OPINIÓN

¿Dar o pedir?

por Julio Castillo Sagarzazu Julio Castillo Sagarzazu

María Corina Machado desde Puerto Píritu

Dicen que cuando Santa Teresa oraba, sonreía. Interrogada por sus hermanas religiosas sobre el por qué, la doctora de la Iglesia respondía: “Es que ustedes oran para pedir, yo oro para agradecer”.

En efecto, es absolutamente distinta la actitud de quien pide y la actitud de quien da.

La campaña electoral de nuestro país ha entrado en una suerte de dimensión ignota, desconocida que tiene que ver con el cambio subjetivo, espiritual y social del venezolano y con esa antinomia de la actitud del “dar” y el “pedir”

Hace apenas pocos años, las campañas electorales eran el escenario para que nuestros compatriotas más humildes supieran que se acercarían los candidatos a ofrecer, a dar, a prometer. La gente se preparaba con su lista de los Reyes Magos. Los candidatos sabían que debían prepararse para ofrecer villas y castillos; a llevarse la mano al bolsillo para resolver algún pequeño problema e indicarle a algún activista (cuaderno en mano) que iba anotando problemas, promesas y casos que se le iban planteando en los contactos directos. Aquellos cuadernos eran una verdaderas bitácoras y libros negros de la demagogia, el paternalismo y también, de la falta de respeto con la gente.

Esta práctica llegó al paroxismo con los programas llamados “sociales” del gobierno que fomentaron la dadiva, la mano tendida y la recompensa a cambio de lealtades políticas. El “non plus ultra” de esta conducta, la vimos en las pasadas elecciones para gobernador en Barinas: Las colas de gandolas de electrodomésticos; las caravanas de gobernadores de cada estado a quienes fue encargado la “asistencia” de los municipios, pintaron un escenario esperpéntico de hasta donde se podía llegar, en este terreno.

Pues bien, ¿quién podía llegar a creer que todo esto iba a cambiar de la noche a la mañana? ¿Quién podía imaginar que nuestros compatriotas iban a pasar por encima de esta inveterada costumbre y a ponerse a la orden de un cambio político y a “pedir” solamente libertad?

“Nunca más una mujer venezolana tendrá que bajar la cabeza para recibir una bolsa de comida” dijo en un acto María Corina Machado. Con esa frase estaba interpretando el momento y, además, indicando que el camino de la dignidad, era comprensible para nuestras grandes mayorías.

En ese momento tuvimos que escuchar las palabras de algunos que decían que aquello era menospreciar a la gente que necesitaba la bolsa de comida, que se les estaba faltando el respeto.

La vida nos ha dado la inmensa sorpresa de que la gente no solo entendió el mensaje, sino que entendió que la dignidad y la libertad, con todo lo abstracto que parezcan, podían pesar más que cualquier necesidad material.

Este solo hecho ya es una revolución en el imaginario popular y nos ha demostrado que esta mutación en la conciencia colectiva puede ocurrir cuando una gran fuerza espiritual te anima y, sobre todo, cuando un liderazgo te ofrece confianza, da el ejemplo y le pone el pellejo a sus ideas y a su compromiso.

Con este fenómeno han desaparecido también muchos otros paradigmas: que hay que tener el apoyo de la gente con dinero; de los medios de comunicación y de los poderes fácticos. Los ríos de gente que acompañan a MCM y que votarán por Edmundo González son los de la gente de a pie. Los pequeños comerciantes, “Las Hernández” de Corozo Pando que han sufrido en sus carnes la sevicia del poder, han demostrado que sus apoyos valen más que todo el dinero de los donantes tradicionales.

Todo parece indicar que la “tendencia irreversible” es el voto por el cambio del 28. No hay que ser adivino para intuir que sobrará la gente que se dispondrá a dar mas que a pedir. El enorme voluntariado para defender los votos está entusiasmado y listo.

El compromiso de todos se convertirá en la noche del 28 y el 29 en alegría desbordada en las calles.

Ojalá que el gobierno tome nota de esta realidad, ojalá entiendan lo rudo que será gobernar a un país al que se contraría su voluntad y que está esperanzado y sin miedo.

Como Santa Teresa, Venezuela sonreirá y estará dispuesta a agradecer que el cambio finalmente ha llegado.