La recién finalizada Cumbre por la Paz en Ucrania, celebrada en Suiza, ha tenido el mérito político y diplomático de terminar de definir el papel de los países que están embarcados en el conflicto global que enfrenta a la Federación Rusa con las democracias occidentales de Europa y América del Norte, compactados en un grupo de 48 países que dan apoyo directo militar y financiero a Ucrania en su conflicto militar.
Esta Cumbre llevó a 93 gobiernos a tener que participar y ratificar su posición de apoyo a los países que enfrentan a Vladimir Putin o muy por el contrario, enfrentarse de manera frontal a la alianza de países aliados contra Rusia, lo cual sin duda motivó a muchos gobiernos a no asistir a la Cumbre para no caer directamente en un conflicto del cual es muy difícil escapar sin pagar el costo político y económico que implica desafiar a grandes potencias.
En esta reunión internacional se logró elevar el apoyo político a una negociación en términos favorables a Ucrania por parte de 80 gobiernos, que entienden que la diplomacia rusa no olvidará este apoyo, por muy simbólico que pueda parecer.
Por otra parte, se hizo evidente que 13 gobiernos decidieron colocar sus relaciones con el gobierno ruso por encima de sus intereses económicos y políticos con las alianzas antiguas.
Los países que fijaron esta posición fueron: Armenia, Bahrein, Indonesia, Eslovaquia, Libia, Arabia Saudita, Tailandia, Emiratos Árabes Unidos, México, Brasil, Colombia, Surinam, India y Suráfrica.
Es importante señalar que la República Popular China no acudió a dicha reunión internacional para evitar un choque diplomático que hiciera el más que evidente apoyo al gobierno ruso, como sí lo han demostrado los gobiernos de Brasil, Suráfrica, México y Colombia, que son muy críticos con el apoyo occidental al Estado de Israel en su conflicto en Gaza, después de los ataques del 7 de octubre, pero que mantienen una conducta de apoyo político a Rusia en la Guerra de Ucrania, bajo el escudo de la neutralidad y el multilateralismo.
En momentos en los cuales, se esta librando una 2da Guerra Fría, entre países de gobiernos democráticos y países con gobiernos autoritarios, que recuerda a la lucha entre gobiernos de corte capitalista contra comunistas, es menester preguntarse si estamos a las puertas de un conflicto abierto entre los países del BRICS contra Occidente, empujados por las ideas de seguridad nacional y prestigio histórico que persigue el gobierno de Rusia, el cual ha hecho una enorme inversión militar y humana en Ucrania y que le ha generado consecuencias irreversibles en términos comerciales y militares, como la pérdida de sus vínculos con Europa Occidental.
Gobiernos como México y Colombia tendrán que medir muy bien su continuo desafío a los intereses estadounidenses, por razones ideológicas o históricas, pues no pueden pretender seguir apoyando a China, Rusia y otros enemigos geopolíticos sin asumir las consecuencias, tal como demuestra el caso de Venezuela.
El desafío abierto durante años al gobierno estadounidense, que derivó en el financiamiento de cuanto enemigo político o comunicacional tiene el denominado «Imperio», ha terminado con un cúmulo de casi mil sanciones que han congelado toda posibilidad de maniobra económica gubernamental, en la esfera internacional, tal como refiere el presidente de la consultora política Hinterlaces, Oscar Schemel, que señala que el gobierno está prácticamente en estado de sumisión por la agresividad de dichas medidas de control financiero y comercial. Es casi una copia de la historia del «Bloqueo a Cuba», que le costaba a la Unión Soviética 7.000 millones de dólares anuales en subsidios, hasta la quiebra de dicha nación.
Gobiernos como el de Gustavo Petro y de la presidente electa de México, Claudia Sheinbaum, tienen que ver cómo el ejemplo venezolano terminó en una catástrofe social y económica, que fácilmente se repetiría en forma exponencial en sus países, de seguir con una política de confrontación con las naciones occidentales.
Reinos árabes como Bahrein, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos son imprescindibles por su producción petrolera actual, pero no deben olvidar la implacable capacidad histórica de los países occidentales para defender sus intereses estratégicos, especialmente en el caso del príncipe Mohamed Bin Salmán, que tiene el mayor programa de construcción civil del mundo (Saudi Vision 2030) y no debería entrar en choque con intereses existenciales de sus clientes petroleros.
En los últimos foros internacionales, celebrados por el G-7, se han multiplicado las peticiones y también las amenazas de una guerra económica total contra la República Popular China, la cual es mucho más fuerte que Brasil, India y Suráfrica, por lo que estos gobiernos, deben dejar de seguir provocando con sus acciones a los gobiernos de Europa y Estados Unidos, que en el momento de reaccionar con sanciones ejercen un poder sobredestructivo en sus estructuras nacionales.
Existen demasiados gobiernos del grupo G77+ China que corren riesgos desproporcionados de seguir con su continuo desafío a los países occidentales, con la posibilidad de terminar con crisis como la de la República Plurinacional de Bolivia, que se está ahogando en una escasez de divisas extranjeras que amenaza con hundir décadas de desarrollo económico.
El comercio mundial esta en evidente peligro, puesto que el libre intercambio de tecnologías, bienes y servicios entre diversos continentes se fomentó y toleró para beneficios mutuos y no para que surgieran amenazas políticas financiadas desde los países desarrollados. Lo que comenzó con 16 países del Plan Marshall en 1947, ha ido evolucionando hacia decenas de países, de los cuales el más beneficiado, como ha sido China, ha generado una política de enfrentamiento con Occidente, que ya tiene respuesta en forma tecnológica (Guerra de los Chips), pero que puede pasar a otro nivel de no resolverse en alguna forma la Guerra en Ucrania, cuyo coste financiero y humano no puede ser sostenido por Rusia por lustros, obligando a dicho gobierno a tomar medidas más radicales y peligrosas.
Los gobiernos de Latinoamérica y el Caribe, deben repensar sus políticas exteriores en beneficios de sus pueblos, en forma pragmática y menos ideológica, para evitar seguir en la cola de la economía mundial, con el peligro muy cierto de apoyar al bando equivocado en esta batalla mundial de carácter económico, recordando que al final los migrantes de nuestros países, no van a parar a Siberia ni a Manchuria, sino a los países que son permanentemente criticados por nuestros gobiernos nacionales.
En la próxima Cumbre de seguir la guerra entre Ucrania y Rusia, la presión occidental llevará a muchos países a terminar condenando a la Federación Rusa por «razones de Estado», por lo cual los presidentes de nuestros gobiernos nacionales deben ser muy realistas y pisar suelo en materia de relaciones internacionales.