El Derecho Penal del Enemigo es una perversión del ejercicio de la autoridad estatal que los gobiernos autoritarios aplican a quienes consideran sus enemigos y, con esa excusa, hacen todo lo necesario para aniquilarlos. No es sólo el gobierno (que se podría limitar al Poder Ejecutivo), son todos los órganos del poder público que actúan en forma coordinada en contra de individuos o grupos cuya ciudadanía y dignidad se desconoce y se aplasta. El Poder Judicial tiene una gran responsabilidad en la aplicación de esta siniestra herramienta autoritaria.
Este tipo de derecho penal tiene sus raíces en el pensamiento de Carl Schmitt, jurista alemán antisemita, colaborador del nazismo y autor de la teoría de la distinción amigo-enemigo, en la cual se sustentó la exclusión total de políticos, judíos, gitanos y homosexuales, entre otros grupos, que fueron confinados en campos de concentración y exterminio como Auschwitz y Dacau. Fueron aniquilados, simplemente, por ser considerados enemigos del Estado.
La esencia del Derecho Penal del Enemigo es que el Estado soslaya la noción de ciudadanos, privilegia la de enemigos y a estos los hostiga y los liquida. Se contrapone al Derecho Penal Democrático, el cual considera que el delincuente es un infractor que tiene derechos dentro del proceso. El Derecho Penal del Enemigo supone que el infractor pierde, o debe negársele, su condición de ciudadano, de persona, pues merece ser sometido a una coacción inclemente, sin garantías de un efectivo ejercicio a la defensa.
En la actual coyuntura política de Nicaragua, el Estado ha reivindicado el Derecho Penal del Enemigo. Lo grave es que la definición de enemigos es tan ilegítima como arbitraria. Corre la misma suerte todo aquel que resulte incómodo: dirigentes políticos de oposición, religiosos, estudiantes, periodistas, los que exigen sus derechos en las calles. Es, precisamente, este tipo genérico y amplísimo de personas eventual destinatario y potencial víctima del Derecho Penal del Enemigo.
Yo, Estado autoritario, te juzgo por la futura comisión de un hecho, en vez de juzgarte por un hecho consumado; por ejemplo, te imputo y te acuso por el delito de “conspirar” contra el Estado.
Yo, Estado autoritario, restrinjo ilegítimamente la libertad de expresión, y le hago saber a quienes expresen su opinión que los condenaré por confabular con el objetivo de “cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas en perjuicio del Estado de Nicaragua y la sociedad”, como lo hice con los religiosos Ramiro Tijerino Chávez, rector general de la Universidad Juan Pablo II; José Luis Díaz Cruz, vicario de la Catedral de Matagalpa y su antecesor Sadiel Antonio Eugarrio Cano; y el diácono Raúl Antonio Vega.
Te aplico penas desproporcionadas, para que los que son como tú se vean en tu espejo. Te restrinjo las posibilidades de obtener libertad condicional. Me olvido de que en el proceso penal acusatorio o adversarial la regla es libertad y la cárcel es la excepción.
Te destierro y te quito la nacionalidad, porque yo sé que eso te va a ocasionar daños en forma aguda y profunda al cambiar tu perspectiva de vida. Por eso liberé a 222 opositores presos y los deporté a Estados Unidos y les quité la nacionalidad. Lo hice porque soy soberano y porque son mis enemigos.
Te mantengo preso como lo he hecho en contra del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, que lo mandé a sentenciar a 26 años de prisión por negarse a ser deportado a Estados Unidos.
A los ciudadanos, políticos opositores, académicos, sacerdotes, abogados y otras personas que intenten disentir no olviden que yo, Estado autoritario, ignoro la Constitución, los tratados internacionales en materia de derechos humanos, las resoluciones y sentencias emanadas de los organismos internacionales, y los aplasto, los condenó, los hostigo, los destierro y los torturo con mi Derecho Penal.
¡Ah! y para que quedemos claros, no me interesa que me recuerden por lo que en algún momento luchó Augusto César Sandino. La tiranía nicaragüense va con todo y mi herramienta más eficaz es el Derecho Penal y te lo aplico porque eres mi enemigo.