Podría pensarse que es un chiste de dudoso gusto, o un chascarrillo de poco gracejo, pero es absolutamente serio lo que vivimos como nación, en cuanto país que cada vez se desplaza más a la deriva, en tanto Estado que solo involuciona y cada vez se aleja más y más de los postulados darwinianos que hablan de la evolución del ser humano. Aunque si reflexionamos en profundidad, tal vez si estamos en un proceso que confirma las ideas de Charles Darwin, principalmente en lo que refiere a la evolución biológica por selección natural.
Por un lado vemos un descenso de la calidad de vida y una caída vertiginosa de la capacidad de adquisición del venezolano, al punto que no debe extrañarnos cuando muy pronto oigamos hablar del padecimiento de fiebres tercianas, como les bautizó Hipócrates en el siglo IV antes de nuestra era, en vez de paludismo o malaria, como a usted más le provoque llamarle. La valía de los bienes e insumos se ha dolarizado de manera franca y brutal, pero lo más insólito es que se trasladaron los costos a la divisa estadounidense, sin embargo; a dichos precios se le aplican los índices inflacionarios de la harapienta moneda criolla. ¿Alguien puede explicar de manera cuerda semejante desbarajuste? Por lo visto la sempiterna “viveza criolla” es un parásito más resiliente que cualquier otro en la historia de la humanidad.
Por otra parte, en lo que a la evolución toca, y es pertinente señalar que el término evolucionismo es de reciente factura; durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo XX, fue llamado transformismo. El naturalista británico nombrado dos párrafos atrás planteaba –palabras más, palabras menos– que las especies cambiaban sus características a lo largo del tiempo de una manera gradual. Extremadamente difícil reducir a líneas los razonamientos que han producido montañas de textos tanto en su defensa como en su condena, de todo ha habido y en exceso. No obstante, no deja de ser tentadora su frase de introducción de El origen de las especies: “Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia, hay una lucha por la vida, que se repite frecuentemente, se sigue que todo ser, si varía, por débilmente que sea, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de la vida, tendrá mayor probabilidad de sobrevivir y, de ser así, será naturalmente seleccionado”.
Tal vez estemos protagonizando una transformación telúrica en cuantos seres humanos y no podemos entenderlo. ¿Será que estamos uncidos a una yunta entroncada con el ornitorrinco en el que involución económica y transformismo de la casta política están gestando una nueva especie? Tal vez por la vida de perros que se empeñan en darnos están buscando convertirnos en algo así como unos puggle (mezcla del pug y el beagle) o a lo mejor en cockapoo (cruce entre el cocker spaniel y el caniche). Quien quita que aspiran a crear un Canis lupis revolucionaris que puedan exhibir luego, y así obtener una colección de preseas como las que todavía lucen las botellas de Ponche Crema, único de Eliodoro González P.
© Alfredo Cedeño
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