Nominalismo se denomina una doctrina surgida a finales de la Edad Media, según la cual las ideas eran puros sonidos a los cuales no correspondía nada objetivo. Me viene a la mente ahora que tengo que decir algo sobre nuestra Constitución (CRBV).
Nuestra Constitución, como formulación teórica, no es perfecta pero sí pasable. El problema es que desde el comienzo quedó neutralizada por una interpretación nominalista, en proporción directa a su exaltación por el régimen. Por lo demás, los venezolanos no nos podemos quejar, porque si en algo hemos abundado en nuestra alborotada historia post Carabobo ha sido en constituciones y proclamas. Por cierto que en un pequeño libro introductorio y sintético sobre Doctrina Social de la Iglesia (verlo en mi blog perezdoc1810.blogspot.com) he anexado, junto a la lista de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 48, el Preámbulo y los Principios Fundamentales de nuestra carta magna, porque suelen ser grandes olvidados en la formación básica de nuestro pueblo. Y nadie quiere -busca, reclama- lo que no conoce.
A la constitucionalidad vacía del país y la consiguiente mezcla de ilegalidades e ilegitimidades se debe el embrollo jurídico actual, en el cual impera una a-in-anticonstitucionalidad, en más de una ocasión calificada de nudo gordiano, especie de kilo de estopa que Alejandro el Grande desenfadadamente “desenredó” cortándolo con su espada y ganándose así el premio. El de iure y el de facto se entremezclan en la realidad política nacional, de modo que en un momento determinado no se sabe dónde estamos parados desde un punto de vista legal serio. Aún no ha desaparecido del todo del escenario internacional la formal esquizofrenia del Poder Público Nacional. No se toma en serio que la precisión de la identidad efectiva es requisito básico en cualquier intercambio.
En este ámbito de confusión nos encuentran las primarias, paso introductorio a las elecciones presidenciales previstas para el próximo año. Parece que no queda otro camino factible para decidir un cambio de poder. En este caso, en cuanto a juridicidad, hemos de aplicar lo que en lógica se entiende por el “dado, no concedido” (dato, non consesso), pues no hay otro modo de salir del atolladero para proseguir la indetenible marcha de la nación. No se la puede paralizar con un tornillo sin fin de definiciones jurídicas y fácticas
Lo anterior no significa renunciar a exigir o intentar estructuras y procedimientos indispensables para asegurar una indispensable libertad, justicia y racionalidad del proceso eleccionario. En todo caso no se lo puede dejar a simples concesiones o gracias del Régimen. Es indispensable renovar sobre fundamento consistente la confianza en el poder del pueblo organizado. En un país destruido y decaído como el nuestro es preciso hace todo lo posible para que el soberano despierte, , tome conciencia de su poder y deber, cobre ánimo y fuerza, se organice y entusiasme hacia el necesario cambio nacional.
Que en este momento haya demasiados inscritos en las primarias no es problema. Lo que es preciso impulsar es una progresiva concentración de candidatos, generación de acuerdos y la alimentación de entusiasmo popular hacia -¿por qué no pensarlo y fantasiarlo?- una especie de tsunami que envuelva a la ciudadanía en un propósito de cambio.
Los obispos venezolanos han insistido repetidas veces en una necesaria refundación del país. En Exhortación del 12.7.2021 recalcaron la unión de “esfuerzos para que haya una verdadera participación de todos los ciudadanos” como sujetos, protagonista de esa tarea. La refundación ha de comenzar con el renacimiento de la esperanza y la alegría nacionales, junto al compromiso de ejercer la propia inalienable soberanía. No hay que olvidar que este tipo de regímenes de proyecto totalitario busca el contagio forzado de la población con el virus del desencanto y de la propia inutilidad ante la “omnipotencia” y “eternización” de la oligarquía gobernante. Lo que sucede en la Cuba castrocomunista, amaestradora de la “ideología chavista”.