Por Servando Marin Lista
¿Cómo escribir sobre Cumaná en el siglo XVI, la llamada “primogénita del continente” sin las referencias de sus contextos y circunstancias políticas, sociales y económicas? Ante ello, la necesidad de investigación y reconstrucción histórica es imprescindible acudir a las fuentes de nuestras vidas; es decir, cómo describir y analizar ese conjunto de acontecimientos concernientes a la población originaria sin la existencia de las Españas, desde nos llega la cosmovisión del aquel viejo continente que, al cruzarse con nuestros antepasados indígenas, derivó en una forma diferente de leer e interpretar el mundo.
En tal sentido, cómo construir la vida de Cumaná en el siglo XVI, sin la presencia de la isla de Cubagua, la república perlera de la cual dependimos jurisdiccional y políticamente; así como de Coche, que tanto bienestar pudo habernos dado de no ser por la rapiña perlera, la siempre codicia empinada sobre la prudencia. Coche, una vez aquí y otra vez allá, cuando pasó a las manos de la Nueva Córdova, aldea de la cual fue su tesorero un conquistador nacido de la insularidad guaiquerí, Francisco Fajardo, el máximo líder indígena, asesinado poco después en esa población recién fundada.
Será posible concebir la investigación de Cumaná en el siglo XVI, al margen de la fortificación de la Tierra Firme más próxima, la cual fue custodia permanente de las aguas del río Cumaná que, desde la cabecera del Turimiquire, todavía hoy nos calma la sed. O tendremos qué ignorar lo histórico de la Nueva Andalucía, el obstáculo normativo que imposibilitó la entrada de Aldonza Manrique a esa provincia después de la muerte de Fernández de Serpa; y cómo estar ausente de la ambición doradista, que también enloqueció a Los Villalobos.
Así tenemos que Francisco Fajardo un hombre inteligente, valiente, comprometido, idealista y práctico, quien, en medio de aquella vorágine fue capaz de entender el significado pacífico de la conquista y la colonización de los territorios indígenas, hizo sus propias conquistas, con sus planes y ambiciones y estuvo al lado del invasor, pero, no de su lado, para proteger la etnia indígena, persuadido de que el encuentro con el Viejo Mundo derivaría en mayores satisfacciones para su pueblo aborigen. Por ello, Francisco Fajardo se alzó sobre las dificultades llegando a ser partícipe de las arduas luchas que condujeron a allanar las incomprensiones, muchas veces, legítimas de la gente india. ¿Cómo escribir esa Cumaná en el siglo XVI sin la vida, obra y muerte de Francisco Fajardo? Vale la pena adentrarse con verdaderas ganas en el conocimiento de este visionario porque él resume la necesaria y decidida incorporación de nuestros indígenas en la creación de la actual Venezuela, surgida a partir de este ligamen étnico.
Entonces, sobre esa base histórica, ¿cómo estar lejos de la conquista y la fundación de Caracas? O ello no significaría desconocer la decidida participación de los indios guaiqueríes en el poblamiento del valle de San Francisco y la reedificación de Santiago de León. Porque, aun sintiéndonos losadista o fajardista, resultaría incontrovertible la enérgica presencia de nuestros aborígenes en la ocupación de las tierras de los indios Caracas, ora con el español ora con el amerindio insular.
Cumaná en el siglo XVI nos presenta varias novedades y algunos hechos relevantes, y ciertos sucesos inéditos en la literatura sobre la conquista y la colonización que nos permitirán comprender un pasado indígena en estrecha vinculación con la civilización europea. Cumaná en el siglo XVI tiene que ser una obra e indispensable investigación que nos pertenece a todos porque en ella están nuestros antepasados, conjugados con la civilización europea, entretejidos en un mestizaje que, sin el mismo, la colonización española hubiese sido una tarea inconclusa.
En consecuencia, en el estudio e investigación de esa Cumaná del siglo XVI están los más importantes sucesos de la época post-colombina, desde la firma de la capitulación, en el año 1525, hasta el año 1600, inicio del siglo XVII, y que nos obliga a formularnos la interrogante: ¿Qué nos queda de nuestra cultura aborigen y cuánto recibimos de la España imperial?
Es un texto con la mirada hasta el contexto político de la Cumaná de la época; no es la Tierra Firme exclusiva, la de la primera provincia consigo mismo, sino la que determina su quehacer cotidiano: la marcha de sus hombres tras la madre perla, sus estrechos vínculos con Cubagua, Margarita, luego, el cabizbajo regreso, con la caja real enervada por su propia avidez.
No menos importante será el famosísimo encuentro de los de aquí con los de allá frente a los intereses perleros de la Corona. Cumaná en el siglo XVI abierta a través de su acceso portuario, testigo de la presencia de Sevilla, Castilla, Las Canarias, Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico en suelo de Tierra Firme y del incipiente viaje de los frutos de la posesión para el viejo continente es una necesaria investigación histórica que nos deleita, nos educa, y sobre todo nos fortalece en nuestras raíces de identidad nacional y sentimiento de amor por Venezuela.
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