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Cuentos incompletos

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‘no ha habido nunca sino pájaros, el canto de los pájaros que nos trae y nos lleva’ (EUGENIO MONTEJO)

La culpa no fue del chachachá. La culpa la tuvo quien nos habló de seguir nuestros sueños y la cosa quedó así. Muchos creyeron, muchos creímos, que era verdad. No nos dijeron que la historia continuaba. Nos enseñaron a ser crédulos y a pensar que nada es imposible. ‘Impossible is nothing’. Una parte del cuento estaba oculta tras los matorrales. La parte dolorosa. Saber más. Ponerse a pensar. Silencio. El maestro nos dijo: ‘Lee’. Ella nos dijo: ‘Lea’. Al final leímos. Entendimos los proverbios y las moralejas. Después de la tormenta viene la calma. 

Empezamos a crecer. Empezamos a hacernos preguntas. Leíamos entre líneas. Descubrimos la magia de las letras, los conjuros, la palabra escrita, la sentencia, el adagio y la cita. Hicimos garabatos en los cuadernos. Aprovechamos los márgenes de los libros para escribir notas. Y subrayamos expresiones raras y párrafos enteros. Creamos bibliotecas mínimas que forman parte de nuestro equipaje como si fuésemos monjes nómadas. Algún peregrino guarda un diario en el que anota su rutina de calendario.  

Que nos digan que podemos ser lo que queramos, que nos hagan creer que todo es posible y nos engañen. Que nos muestren de una vez que la verdad se esconde detrás de cosas desagradables que no querríamos ver. Que cuenten que ellos lo hacen bien cuando son ellos quienes lo están haciendo mal. Que defiendan el buen talante y el diálogo siendo ellos el patrón, llamen diálogo a la negociación y sigan adelante. Que no escuchen a nadie, que se crean los buenos de la película, los héroes libertadores del pueblo y avasallen a los pobladores. 

Que digan de ellos mismos que aborrecen el insulto y la mala baba y sean ellos los primeros en faltar al respeto a los adversarios como si nada. Que inventen un lenguaje ficticio para contentar a los descontentos y se crean que todo está arreglado. Que ignoren la realidad pura y dura de la convivencia de todos los hombres (y que uno se sienta ahora en la obligación de aclarar ‘y las mujeres’ como si la lengua española tuviese que ser redundantemente estúpida). 

Recuerde la consigna que decía ‘sigue tus sueños, tú puedes ser quien quieras ser’. Escoja si quiere ser hombre o mujer. Enfádese si no se dirijen a usted con el pronombre ’she’ o ‘her’. Rompa la ley si no le dicen ‘they’. Somos personajes en un mundo ficticio. Estamos dentro de un delirio, una trama de buenrollismo, un videoclip en tiktok. La vida es un álbum de selfies. Y es que queremos ser ‘la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro’ como declamaba Evangelina Sobredo -más conocida como Cecilia- en Dama, dama  y eso está bien, pero no todos los días ni a todas horas.

Creemos ser inmortales y no es así. Todos nos moriremos algún día. Aunque nadie quiera irse, hay que aprender a morirse. Ya sabe, la parte oscura del relato, lo que no nos enseñaron. La verdad que nos negaron nos sorprende. La semana pasada la comprendimos de repente porque se murió Ibsen Martínez. El resto sobrevivimos. Memento mori

 

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