia del Gobierno de Estados Unidos”. Esta, anterior, es la de la revista del ejército estadounidense Military Review. Ya se pueden sacar las conclusiones.

La alianza atlántica (OTAN), a la fecha, no ha dado muestras de la vida contenida en los textos de su constitución suscrita por los países occidentales el 4 de abril de 1949 en el llamado Tratado de Washington con el objetivo expreso de constituir un sistema de defensa colectiva para defender a cualquiera de sus miembros que sea atacado por una potencia externa. Ese es el espíritu, el propósito la razón del famoso artículo 5 que solo ha sido invocado en una oportunidad por Estados Unidos en 2001 por los atentados del 11 de septiembre, para darle soporte a la operación Libertad Duradera con la invasión de Afganistán en octubre de 2001, cuyos resultados 20 años después, se expresaron en una retirada poco favorecedora para Estados Unidos, para el presidente Biden y para la OTAN. A pesar de que Ucrania no se ha adherido al tratado de Washington y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha manifestado en diversas oportunidades la necesidad de aumentar el apoyo militar a Ucrania y reforzar la posición aliada en el este de Europa, también ha reiterado que “la organización militar no intervendrá directamente en el conflicto.” Nada proyecta al momento que las fuerzas militares de la federación rusa detendrán su avance en Ucrania. No lo hicieron en Crimea ni en la región del Dombàs en el año 2014. Los resultados de la guerra Rusia – Ucrania son una prueba de la vida militar para la OTAN y el multilateralismo militar antes de que el conflicto escale y se obliguen a un ataque preventivo de la alianza atlántica a Rusia o a ejercer fuertes medidas disuasivas con el poder de combate disponible; pero también se constituyen en una fe de vida del liderazgo occidental de Estados Unidos y de su presidente Joe Biden que a la hora y fecha no se han mostrado. Los avances rusos y la penetración de la ofensiva militar en el territorio ucraniano pueden muy bien servir de resucitación cardiopulmonar para el comandante en jefe norteamericano y su aporreado prestigio en el pentágono después de la retirada de Afganistán. ¿Y la ONU? En algún lugar de los muchos campos de batalla del mundo debe estar sepultura a flor de tierra con una cruz con dos fusiles con las tradicionales declaraciones de rechazo a las guerras y los vetos de su consejo de seguridad. Y, por último, esta guerra se terminó de llevar el cuerpo insepulto del gobierno interino de Venezuela. El mismo Joe Biden ejerció de francotirador desde la Casa Blanca e impactó en una diana perfecta.

Es una larga procesión mortuoria que se inicia desde el 24 de febrero de 2022 en Ucrania con la invasión de Rusia – se cumple un mes exacto – donde adicionalmente a las bajas ya señaladas hay aparecidos a quienes ya se les había expedido el certificado de defunción. El régimen usurpador que encabeza Nicolás Maduro desde el palacio de Miraflores ha recibido desde Washington la orden de “¡Levántate, Lázaro, y anda!” y con él, ha resucitado el petróleo venezolano al que la Chevron le quitó la piedra que cubría su tumba.

La guerra entre Rusia y Ucrania sigue haciendo su encargo histórico de llevar la muerte hasta donde se lo permita el resto de los países ganados para la paz. Mientras tanto, a la manera de la imagen inicial en esa vieja técnica y juego surrealista – un juego de mesa llamado consecuencias – de sacar otras imágenes en serie, con elementos que pueden o no pertenecer a la realidad; se siguen ilustrando cadáveres exquisitos desde el teatro de la guerra en Europa oriental, hasta que haya un cese al fuego definitivo. Y la guerra es un juego de consecuencias mortales.

 

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