México transita el mismo camino que hizo desgraciada a Venezuela; es la exaltación meteórica de un liderazgo mesiánico que terminará haciendo añicos cualquier resabio de libertad, para imponer un estado al servicio de los intereses de un hombre. El propósito inicial es la pulverización de todo los bueno construido por gobiernos democráticos, luego avanzará cuestionando la gestión de administraciones anteriores. Repartirá culpas para ir resguardando sus monumentales yerros, luego de la mascarada de impartir criterios desde la cresta gubernamental del populismo. Buscará convencer a las mayorías que es necesario ir quebrantando las instituciones para adecuarlas al ritmo de un cambio que hará más ricos a la élite que gobierna, y mucho más pobres, a quienes, paradójicamente, acompañan una locura que los enterrará en el abismo.
En la medida que progrese irá consiguiendo nuevos argumentos que oculten sus fracasos; son los momentos en los que crecerá el cuestionamiento para ir derribando todo lo que signifique un obstáculo para sus intereses. Su intención es dinamitarlo todo hasta tener el cadáver de la nación entre sus manos. La segunda etapa es aún más dura, se trata de fortalecer el modelo hereditario que han planeado con sus aliados del totalitarismo internacional.
Paulatinamente irán cercenando cada espacio democrático, para cambiarlo por unos barrotes que sepulten la disidencia. La primera piedra que rodará es la libertad de expresión. A estos regímenes les incomoda la labor del periodismo cuando actúa en consonancia con los deseos del pueblo y las instituciones. El siguiente reo en el paredón es la libre empresa. En el fondo siempre han mirado a quien crea riqueza como un enemigo al cual someter, no soportan que los verdaderos emprendedores del logro hagan posible el sueño de la prosperidad nacional. Para los socialistas es fundamental que los ciudadanos dependan exclusivamente del Estado para poder lograr manipularlos, estrujar su voluntad hasta lograr que por hambre sean reducidos al silencio, cuando las mayorías pobres respondan como autómatas ante la voz del amo, su gestión estará prácticamente encaminada.
La otra pata de la mesa es la persecución feroz de toda fuerza opositora. La cárcel o la cruz en el cementerio es la declaración de principios de estos energúmenos que tienen en el crimen sus mejores aliados. Quienes están atiborrados de odio pueden lograr sus propósitos, jugando con la candidez de un pueblo ingenuo que les creyó. El esqueleto del país aparece en el exhibidor de las oportunidades perdidas, el otrora esplendor claudicó en la voracidad del totalitarismo militarista. Solo dejarán despojos del asalto llevado a cabo con alevosía. Observen el paisaje del drama venezolano. Una pérfida actuación tramada con la intención de someter, fueron triturándolos hasta transformarnos en polvo cósmico, mirarse en el espejo es un ejercicio de pavor. Cadavéricos rostros del hambre, huesudas muestras enclenques de ciudadanos que imploran un bocado entre la basura. Pantanal de huesos secos en el paisaje de una República perforada. Son autómatas desgarrados en su orgullo, avanzan en manadas de necesitados que deambulan entre desperdicios que les parecen un manjar de dioses. Son tantos que las estadísticas solo pueden ser superadas por aquellos que emigran.
En las bondadosas tierras hermanas miles de venezolanos encuentran refugio para sus penas. Es increíble la cantidad de personas que andan por esas calles. Recorren inmensas distancias para hacerse de una oportunidad. Se desplazan por carreteras sin importarles las más duras travesías, el combustible que mueve su espíritu es la necesidad. Son como ejércitos de hormigas que prosiguen su marcha buscando la tierra prometida. Atrás va quedando una nación desguarnecida.
La nación originaria es un recuerdo difuso, sus enormes dificultades son el vertedero de lágrimas con sabor venezolano. Huyeron de una oprobiosa dictadura, un sistema de perversidades, que es el componente perfecto de una podrida evangelización revolucionaria; ellos crearon un culto con deidades que beben en las aguas pestilentes del engaño. Ante la cruel realidad lo que hicieron fue partir con destino incierto. El espejo del país refleja la decadencia que nos dibujó el despeñadero. Somos rehenes de quienes destilan un profundo odio por la libertad.
México está a tiempo de salvarse. Requiere de una vigorosa acción de las fuerzas democráticas para lograr el objetivo de torcer el rumbo. Solo con el encuentro de esos valores intrínsecos de su historia pueden vencer la amenaza, es cuestión de organizarse desde el principio, no perder tiempo en divisiones que fortalecen al populismo, desde el poder impulsaran una serie de maniobras que buscan desmoralizar la genuina protesta, busquen encuentros que vayan desde las academias hasta los sitios más lejanos de la República.
México representa un testimonio cultural e histórico para el planeta. Su importancia es enorme, la contribución dada desde siempre no puede quedar colgada en el espinazo de unos intereses perversos. Que ustedes no sufran este horror es nuestro mayor deseo.
@alecambero