A ver si me puedo explicar en las siguientes líneas, sin caer en repeticiones fastidiosas ni en lugares comunes, pero de verdad, los acontecimientos que embargan a nuestra nación son una continua cadena de hechos que no parece tener fin, por el contrario, que se alargará hasta el dos mil siempre, porque de verdad, a pesar de todas las protestas, marchas, pronunciamientos, persecuciones, presos políticos y muertes, no hemos avanzado en nada para restablecer la democracia en Venezuela. No vengan a decir que sí, porque no es verdad, seguimos peor, sin salida aparente, con un gobierno tiránico y una población sumida en el miedo.
A pesar de que muchos políticos de la oposición se afanan en conservar su parcelita de poder, pensando primero en sus intereses y luego en el país, no han logrado cambiar nada ni han hecho mella en la estructura del chavismo; por el contrario, han terminado aliándose, para remar juntos hacia un único destino, que no es otro que su propio beneficio económico, sin importar que los venezolanos estén pasando penurias, comiendo basura y viviendo en la miseria. No hay derecho de que haya pasado eso, a que sigan engañando al país y al mundo entero, con sus farsas marxistas.
Porque vamos a estar claro, en dos décadas la revolución no ha hecho nada en generar nuevas empresas, promulgar leyes que beneficien el emprendimiento o comenzar un plan para mejorar la infraestructura. Yo tengo 57 años y soy de los pocos venezolanos que conoce a toda la nación. Desde 1998, he transitado siempre por las mismas calles, las mismas avenidas y veo los mismos edificios de cuando yo era niño, es decir, década de los sesenta y los setenta del siglo pasado. Eso sí, más deteriorados. Adornando todas las ciudades, un cementerio de empresas abandonadas, que decoran el éxito del socialismo del siglo XXI. Solo se pueden ufanar de haber construido un puente por aquí, un hospital por allá, pero en grueso, una planificación constante para mejorar la calidad de vida de la sociedad, no han hecho nada, absolutamente nada. En pocas palabras, todo el dinero que ingresó al país por concepto de renta petrolera, se lo robaron. Y no me vengan con la misión vivienda, porque en especial en Caracas, los cinturones de miseria se han incrementado y los edificios que han construido, se han convertido en cerros verticales.
Solo han sido exitosos en comprar conciencias, para que unos seudoopositores hablen cuatro tonterías, se vistan de antirrevolucionarios, pero en el fondo no les importa un carajo la debacle del país, solo su asignación y si es en dólares, mejor. Lo que me decepciona es que se demuestra que algunos compatriotas tienen un precio.
Por lo tanto, los políticos, sean de izquierda o de derecha, o más bien, oportunistas o no, no tienen ni idea del concepto de hacer política constructiva y desarrollista, solo son capaces de regalar horas y horas de estupideces en sus alocuciones, cuando tienen la oportunidad de tener acceso a los medios de comunicación, pero en líneas generales, son tan vacíos sus planteamientos, que, si lees bien la letra pequeña, te das cuenta que no son capaces de articular una idea coherente.
En pocas palabras, se dedican a engañar al pueblo, diciéndole lo que le gustaría oír, entonces vienen con esa vaina de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, que en tres años solo sirvió para crear de nuevo un estado general de esperanza, pero con un futuro incierto, que nos condujo inexorablemente al fracaso, ya que era imposible llevar a cabo esos puntos. Ahora, después de tanta cháchara, han aceptado dialogar con Nicolás y su combo, porque mientras los civiles estén subordinados al poder militar, solo los hombres de uniforme tienen la potestad de decidir quién manda o no en Venezuela, que desgracia.
No hay que albergar esperanza alguna, que estos bolivarianos abrirán las puertas de par en par a unas elecciones libres, con observadores internacionales, con un árbitro imparcial y respetando todas las normas y principios democráticos.
Más bien, hay que decirlo en voz alta para que se oiga y no se olvide, desde hace mucho tiempo, Venezuela perdió el rumbo democrático, cuando nuestros connacionales confundieron tiranía con libertad, pensando que un hombre fuerte, golpista para más señas, con un verbo encendido y sudando resentimiento social, era necesario para enderezar el camino de la patria, pero no se dieron cuenta, que lo que hizo el arañero de Sabaneta, fue estafar y manipular la buena fe y la esperanza de un cambio que le depositó la sociedad, pero el intergaláctico se dedicó a construir un Estado a su imagen y semejanza, para eternizarlo en el poder, cosa que no sucedió debido a los designios del destino. Sin embargo, quedó como continuador de la zaga revolucionaria, un individuo que cree que el país está a la disposición de sus desmanes y caprichos, porque los venezolanos ya dejamos de ser ciudadanos, para convertirnos en súbditos del proceso bolivariano.
Entonces volvemos al principio, toda la estructura del Estado está en manos de los chavistas. Ellos hacen y deshacen, sin importarles en nada la opinión de otros países. Para muestra, lo que sucedió con el diario El Nacional, donde un tribunal dictaminó daños morales, difamación e injuria. Pero, todos conocemos al individuo que hace referencia. ¿Quién tiene un estándar de vida y propiedades que no puede justificar con su pensión de militar y su sueldo de diputado?
Por lo expresado anteriormente, ¿ustedes se imaginan, a algún revolucionario renunciar a los beneficios que les brinda estar pegados a la teta del Estado, solamente para volver al redil democrático? Y, además, ¿ser juzgado por peculado de uso, malversación de fondos y corrupción? Hay que ser ilusos, porque más allá de cualquier presión internacional, no les importa nada la opinión o la postura de otras naciones, mientras estén los chinos, los rusos y los militares venezolanos apoyando todo el desangrado del país.
Por eso, como dicen los malandros, hay que estar claros y no caer en lo folclórico, pensando que, con chasquear los dedos, todo vuelve a lo que debe ser una nación libre, respetuosa, tolerante y democrática. Pero, nunca falta un, pero, el camino es largo, extremadamente peligroso y su recorrido es tortuoso, lleno de obstáculos, además, minado.
Para generar el cambio en Venezuela, hay que comenzar en modificar el sistema presidencialista, ya que el poder ejecutivo es la santísima trinidad, es decir, jefe de gobierno, jefe estado y maneja a su discreción el presupuesto nacional. En pocas palabras, no hay contra parte para controlar la hegemonía presidencial. Además, hay que cambiar el sistema electoral venezolano, para que estos marxistas no sigan ganado elecciones con la mayoría de la minoría, sino que haya una segunda vuelta y que un proceso electoral pueda ser justo y equilibrado, cuando el 50% más 1 del padrón electoral haya sufragado, para que de esta manera sea representativo de todo el universo de opiniones del país. Esto obligaría a las diferentes tendencias a entenderse y así, formar un gobierno amplio, que sea representante de todos los movimientos políticos y evitar así el clientelismo.
Por lo tanto, no es solo sacar un régimen y colocar otro, porque seguiríamos con otro circo y los mismos payasos. El cambio viene de adentro hacia afuera, para poder construir esa patria que nos merecemos, justa y necesaria, capaz de brindar a sus ciudadanos las oportunidades para mejorar su calidad de vida, respetando la libertad y la tolerancia. Así y solo así, podremos soñar con el país que nos merecemos. El resto, son cuentos de caminos.