OPINIÓN

Cumaná, ¡salvemos la Casa Alarcón! 

por Pensar Educativo Pensar Educativo

Por Servando Marín Lista

Resulta que en el último cuarto del siglo XIX, a propósito de la celebración del centenario de los héroes de la Independencia (1775-1875), durante el septenio de la década de los setenta del gobierno del general Antonio Guzmán Blanco (1870-1877), se impulsaron los planes de renovación urbana en toda Venezuela. Por lo que el gobierno regional de Cumaná acogió el proyecto-programa geomorfológico de la operación urbana para mostrar el progreso integral del nuevo papel de la ciudad-centro al incorporar el sector portuario al núcleo urbano; primero, como una agenda de ordenamiento territorial y, luego, el diseño urbano-arquitectónico.

La Casa Alarcón 

La casa de habitación del ebanista Andrés Felipe Alarcón fue una tipología de casas suburbanas con un repertorio formal de varios estilos combinados que coexistieron con el sistema de bahareque, caracterizado, entre otras aspectos, por su volumen contundente y tosco, las ventanas de caja de conformación cuadrada, muy rudimentaria y portada sencilla. Como tipología morfológica, es la llamada «casa de eneas», considerada como el modelo de transición, cuyo sistema hubo de ser imitado toda vez que los materiales disponibles eran los locales. A pesar de su proceso de modificación que alteró su sistema constructivo, se estableció como el modo de edificar más adecuado para producir vivienda y pasó a ser una invariante al modelo de la arquitectura colonial que se consolidó en la ciudad hasta el primer tercio del siglo XX.

El estilo de la Casa Alarcón, construida en la última década del siglo XIX, resuelta en planta rectangular con patio central, alcanzando su adecuación estética con unos espacios proyectados al exterior mediante techumbre empinada y discontinua, la expresa negación del remate en alero -típico de la Colonia- y la contundente sustitución por un cuerpo ático que da hacia la calle y que es sostenido por soportales de madera. Su arquitectura, con adición de porches y barandas, fue detallado con madera calada y celosía intrincada, la sustitución de la antigua ventana de caja exenta por la de tabiquerías de romanillas y las aderezadas adiciones decorativas típicas del estilo Gingerbread, en el uso de componentes de tabiquería ligeras, localizadas en frontones, porches, aleros y alrededor de ventanas o puertas, romanillas y caladuras en puertas y galerías interiores, representando la evolución hacia una ebanistería mucho más decorativa y, sobre todo, el plano general de aplicaciones de adornos de tipo clasicista o barroquista.

La imagen urbana

Desde 1875 la imagen urbana de Cumaná se había modificado aceleradamente, con la renovación de las primigenias estructuras heredadas de la Colonia, la influencia notoria de los elementos neoclásicos y, muy particularmente, la inspiración en el modelo francés que llenó las poblaciones venezolanas con la llegada de Antonio Guzmán Blanco al poder (1870-1877), abarcando para 1895 un área casi igual a la de varios lustros atrás, mientras que su población casi se triplicó, lo cual permitió suponer que se produjo un notable aumento de densidad en todas las manzanas, las cuales probablemente, apenas edificadas, se convirtieron en un compacto tejido urbano.

El proyecto-programa de la renovación urbana de Cumaná de 1875-1895, se apoyó en un enfoque práctico de la comprensión de la percepción e imagen urbana al causar, entre otras cosas, la ruptura parcial de la unidad ambiental y de la coherencia de la ciudad colonial; a pesar de permanecer la cuadrícula, la construcción de baja altura, las calles estrechas y el orden concéntrico como patrones básicos con un perfil urbano que se levantó sobre el nivel de edificaciones de la entonces ciudad plutocrática de la burguesía cumanesa emergente.

Asimismo, la investigación determinó, de acuerdo con las definiciones técnico-urbanas contemporáneas de Stagno, que estos modelos de diseño pueden clasificarse como arquitectura caribeña, por la mezcla e integración de las experiencias formales bioclimáticas, decorativas y constructivas de la población aborigen, de los aportes africanos y europeos; a lo que se agregó, para la completa enunciación, el maquinismo industrial, las adiciones decorativas típicas del estilo Gingerbread, la influencia del Bungalow y, sobre todo, el plano general de aplicaciones de adornos de tipo clasicista o barroquista.

Un patrimonio que está por desaparecer

Es significativo subrayar la existencia de casas emblemáticas de un patrimonio arquitectónico que está por desaparecer, porque se han transformado los perfiles urbanos en escenarios heterogéneos, el diálogo entre edificios cada vez se distancian más, la lectura del pasado se debilita, la estética hereditaria se interrumpe y se impone un acelerado desarrollo que vulnera los derechos del patrimonio edificado.

A esta grave situación se suma la insuficiencia de planes, proyectos y reglamentaciones que permitieran la conservación con propósitos integrales de corto, mediano y largo plazo. De modo que existe la necesidad de realizar la apertura para el estudio pormenorizado que aborde aspectos diversos como el etnográfico, el urbano, el arquitectónico, el turismo y el medio ambiente, que le den una riqueza excepcional a lo que Jeudy define ampliamente como patrimonio intangible. Cumaná, ¡salvemos la Casa Alarcón!