Quien ocupa de manera ilegal en China un espacio de tierra con potencial de ser dedicado al cultivo es condenado a cinco años de prisión. No puede ser de otra manera en un país que debe conseguir colocar un plato de comida en la mesa de cada uno de sus 1.400 millones de ciudadanos.
Ocurre que la potencia asiática alberga una quinta parte de la población mundial pero solo dispone de 7% de la tierra cultivable del planeta. Ello lo que ha determinado es que el primer imperativo de cualquier gobierno sea el de conseguir generar alimentos suficientes, sobre todo en aquellos rubros que configuran el eje de la alimentación de su población.
Es así como desde el año 2017 este coloso consiguió llegar a la meta estratégica que se había trazado de autoabastecerse de los granos más demandados: arroz, trigo y maíz. Desde entonces su tasa de autosuficiencia en estos 3 granos se ha mantenido por encima de 95%. En los últimos 80 años la producción total aumentó casi 5 veces hasta alcanzar 658 millones de toneladas y en este mismo período el per cápita anual de la producción se duplicó con creces al pasar de 209 kilos a 472 kilos.
Una hazaña de esta naturaleza solo se alcanza con un plan detallado y una disciplina feroz. Batallar contra la degradación ambiental de las tierras y el efecto de los desastres naturales, trasportar los alimentos desde las zonas agrícolas a los grandes centros de consumo y comprometer recursos en la restauración ecológica es solo parte del problema. El más importante reto ha sido el de incorporar tecnologías novedosas para que el crecimiento agrícola fuera el más veloz. Es allí donde se enfocaron con detenimiento y consiguieron que en los últimos 40 años la tasa de crecimiento alcanzara 60%. Merece ser mencionado el descubrimiento por uno de sus científicos y la potenciación de una variante híbrida de arroz silvestre de la isla de Hainan, un hallazgo que permitió elevar la producción de este cereal en 20% a lo largo de la década de los setenta, Este nuevo “superarroz” sirvió para alimentar a 70 millones de personas adicionales al año en China.
Un persistente esfuerzo de concientización de la población y de las autoridades regionales sobre la importancia de sus labriegos, sus zonas agrícolas y sus agricultores ha sido la tónica de la administración de Pekín y del Partido Comunista. Desde una década antes del ascenso de Xi Jinping al poder, el documento político principal de orientación nacional emanado para la colectividad desde la capital se ha relacionado con el desarrollo agrícola y rural. Alcaldes, gobernadores provinciales y los jefes de distrito son evaluados en sus cargos en función del cumplimiento de estos preceptos y de la condición local de la producción de granos.
Todo ello ha hecho que para este momento el campo chino haya adquirido un ambiente nuevo y los mejores ingresos de la población rural hayan contribuido significativamente a que el número de chinos que viven por debajo de la línea de la pobreza se haya contraído.
Los avances de China en la producción de granos y en especial de este “superarroz” tecnológico que ocupa un lugar privilegiado en la dieta del chino medio ha sido copiado en otras latitudes. Este país ha prestado su ayuda a 30 naciones de África, América y Asia para mejorar el rendimiento de sus cultivos. Hoy hay que afirmar que no son solo ciudadanos chinos quienes consiguen llenar su cuenco de arroz cada día con un cereal de calidad superior.