La guerra bastarda de Putin cumple un año el próximo 24 de febrero. Putin rechaza la paternidad de este ilegítimo y pérfido vástago, pero su ADN está por todos lados. Veamos cómo ha crecido este malvado hijo.
Lo primero es que el pensamiento estratégico del Autócrata (así llamaban a los Zares antes de la Revolución) es dudoso. Lo que denominó “Operación Especial” fracasó estrepitosamente. Intentó una audaz operación para capturar Kiev y eliminar a su presidente, pero esta fue un fiasco.
Una guerra relámpago exitosa hubiese dejado a Rusia bien posicionada para dar un zarpazo a Polonia y a los países bálticos. Su rapidez hubiese facilitado la neutralización de Alemania, pacifista, sedienta de gas ruso y buenos negocios.
Pero no fueron así las cosas. Ucrania, a diferencia de lo que ocurrió el 2014, estaba preparada. Enfrentó a la superioridad numérica rusa con armas modernas, suministradas por la OTAN, un ejército motivado, profesionalizado y nutrido de información de inteligencia de primera mano.
En el frente interno, Putin, ha consolidado su poder. No es la guerra de Putin, es la guerra de Rusia, unificada en su deseo de victoria, en especial si el precio en vidas y dinero lo pagan otros. No hay voces discordantes. Cualquier oposición es muda y subterránea. Por el contrario, aquellos que por su posición y contactos en Europa y Estados Unidos podrían constituir liderazgos alternativos, se esfuerzan por emitir las más estridentes amenazas, frente a las cuales Putin parece un hombre prudente y razonable.
Vieja táctica de muchos tiranos, ¡cuidado que sólo yo controlo a esta banda de desquiciados!
Putin piensa que el tiempo juega a su favor. Su apuesta es que tarde o temprano, Europa y Estados Unidos se cansarán y que nuevos gobiernos (en Estados Unidos el 2025 por ejemplo) cortarán el apoyo, ocasionando un colapso del frente ucraniano y permitiendo la ocupación de todo el país.
De otro lado, el sabotaje al gasoducto de Nordstream plantea preguntas interesantes. La versión según la cual se trató de una operación encubierta Estados Unidos-Noruega no resiste mayor análisis (por ejemplo, se trataría de una vasta operación encubierta contra Alemania, un miembro de OTAN), a lo hora de estudiar los espinosos detalles.
Pero, a su vez, la versión de un autosabotaje ruso llama la atención, pues con la inutilización de los gasoductos, perdió capacidad de influir sobre Alemania, de sobornarla y chantajearla con gas barato. La teoría es que mediante la auto voladura del ducto, Rusia cortaba definitivamente sus vínculos económicos con Occidente, marcando un antes y un después, comunicando que la guerra es hasta las últimas consecuencias.
La alternativa sería una operación encubierta de los propios ucranianos, quizá con ayuda polaca. Nada sería más humillante para Rusia que admitir que un ex vasallo revoltoso tenga esa capacidad, mejor adjudicársela a Estados Unidos o a la OTAN.
Lo importante acá es que Ucrania no se rendirá. No tienen alternativa. Aunque un cambio en la actitud de Estados Unidos, por razones políticas internas es posible, para Polonia, los países bálticos y Finlandia, Rusia supone una amenaza inmediata y existencial. Están convencidos que, si Ucrania es conquistada, son los próximos en la lista; una eventual victoria rusa en Kiev sería seguida por la Batalla de Varsovia o Helsinki. Polonia carga un odio ancestral en contra de Rusia y por su carácter nacional es poco probable que esperen pacientemente su turno.
Por estas razones, salvo un colapso interno de alguno de los combatientes, algo que por el momento parece improbable, la guerra seguirá cumpliendo años.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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