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No hay duda de que una de las cosas que ya comenzamos a constatar todos en Venezuela, luego de la ratificación del exabrupto jurídico que pretende dejar fuera de la contienda electoral presidencial a María Corina Machado, es que estamos llegando definitivamente al tiempo de los canallas.

Estos canallas se encuentran en todas partes. Los más notorios, por supuesto, las principales figuras del régimen de facto. No hace falta ni siquiera detenerse en ellos. Pero, eso sí, junto a estos, tenemos que fijarnos muy bien en aquellos que están siempre disfrazados de corderitos, ocultando –a veces torpemente– sus colmillos de hiena traidora.

Este segundo grupo es muy variado. Es el de los falsos y tarifados opinadores y técnicos encuestadores, por un lado; pero también el de los activistas políticos de la vieja y nueva guardia que se dicen de oposición, ya desgastados y descalificados por la opinión pública, que no quieren dejar de comerse un pedazo del pastel. Entre este grupo ya conocemos a los llamados alacranes, siempre al acecho de cualquier oportunidad para seguir colaborando directamente con el régimen y preservar así sus cuotas de supervivencia; y, tal vez los más peligrosos, el conjunto de personeros políticos de esa oposición que teme – casi igual que el régimen– al liderazgo indiscutible de MCM y que, con gran disimulo, celebran su momentánea inhabilitación.

Hay un rasgo común que caracteriza el discurso de estos factores supuestamente adversos al régimen de Maduro. Todos, velada o frontalmente, han soltado la especie de que MCM debe acogerse a lo que ellos llaman la dura realidad política, que no significa otra cosa que olvidarse de su aspiración presidencial y darle chance a otro que no sea susceptible de ser inhabilitado.

Manifestaciones de este tipo sobran. Por ejemplo, un señor llamado Sergio Garrido, gobernador de Barinas, dijo de manera categórica hace unos días que la oposición venezolana no debía pararse por culpa de María Corina y que la única herramienta de cambio en Venezuela era el voto, aludiendo a la experiencia de su feudo llanero en 2021.

Lo que debe recordarse de este caso, sobre todo a los que quieren establecer un paralelismo ingenuo con el nivel que representa la coyuntura política actual, es que el señor Garrido se convirtió en aquel entonces en una suerte de limosna política que el régimen otorgó a una débil oposición, luego de desconocer descaradamente la victoria de Freddy Superlano, inhabilitándolo de forma retroactiva, para luego hacer lo propio, sucesivamente, con su esposa Aurora Silva y el exdiputado a la Asamblea Nacional Julio César Reyes.

No hay que ser demasiado avezado en materia política para imaginar lo que haría el régimen en caso de que MCM delegue en otra figura la alta responsabilidad de la candidatura presidencial. Hasta el mismo gobernador Garrido pudiera llegar a ser el candidato opositor presidencial elegido por el propio gobierno de facto, después de un proceso de decantación conveniente.

Y así, por el estilo, hemos escuchado a numerosos voceros de la desesperanza y el entreguismo, como el histórico dirigente de la izquierda venezolana, de los tantos que han formado parte de las filas chavistas en algún momento, que está promoviendo “la consigna de que el candidato de los venezolanos que quieren un cambio político, debe ser el voto”; o el otro exministro de Chávez y Maduro, ahora distanciado del régimen, que recomendó a MCM designar a un sucesor para la candidatura opositora.

Da la impresión de que algunos de estos dirigentes, siempre con su corazoncito de izquierda, preferirían a cualquier candidato opositor menos a María Corina Machado. Sólo la mínima asociación de ella con conceptos como la democracia liberal y liberalismo económico les producen gran temor y urticaria.

Pero, lo más grave a destacar y señalar son aquellos líderes de los partidos de la Plataforma Unitaria Democrática que, habiendo manifestado su apoyo públicamente a favor de los resultados de las primarias del 22 de octubre y de la hoja de ruta electoral correspondiente a los acuerdos de Barbados, están a la espera (como buitres) de una redefinición del escenario electoral tutelado por el régimen que saque definitivamente de la contienda a María Corina Machado.

Pronto les veremos las caras, sobre todo a partir del lunes 5 de febrero, fecha anunciada por Jorge Rodríguez para la conformación de un cronograma electoral y la oficialización de la fecha de los comicios presidenciales, por supuesto, ajustados a la medida de sus planes. Para esa jugada adelantada han convocado a todos los lacayos del régimen, alacranes y demás factores políticos colaboracionistas que, después de todo, conforman el corazón de esa oposición lista para despachar, diseñada por Nicolás para perpetuarse en el poder.

De nuevo, qué duda cabe entonces de que otro intrincado frente de batalla se abre ahora para MCM; es ese de los variopintos intereses de algunos sectores de la oposición que quieren imponer la matriz de opinión según la cual la estrategia más conveniente para enfrentar al régimen, luego de la írrita decisión del Tribunal Supremo de Justicia, es designar a un sustituto como candidato unitario de las fuerzas democráticas.

Como todo se olvida, cabe recordar que el 22 de octubre del pasado año los venezolanos, esa mayoría que sueña con un cambio político, no sólo eligieron al candidato que los representaría en las presidenciales de 2024. Ese día se escogió estrictamente a la líder indiscutible de la oposición al régimen de Nicolás Maduro, una oposición que durante los últimos 3 años experimentó innumerables tropiezos e indefiniciones, y que al final había quedado completamente desarticulada y huérfana, tras la caída en desgracia de la presidencia interina de Juan Guaidó.

Hablamos, obviamente, de un liderazgo que no es transferible en esta precisa coyuntura, toda vez que ninguna de las figuras políticas de la fracasada oposición que ya están haciendo fila, calzaría la talla necesaria para enfrentar, en un escenario electoral con condiciones ciertamente desfavorables, a un Nicolás Maduro que de seguro vencería con solo movilizar a su base dura de apoyo, tomando también en consideración la gran abstención que generaría la ausencia de MCM en las boletas de votación. Exactamente lo que Miraflores ha estado calculando.

Nadie puede pensar en su sano juicio que un candidato diferente a MCM, escogido a la carta por el régimen de Maduro, tendrá la mínima oportunidad de vencer a la maquinaria tramposa del régimen. Y en este punto es necesario insistir en que la experiencia de Barinas no es homologable a la dimensión existencial de lo que está en juego en las elecciones presidenciales de este año.

Con o sin sanciones, MCM debe seguir su agenda electoral sin distracción alguna. Después de todo, es esa gran fuerza social bien organizada que ella lidera la que inequívocamente se ha de convertir en el vector del tan deseado cambio político en Venezuela.

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